El sistema automático de alerta de situaciones peligrosas en el espacio cercano controla casi todos los objetos de más de 10 centímetros en la órbita de nuestro planeta con la ayuda de 36 telescopios de diferentes diámetros ubicados en el territorio de Rusia, Armenia y Brasil.

Según los nuevos datos con los que se cuentan, cada día se reciben de 3 a 10 mensajes sobre el acercamiento de naves espaciales rusas a objetos potencialmente peligrosos. 

El problema de la basura espacial no es nuevo 

El año pasado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos publicó un informe sobre el daño económico que causan los residuos espaciales. Ahora, ante la necesidad de recoger los desechos, ya se han planteado varios proyectos para llevarlo a cabo. Por ejemplo, en abril de 2021 China lanzó la nave NEO-01 que es capaz de recoger los residuos espaciales con una red. 

Nadie sabe qué hacer con los desechos espaciales más allá de prestarles atención y de mantenerlos en seguimiento. Las agencias espaciales monitorizan constantemente la situación de más de 23.000 objetos en órbitas bajas geoestacionarias para anticiparse a posibles colisiones. Estos objetos preocupan especialmente, ya que su tamaño es aproximadamente el de una pelota de tenis. Aunque cualquier objeto de más de un milímetro puede provocar daños, los objetos más pequeños son básicamente imposibles de seguir en la órbita terrestre. 

Hay otros 8.700 objetos de fabricación humana cuya pista se está siguiendo en órbita, de los cuales solo entre 600 y 700 son satélites operacionales. La chatarra espacial abarca desde nanopartículas hasta satélites enteros, como el Envisat de la Agencia Espacial Europea, que es del tamaño de un autobús de dos pisos y encabeza todas las listas de objetos preocupantes.

Los investigadores advierten de que la cantidad sin catalogar que hay navegando por el espacio puede superar en mucho las estimaciones estadísticas. Se pensaba que muchos objetos se desintegran totalmente al entrar en la atmósfera más densa de la Tierra. Sin embargo, en 1997 hallaron en suelo tejano partes de cohetes que demostraron que no siempre es así y que su acumulación es mucho mayor, según publicó Innovandtalent.