Al momento de frenar un instante con el trabajo, poco de saludable tiene la desconexión a través del uso inmediato del teléfono celular que es, actualmente, una de las acciones más realizadas en estas ocasiones. Levantarse, estirar las piernas, subir y bajar algunos escalones, dialogar con otros compañeros de trabajo, son algunas formas de reivindicar la salud mental en estos momentos libres de presiones.
En este aspecto, desde la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología, difundieron información en torno a por qué es importante parar, por qué no se puede estar todo el día a merced del estrés. De hecho, una serie de tareas sencillas ayudan a la recuperación en medio de un "ritmo de vida acelerado", tal como lo definieron desde el organismo.
“Los cambios sociales y los cambios tecnológicos van muy deprisa y nos obligan a seguir ese ritmo”, explicaron. Los ratitos de desconexión parecen imposibles, pero no lo son. Y, para ello, dan una razón contundente: “La pausa aporta vida”.
El momento de parar
"Somos organismos vivos, y por tanto, nos cansamos, nos desgastamos. Parar un ratito favorece la recuperación. Si después de hacer deporte, te das un respiro, ¿por qué no también en plena rutina laboral o en plena rutina personal?", cuestionaron. Asimismo, explicaron que el cuerpo y la mente "van juntos", y, en este sentido, el cuerpo y las estructuras cerebrales y fisiológicas sufren desgaste por el cansancio, a la vez que la psique, la vida emocional, sufre también.
El desgaste en el plano cerebral y cognitivo, según las explicaciones de los expertos, comienza a hacerse notorio después de 90 minutos con la atención volcada en una tarea concreta. “A partir de ese momento, baja el nivel de atención y concentración, por lo que aumenta la probabilidad de cometer errores”, explicaron.
De este modo, no sólo aumentan niveles de cortisol y hay mayor sensación de estrés. Este umbral debe considerarse ya que "nos encontramos ante 'los primeros aspectos emocionales del cansancio', que son 'más tensión e irritabilidad'”.
Parar el bucle
El riesgo de bucle peligroso sube porque más tensión y más irascibilidad generan “problemas para retener nueva información, para recordar planes de futuro, para planificar”. La toma de decisiones, la organización del pensamiento, en consecuencia, se tambalean.
Así, la cadena sigue, en una especie de descenso rumbo al colapso. Si alguien padece altos niveles de estrés y su carácter está cayendo hacia el nerviosismo y la ira, la comunicación con las personas de al lado se resiente. “No encontramos las palabras adecuadas”, las ideas se enredan, y es más fácil que una conversación que debería ser pausada y productiva se convierta en “una discusión”.
De este modo, la ansiedad llama a la puerta y, con ella, aparece un mayor riesgo de errores o equivocaciones, más riesgo de que la sensación sea de fracaso. Como en “un racimo”, aparecen “las emociones negativas”, y más adelante, si no se frena la tendencia, “somatizaciones” como dolores de cabeza, dolores musculares o dolores de estómago. El cansancio mental ha explotado.
Recomendaciones para pausas sencillas
En pos de evitar llegar a esos puntos, existen formas sencillas y básicas para cuidar la salud mental:
-Cuidar la alimentación.
-Cuidar el sueño “apagando teles y móviles a hora razonable para luego dormir entre 7 y 8 horas diarias si somos adultos; más en el caso de los niños/as”.
-“Movernos más, andar”
-Hacer “pausas activas en el trabajo”, como por ejemplo “levantarse cada hora”, y sobre todo, desconectar de la tarea laboral.
-Intentar organizar “horarios que permitan conciliar” e incluir márgenes para el ocio.
-Dar prioridad a las “relaciones personales”, a hablar, compartir, contar…
-En definitiva, se pueden "ir haciendo pequeños cambios en el día a día que incorporen unos hábitos mínimamente saludables, y así, hacer un descanso y tomarnos un tiempo”.
El estrés en la infancia
Por otra parte, es clave cuidar el tiempo de los menores y, para ello, los adultos deben dar el ejemplo. En este aspecto, recomiendan no saturar las agendas de los hijos, no llevarlos cada día después de clases a una actividad extraescolar entendiendo que, además, desde la escuela se brinda tarea. "¿Y cuando se juega?", se preguntan.
Sin darse cuenta, las jornadas de niños y adolescentes pueden llegar a ser incluso más largas que las de los adultos, por lo que el regreso a casa es con completo agotamiento. El juego, por su parte, resulta fundamental para el desarrollo psicológico, emocional y social.
Los parques, las zonas al aire libre, instalaciones deportivas, deben estar ocupadas por niños y adolescentes en momentos plenos de ocio, sin obligaciones contundentes.
Fuente: EFE.