El abogado Ignacio Trimarco, que representa a Matías Montín, el joven agredido en un boliche de Mar del Plata, denunció al fiscal Paulo Cubas que tomó el caso en un primer momento y luego se declaró incompetente.  Lo acusó de "encubrimiento" e "incumplimiento de los deberes de funcionario público" por no haber ordenado el secuestro de los teléfonos celulares de los agresores y decir que sí lo había hecho.

En contacto con el programa Radiópolis (Radio 2), Trimarco opinó que el trabajo del fiscal fue “lamentable y pone en riesgo a toda la sociedad”. Confirmó que el viernes hizo la denuncia en su contra porque le devolvió los celulares de Gabriel Galvano y Andrés Bracamonte al padre de Galvano la misma noche en la que los detuvieron en un peaje de San Nicolás. Matías Belloso se había presentado en Tribunales por sus propios medios.

Aparte de la irregularidad en la devolución de materiales tan sensibles para la investigación, Trimarco dijo que el fiscal le mintió porque un día después de haber devuelto los celulares –el 20 de enero– le había asegurado que estaban secuestrados.

“¿Cuál era  el apuro en devolver el teléfono?”, se preguntó y recordó que esos dispositivos podría haber habido información importante para la causa, así como ocurrió en el caso del crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell el año pasado.

Por otro lado, Trimarco contó que ahora buscan testimonios por fuera de los grupos de amigos involucrados para poder reconstruir lo que verdaderamente ocurrió, sin subjetividades.

Con todo, insistió en que no hay dudas sobre un punto: la cantidad de botellazos. Para la defensa, fue sólo uno, efectuado por Galvano en un acto casi automático por temor. Para el abogado de la víctima, fueron más y eso lo demuestran las tres fracturas que tiene Matías en el cráneo y los testimonios de los amigos que se arrojaron sobre su cabeza para que dejaran de golpearlo.

En tal sentido, reiteró que la acusación contra los tres sospechosos no puede ser por “lesiones” sino por tentativa de homicidio porque le pegaron  inconsciente. “Reventarle otro botellazo a una persona desmayada en el piso tiene que ver con el dolo de matar y no el dolo de lesionar”, observó.