Para las escuelas rurales, enfrentar adversidades es moneda corriente. Caminos anegados por lluvia, cortes de energía y falta de señal de internet, son algunos de los problemas comunes que desafían constantemente a los docentes rurales a ser creativos, estrategas y redefinir planes sobre la marcha para no dejar a los alumnos sin clases.

Actualmente, en épocas de cuarentena por el COVID-19, esos docentes rurales corren con una ventaja: su experiencia para trabajar en la distancia.

Valeria Contreras es docente de la Escuela Rural N° 1175 “Juan XXIII”, ubicada a 130 km de la ciudad de Rosario y a 10 km de Chovet, un pueblo de Santa Fe, hace más de 12 años. Tiene 10 alumnos entre nivel inicial y primaria, todos aprenden en un mismo salón, con metodología plurigrado. Además, la escuela tiene copa de leche y comedor escolar, Betiana, la portera es quien les prepara la leche y el almuerzo todos los días, además de ayudarlos con alguna tarea cuando no puede la maestra.

Apenas se decretó la cuarentena y se enteraron de que no podían ir más a la escuela, se apenó mucho, sin embargo, están acostumbrados a trabajar separados: “Nunca se sabe cuándo va a venir una tormenta. En el camino tenemos 10 km de tierra entonces con la lluvia muchas veces se tornan intransitables. Cuando esto ocurre nos comunicamos por WhatsApp. Pasamos las actividades y ellos las trabajan con cuadernillos, tienen los manuales de cada área que les brinda la escuela”.

Los bolsones, un momento de encuentro

Una de las dificultades más grandes que presentan es que a veces no pueden comunicarse, ya que la escuela está en el medio del campo, no tiene internet, y a veces no tienen señal en los celulares, o se quedan sin carga. “Esto es día a día. Hay días que podemos hablar perfectamente y días que no. Estamos acostumbrados a trabajar a la distancia, pero siempre períodos más cortos, ahora va a ser un mes que estamos sin clases presenciales, es algo nuevo”.

Otro aspecto que tuvieron que cambiar con la cuarentena es el comedor escolar. Al principio hicieron viandas y después comenzaron con bolsones de alimentos no perecederos, los cuales las familias retiran semanalmente: “Con esos bolsones se mandan las fotocopias de las tareas para que los chicos realicen en las casas. Asimismo, a veces los papás nos traen las tareas hechas de la semana anterior para que podamos corregir. Es un ida y vuelta”.

Si bien entonces la conectividad suele resultar un problema, están siempre en contacto, una vez por semana cuando las familias retiran los bolsones de comida.

“Lo que va a dejarnos como enseñanza esta pandemia, a todas las escuelas, rurales, urbanas, etc., es que debemos cuidar más de nuestra naturaleza, aprender a protegernos más, y enseñarles más a los niños la cuestión de la higiene básica, personal, insistir mucho con el lavado de manos, a ser creativos, como docentes y niños en esta nueva forma de trabajo a distancia y a ser más unidos”, reflexiona Contreras.

Luis Olivera es director de la escuela primaria número 44 en Fulton, una localidad, una estación de trenes, ubicada a 40 km de Tandil. El contexto es rural y tienen un servicio de transporte provincial que acerca a los alumnos a la escuela.

La primaria tiene 35 alumnos en jornada completa de 8 horas y brinda todos los servicios. Tiene internet, dos lenguajes artísticos, educación física, Tics e inglés desde primer año. Algunos grados están agrupados por la matrícula.

Cuando comenzaron las medidas por la pandemia, tuvieron que suspender proyectos, tal como una obra de teatro que habían diagramado para fin de año, pero la escuela se encontraba muy preparada para enfrentar este tipo de contingencias: “Nuestra prioridad hoy es cuidar a los docentes y alumnos. Tenemos un plan de continuidad pedagógica que tiene en cuenta a cada alumno, las características de la zona, el campo donde viven, las posibilidades de acceso a la tecnología. La posibilidad de estudiar en casa nunca estuvo alejada del tipo de trabajo que realizamos nosotros”, explicó el director.

“En temporada de lluvias, cuando no hay acceso de colectivos, cuando faltan por enfermedades y están lejos de la escuela, la forma de trabajo de docentes es a partir de este programa de continuidad pedagógica, que siempre está impreso, habíamos comprado manuales de matemática para que ellos vayan trabajando de acuerdo con las necesidades”, agregó Olivera.

Relevamiento de conectividad

No tuvieron grandes problemas al comienzo, pero sí en la organización posterior cuando se extendió la cuarentena donde tuvieron que hacer un relevamiento del tipo de conectividad que tenían sus alumnos: “La continuidad difiere de acuerdo con la distancia con la escuela, en relación a la entrega de módulos alimentarios y al manejo y acceso a la tecnología que tenga la familia”, contó el educador.

En relación con la comunicación, el director detalló: “Tuvimos que modificar un poco nuestra cabeza con respecto a la forma de comunicarnos con cada familia. Si bien la idea de un grupo de WhatsApp es algo cotidiano, en el ámbito rural no lo es tanto. Si a eso le agregamos problemas de conectividad, tuvimos que pensar cada familia en particular. Si bien con el grueso de los alumnos pudimos lograr una devolución con video, audio, en general no es tan posible, especialmente con los grados más pequeños”.

Entrega de netbooks y cuadernillos 

Luis contó que la escuela cuenta con netbooks para el aula virtual y ante este contexto decidieron prestarlas a los alumnos. “Las posibilidades de conexión son prácticamente nulas pero la posibilidad de trabajar en un entorno tecnológico es una manera de que ellos sientan que la escuela los sigue acompañando”.

Además, la importancia de lo impreso es fundamental, por eso aprovechan la entrega quincenal de módulos alimentarios y además consiguieron a una persona que lleve material a la zona: “Es alguien que trae productos para vender en Tandil. De este modo van a poder ir los padres a retirar esos cuadernillos para los chicos”.

“Están acostumbrados al aislamiento, pero este aislamiento nos está aislando a los docentes, como equipo de trabajo, es una modalidad diferente que no todos lo podemos tomar de la misma manera. El desafío está en los docentes y en las familias”, concluyó.

Tarea en tranqueras

Otro caso para destacar es el de María Caballero, docente del Centro Educativo Rural 303 “Antonio Arenales”, que en medio de la pandemia y debido a la falta de internet, se las ingenió para dejarle la tarea a sus alumnos en las tranqueras. 

En entrevista con Info Más, María contó: “Los alumnos no tienen internet y si tienen que comprar el pack les cuesta. Algunos cuando tienen crédito me pueden mandar y otros no, se complica un poco”. Es por eso que deja las actividades en las tranqueras para que puedan seguir aprendiendo y con mensajes para que continúan cuidándose y no salgan de sus casas.

María se encuentra a cinco kilómetros de la escuela y con su vehículo reparte los cuadernos: “Cuelgo las bolsas de actividades para que la retiren. Cuando terminan en la semana me dejan los cuadernos en la tranquera y voy corrigiendo, es la única manera”, expuso con vocación.