Más cerca de la tradición que de la competencia, en Italia se practica una de las actividades más violentas del mundo. En Florencia, cuna del Renacimiento, todos los años durante del mes de junio -excepto en este 2020 pandémico-, miles de personas se reúnen en la Plaza Santa Croce para ver un espectáculo único: el calcio histórico fiorentino, o calcio “is costume” (vestido).

Sostenido a lo largo del tiempo como uno de los orígenes del fútbol actual, el calcio nació en la Edad Media como un juego de la nobleza. Pertenecía al programa de las fiestas familiares principescas y se consideraba una especie de válvula de escape para la combatividad de los florentinos.

En el calcio histórico vale todo y el rosarino Marcelo Segundo lo sabe. (Facebook)

Esa combatividad queda a la vista en esta especie de ritual de la violencia contenida y reglada. Vestidos como marca la tradición, cada equipo está compuesto por 27 jugadores y no hay suplentes. Los partidos duran 50 minutos de corridos, sin interrupciones. El objetivo final es meter la pelota en el arco del rival con las manos. Si se puede, porque hay que trenzarse en luchas cuerpo a cuerpo con los adversarios para lograr el objetivo.

Ese combate entre los participantes está reglado. Con varios árbitros diseminados a lo largo y ancho del campo de juego, los enfrentamientos son solo de a dos, y a los que están caídos no se los puede golpear. A lo largo de estas luchas cuerpo a cuerpo se pueden observar las distintas técnicas de los participantes, que van del boxeo hasta las artes marciales mixtas (MMA).

Y como en muchos aspectos de la vida, en cualquier parte del mundo, siempre hay un argentino. Y en este caso, de Rosario. Marcelo Segundo jugaba al rugby en Duendes y en 1999 armó las valijas y se fue a probar suerte al profesionalismo italiano. Llegó a Florencia para jugar en CUS Firenze, club que ya no existe, y al cual con el tiempo le encontró una particularidad: el grado de violencia en los partidos que jugaban como locales. “Me daba cuenta que los equipos que venían a jugar a Firenze se cagaban, pero cuando jugábamos de visitantes era diferente. Mis compañeros eran poco técnicos pero muy aguerridos. Traté de entender de dónde venía esa locura y temperamento de los jugadores, y me contaron que era por el calcio histórico fiorentino”, le cuenta Segundo a Rosario3. Desde su debut, en 2001, logró salir campeón en diez oportunidades.

El escenario de los encuentros es la Plaza Santa Croce y lo disputan cuatro equipos que representan a distintos barrios de la ciudad, los que están identificados con un color y un nombre: Los azules de Santa Crocce, los blancos de Santi Espirito, los rojos de Santa María Novella y los verdes de San Giovanni.

Fiorentina es el popular club de fútbol en el que, por ejemplo, se lució Gabriel Batistuta, y tiene como dueño a Rocco Commisso, que decidió que el club tuviera, además de la tradicional violeta, cuatro tipos de camisetas para hacerlo como visitante, cada una con los colores de equipos del calcio.

Sobre la importancia de este deporte en la ciudad, este rosarino de 43 años no duda: “Firenze es el calcio”, y agrega: “Jugué 20 años en Serie A, pero en la ciudad me conocen como el argentino que juega calcio; por el rugby muy poca gente. El calcio es todo. Los viejos fiorentinos lo viven los doce meses del año y para ellos es muy importante”.

Actualmente, Segundo, tiene una empresa de tecnología deportiva, y por cuestiones de trabajo no pudo estar presente junto a los “Azzurri” en los años 2018, por el mundial de Rusia, y en el 2019, por la Copa América. Encima, por la pandemia se canceló la edición 2020.

-¿Cuántas veces jugaste este torneo?

-Lo jugué bastante. Llegué en el 99 y en el 2001 ya lo quería jugar, pero el club en el que jugaba al rugby me lo prohibió por el tema de las lesiones, ya que en el calcio es muy alta, y como tenía contrato con el equipo de rugby no me dejaban. Luché desde ese año y en el 2003 me hicieron firmar una liberatoria, que determinaba que en el tiempo que yo jugaba calcio, si me rompía, todo era a mi cargo. Dije que sí renunciando al sueldo y a la cobertura. Mi primer partido fue en el 2003, contra los blancos, y nos fue muy bien, salimos campeones, y el último fue en el 2017, un torneo que lamentablemente se suspendió por el grado de agresividad. 

-¿Alguna vez sentiste miedo?

-Me ha pasado de preguntarme qué carajo hago acá, agarrándome a piñas con todos estos, y no estar en el mar, disfrutando. Pero el miedo ese que decís vos, sí se siente. Es un miedo a lesionarse, o a no estar a la altura de mi equipo, o de la plaza o a jugar mal. Y ese mismo miedo es el que me lleva a hacer cosas que no haría en otro momento.

En el calcio histórico vale todo y se arman terribles bataholas. (Facebook)

-¿Tuviste alguna lesión grave?

-Nunca tuve, ni siquiera jugando al rugby. Sí me he roto dedos y me tuve que operar una vez un tobillo, pero por una lesión que arrastraba del rugby. Y ese es un problema. El calcio se juega en junio, y los jugadores de rugby venimos de un año muy duro, que se corta en mayo, pero en marzo ya empezamos los entrenamientos del calcio y arrastramos dolores y lesiones. Creo que la peor lesión que tuve fue mental. Una vez, peleando cuerpo a cuerpo con un integrante de los Blancos, un polaco que estaba radicado en Inglaterra y que fue campeón de MMA, le metí una piña tremenda y ni lo moví. Y por eso me rompí los nudillos de la mano. Fue casi vergonzoso.

-Tenés 43 años ¿Pensás seguir jugando?

-Más que la edad es la motivación. La edad es importante pero la motivación lo es aun más todavía. Cuando arranqué a jugar lo hacía de lo que se llama “tercino”, que es un puesto defensivo. Después, cuando ya empecé a entender mejor el juego, me pusieron de central, una especie de volante central, y llevaba la pelota. Y en los últimos años ya jugaba adelante, que tenía menos que ver con la pelota y más con el enfrentamiento hombre a hombre. En el 2021 tengo la idea de jugar con 44 años.