Como contra Ecuador, cuando la insipiente era Sampaoli -precedida por un descalabro histórico en AFA- parecía no llegar a Rusia; como contra Nigeria en 2018, cuando todo era caos y la bajó con el muslo y la colgó del ángulo sin que toque el piso; como aquel gol agónico ante Irán en Brasil en el minuto 91. Otra vez, apareció Messi.   

El primer tiempo todo fue tensión, ruido, terreno pedregoso. No hubo espacios, ni pases claros. El nervio pudo más. El segundo tiempo pintaba igual. Argentina estaba más activa, pero México achicaba bien hacia atrás. Pero Messi encontró un resquicio. Sí, una grieta, como la que supo padecer. Y le dio luz al partido, vida a la selección en Qatar.

Es cierto, el equipo todavía no mostró su mejor versión en el Mundial. Tal vez, lo mejor haya sido un rato del primer tiempo ante Arabia, pero nadie lo recordará por cómo terminó la historia. 

Scaloni dijo que no iba a cambiar la forma de jugar y generó dudas. Los cambios los generaban. En el primer tiempo, el equipo no encontró su forma. Guido Rodríguez, De Paul y Mac Allister no hallaban pases entrelíneas. Con el ingreso de Enzo Fernández y el agregado de Rodríguez a la primera línea defensiva, el equipo cambió. Pero sobre todo cambió porque, como dijo el DT, "el 10 decidió el partido". 

Otras de las frases de Scaloni tenían que ver con aprovechar la actualidad de los futbolistas. Entonces, el ingreso de Enzo Fernández y de Julián Álvarez, tienen que ver con eso. Al DT no le tembló el pulso para quitar primero a Paredes y, luego, a Di María y a Lautaro Martínez, tres de los que lo sostuvieron en toda su era.

Es un mes. Y en ese mes, tienen que jugar los que mejor están. De lo que no quedan dudas es sobre quién es el mejor: el que decide, el que gana partidos.

Argentina está viva y, entre otras cosas, está viva por Messi.