La pasta es de lo más versátil a la hora de pensar recetas que la incluyan. Además, se prepara en un momento y en poco tiempo. Hasta el tiempo de cocción es advertido en el paquete o en el lugar donde la compremos.

Pero el cálculo de la cantidad a veces suele generar un excedente. Y si bien recalentar la pasta puede despertar enojo, a veces no queda otra.
Entonces, ¿cómo la conservamos para que no se seque o se haga un mazacote?  

Primero hay que decir que el plazo máximo de conservación es de tres días porque, como todos los ingredientes, la pasta también va perdiendo propiedades que cambian su textura y sabor. 

Dicho esto conviene seguir las recomendaciones que señalan que a la pasta que sobra tenemos que guardarla en un tupper hermético para evitar que entre aire y quede reseca.

Y si es de vidrio, mejor; para que no absorba olores que pueden haber quedado impregnados en el plástico.

La otra recomendación es verter en ella un chorrito de aceite y remover bien para que se empape para evitar que se convierta en una masa pegajosa. En lo posible, lo ideal sería cada 12 horas remover un poco el contenido para que no se vaya todo el aceite al fondo.

Al dente y nunca agua fría

La pasta cocinada de forma correcta es más saludable ya que se digiere más lentamente regulando los niveles de glucosa en la sangre poco a poco. 

Nunca hay que enfriar la pasta con agua después de cocinarla, pierde su textura y la porosidad, quedando lisa y demasiado blanda. 

Es importante recordar que si se cocina la pasta al dente y la sacamos del fuego y escurrimos, el calor residual terminará la cocción.