Gabriela Cabezón Cámara es una de esas autoras que no requieren demasiada presentación. Dueña de una pluma entre despojada y florida, siempre musical, ya tiene varios libros que la ubican entre las más destacadas de la literatura latinoamericana contemporánea.

Por mencionar apenas, dos, el primero: La Virgen cabeza (2009); y uno de los últimos, Las aventuras de la China Iron (2017), una reescritura del gauchesco Martín Fierro en clave feminista.

Periodista, docente de Letras, es, más que nada, escritora. Siempre quiso escribir, fue y es su único deseo.

En una entrevista con el Club de Lectura de Rosario3 –algo fallida en términos audiovisuales por bajones de tensión y problemas de sonido–, habló sobre perseverar sobre el deseo, el lenguaje inclusivo, las imposiciones de la Real Academia Española y claro, los libros y autores que la marcaron en sus 53 años de vida. 

–En tu obra parece que hay un interés en mostrar, los márgenes de la “sociedad”, ¿hay una decisión ahí?

El mundo es amplio y no tan estanco como parece a veces, aunque también es estanco. Supongo que sí hay una decisión, no pienso mucho acerca de mi propio trabajo, trato de no analizar todo lo que hago salvo en lo formal, porque no me interesa. Sí pienso lo formal con mucha mas conciencia. 

–¿Cómo fue empezar a escribir?

Es difícil para mi contar eso, porque nunca quise otra cosa. Es lo único que quise durante muchos años. Muchos, muchos. Lo principal que quise, no se bien por qué. Supongo que cuando era niña la lectura siempre fue un refugio, un lugar en el que estaba libre y contenida a la vez. Esos espacios casi imposibles de lograr en la vida: el espacio de libertad era el mismo en el que estaba contenida. Y supongo que busqué algo así para mi vida siempre.

–¿Qué leías de chica?

Cuando era muy niña, libros de editorial Sigmar que me compraron mi mamá y mi papá. Y después, la biblioteca de mi abuela que tenia unos 40, 50 libros de la biblioteca Robin Hood y a mi me parecía la biblioteca de Alejandría porque en la casa de mis viejos no había libros y en la de mi abuela éstos eran todos los libros que había en mi familia. Y después empecé a leer cualquier cosa, todo lo que caía en mis manos. Todo, sin ninguna clase de discriminación.

Y ahora me gustan mucho algunos autores, pero no leo por gónero. Leo, en general, todo. Me da lo mismo si es policial, ciencia ficción, realismo, fantástico, me da igual.

Gabriela Cabezón Cámara y la lectura como refugio

–¿Cómo llegás a los libros?

Antes, llegaba por lo más barato que había en las librerías de usados, o que me prestaban, o regalaban. Y después eso fue mutando y empecé a llegar por recomendaciones, por el tipo de ruido que empieza a parecer en redes según quién recomienda qué. Y después no se, hay algo como un run run que va viajando de conversación en conversacion. Está esa algarabía de los colegas cuando encontramos un autor que no conocíamos y te da como una felicidad... 

–¿Creés que la literatura tiene como misión generar ruido? ¿Sacudir un poco las cosas?

En alguna medida sí, en la medida que usa la lengua de otra manera que como se usa comunmente, ya está haciendo un barullo. A mi me gusta pensar a la lengua como materia, y sin lugar a dudas una de las partes más importantes de la materia de la lengua es el sonido, y lo tengo muy en cuenta siempre, incluso para explorar. A veces si unís a las palabras no por cadenas lógicas, sino fónicas o fonemáticas se iluminan sentidos que nunca se te hubieran ocurrido y eso me encanta.

Gabriela Cabezón Cámara y la literatura que genera ruido

–¿Cómo generás esa cadencia? A la hora de escribir, ¿tenés alguna rutina en particular? ¿Escuchás música?

No, música no escucho cuando escribo porque cuando escribo estoy tratando de encontrar la música del texto en cuestión. Rutina no tengo, escribo como puedo, cuando puedo, donde puedo y la música cuando la encontrás te vibra en el cuerpo, es una cosa que aparece y te da alegría vivir. 

–¿Cómo te llevas con el lenguaje inclusivo? ¿Cómo lo trabajas?

No lo trabajo. Por el momento no me salió en las ficciones, sí podría usar una vocal que no fuera a ni o si tuviera un personaje no binarie, pero si no, no es que no me interese, no me sale. La Real Academia Española a mi no... algo que se llame Real Academia Española me parece un problema de los españoles y la gente que se rige a rajatabla por la gente de la Real Academia Española me parece que está un poquito alienada y no entiende la dinámica de la lengua que fluje, es orgánica. 

En algún sentido el papel de policía de este tipo de academia es un error, lo que tienen que hacer es registrar, listo, no andar diciendo cómo podemos y cómo no podemos hablar. 

Gabriela Cabezón Cámara y el lenguaje inclusivo

–En Las aventuras de la China Iron, la China veía todo por primera vez, iba conociendo el mundo, ¿qué libro, de los que leíste, te gustaría leer por primavera vez?

En este momento, Gran Sertón: Veredas de João Guimarães Rosa, porque es una maravilla increíble, es una obra mayor, es algo enorme, un libro bellísimo. 

–¿Y cuáles te marcaron?

Es difícil, tengo 53 años, miles me hicieron una marca. Podría decir recuerdo cuando leí por pimera vez a Alejandra Pizarnik, que me hizo una marca fuerte. Primero los poemas y después especialmente y hasta hoy toda esa prosa loca de (La bucanera de Pernambuco o) Hilda la polígrafa, esa cosa más reventada y en algún punto menos esteticista. 

Me acuerdo cuando leí Pedro Páramo (de Juan Rulfo), casi me muero de felicidad. Me acuerdo cuando leí Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich. Me pareció una maravilla de la no ficción, una obra enorme, algo zarpado.

Me acuerdo cuando leí a Susana Thénon, se me voló la cabeza. Últimamente, No es un río, de Selva Almada, me parece un libro mayor. La estirpe, de Carla Maliandi me impactó mucho. La telepatía nacional, de Roque Larraquy. 

–El Martín Fierro, nos imaginamos que también, ¿qué te parece que hay detrás de esa obra? 

Evidentemente más allá de las operaciones políticas como las de Lugones principalmente y otras, tiene algo de clásico Martín Fierro, algo que pegó en la lengua de los argentinos. Un argentino o alguien criado en la Argentina puede no saber quién fue José Hernández; puede no saber ni de qué se trata Martín Fierro, pero va a tener un par de frases de versos del poema novela en la boca aunque no sepa nada, tal vez de los mas oscuros, tipo: “hacete amigo del juez”. Las frases que quedaron de Martín Fierro hablan de un estado de injusticia que evidentemente se ha mantenido a través del tiempo en nuestro país. 

–¿Qué consejo le darías a alguien que se quiere lanzar a escribir?

Recomendaciones para escribir de Gabriela Cabezón Cámara

Que persevere, que le de, que le de, que le de. Que no importa si tiene buenas recepciones en las editoriales o no, que no importa lo que le digan. Que lea y que escriba, que escriba, que escriba y que escriba. Que lea y que escriba, que se junte con colegas para poder compartir lo suyo, que lea en lugares, que arme ciclos de lectura y que siga y que siga, que en algún momento, si se sostiene el deseo, la cosa funciona. 

Así me funciono a mí.