“El deporte es política”. Con esa frase del emblemático ex defensor Liliam Thuram comienza Les Bleus, otra historia de Francia. El documental, disponible en Netflix, narra lo que sucedió durante los últimos 20 años en torno al seleccionado francés.

La óptica social domina la escena. Incluye al fútbol, claro, pero lo pone como un elemento más de transformación política, por ende, la sentencia de Thuram cobra sentido durante 105 minutos del largometraje. Haberlo visto antes y después del juego del último sábado abre una perspectiva para analizar el fenómeno del conjunto argentino. 

La realización de Pascal Blanchard, Sonia Dauger y David Dietz recorta las dos décadas en las que los galos modelaron una generación que supo ser campeona del mundo, irse en la primera fase de la copa siguiente y luego perder una final con su astro expulsado dándole un cabezazo a un rival. Ese carrusel de emociones –¿les suena?– se grafica del mismo modo en una sociedad que idealizó a los futbolistas como ejemplo de unidad étnica, más tarde los humilló por sus actitudes fuera del campo y al final son colocados como héroes o villanos según lo dictaminara la prensa –¿ahora les suena?–.

Los hombres que se alinearon detrás de Zinedine Zidane para alzar la Copa en su casa en 1998, antes cayeron en la Euro del 96 y el propio Zizou fue el eje de las críticas por no dar lo esperado y brindar sensación de compromiso con el equipo. Como pasa con Messi, todos vamos detrás de él en busca de un sueño y no tardamos en caerle cuando baja la cabeza tras una decepción. La diferencia es que Zidane pudo ser campeón y Leo quedó a un suplementario en Brasil. En el resto, hay marcadas similitudes. Tantas que al reciente entrenador del Real Madrid le puntualizaban no cantar La Marsellesa y al crack rosarino lo pulverizaron por lo mismo en la Copa América de 2011.

La generación campeona de los franceses se conformó de negros, blancos y árabes, algo imposible de tolerar para la derecha liderada por Jean-Marie Le Pen. Al mismo tiempo, Eric Cantoná valoró esa “distorsión política” y el actual presidente Francois Hollande, sostuvo que “el deporte evolucionó más rápido que la sociedad”. Tal fue el aval social que marcó el triunfo futbolístico que Charles Pasqua, uno de los mentores políticos de la Francia moderna, regularizó la situación de los inmigrantes, estigmatizados de por vida. Incluso, los jugadores se convirtieron en embajadores. Visitaron a Nelson Mandela y marcaron la filosofía política de la época. Demasiado frágil para sostenerse a través del tiempo como base de una Nación. Algo así como haber elevado a Javier Mascherano a ejemplo de esfuerzo, superación y coraje durante el pasado mundial por haber discutido ante los belgas, tirarse a los pies de un holandés y transpirar la camiseta frente a los alemanes. Una total exageración.

La relación política y deporte terminó de forma caótica. El Stade de France fue el escenario del juego entre Argelia, la madre patria de Zidane, y Francia. Comenzó el 6 de octubre de 2001 para celebrar los 40 años de la independencia argelina y nunca jamás tuvo un final. El juego se interrumpió con la invasión al campo de simpatizantes visitantes que silbaron a Zidane cada vez que tocaba la pelota. El episodio fue utilizado por la derecha para posicionarse de cara a las próximas elecciones, pero allí el propio Zinedine sentó posición política por primera y única vez. Llamó a no votar por “el otro candidato” que rivalizaba con Jaques Chirac. Ni siquiera pudo mencionar a Le Pen, el líder conservador del Frente Nacional, que llegó a una segunda vuelta en la que fue derrotado por Chirac. En términos comparativos, aquí Messi no juega ese tipo de partidos. Se los deja a Masche, imagen de los Juegos de la Juventud, que tendrán lugar del 1 al 12 de octubre de este año en el territorio PRO de la ciudad de Buenos Aires. Mismo sitio en donde jugó sus cartas en 2015 en una charla sobre liderazgo en la que compartió escenario con el hoy presidente Mauricio Macri, de vínculo directo con Daniel Angelici su pata en AFA.

La caída de los franceses se dio en 2002. El escenario era tan favorable que los hacía ganadores antes de jugar en territorio coreano. El prestigio se desvaneció en tres partidos y de regreso, Zidane presentó su renuncia a la selección. Una mirada introspectiva nos lleva a aquél “no es para mí” de Messi tras aquella final de la Copa América Centenario de 2016 cuando todo hacía indicar que ese, al fin, sería el título que le faltaba a esta base de consagrados en los clubes de Europa y negados en la albiceleste. Y así como Leo volvió y clasificó a la Argentina con sus goles en Ecuador para otorgarle el pasaporte a Rusia, Zidane antes hizo lo propio con los suyos en la eliminatoria de Alemania 2006. Para la posteridad quedará su última gran función ante Brasil, al igual que el frentazo al pecho de Marco Matterazzi que obligó a Horacio Elizondo a mostrarle la roja. De la misma forma nos acordaremos del control en el aire del 10 y su derechazo a la red contra Nigeria como de sus pasos perdidos de falso 9 en Kazán.

Así como ellos denigraron a Thierry Henry por un gol que anotó con la mano en 2009, nosotros le hacemos memes a Higuaín por fallar en las decisivas. Tal como decidieron no contar con una estrella del nivel de Karim Benzemá porque se lo acusó de escándalos sexuales y ser parte de estafas millonarias, acá preferimos que Mauro Icardi no venga porque le quitó la esposa a un amigo futbolista y encima, ella es figura en las redes y la prensa rosa. Si en 2010 Patrice Evra se cruzó con Raymond Domenech y le comunicó la huelga del plantel en pleno Mundial de Sudáfrica, por estos lados Lucas Bilglia susurra pedidos de titularidad y luego en conferencia, una vez suplente, dice sentirse mareado por tanto cambio.

Desde sus tapas L’ Equipe trató de inaceptables a los jugadores. TyC Sports les destinó un minuto de silencio. 

Tras el caos, los franceses se renovaron. La fuente fue la de los campeones del 98. Intentaron con Laurent Blanc y lo devoraron sus limitantes a los negros y los árabes. Parecen haber acertado con Didier Deschamps, a quien sostuvieron a pesar de irse en los cuartos de 2014. Rafael Varane, Paul Pogba y Antoine Griezmann ya no son tan jóvenes como en la Copa pasada y están rodeados de la frescura de Samuel Umtiti, Lucas Hernández, Ousmane Dembélé y Kylian Mbappé.

Todos ellos, nos dieron una lección. La clave está en aceptarla y comprender. Dejar de pensar que alcanza con tener a Messi, que por cierto será cuatro años más viejo en Qatar, y elegir los intérpretes adecuados para reinventarse social, política y deportivamente. Como reza el final de Les Blues, se trata de perseguir una alegría breve, una pasión común y el motivo de unión de una nación.