La curva en ascenso del coronavirus en Rosario es el resultado de unir puntos. La cantidad de contagios por día conectados por una línea que dibuja una montaña cuyo pico aún no se descubre, como si estuviese tapado por nubes o por el humo denso de las islas. Pero cada uno de esos puntos, con 500, 700 y hasta 875 infectados, es un universo complejo y dispar. Hay enfermos leves que fueron hisopados por su obra social en la comodidad de sus casas, pacientes en terapia intensiva que pelean por sus vidas y están también, como casi siempre, los que no forman parte del circuito formal de salud. A ellos van a buscar, en los pasillos angostos y profundos de las villas rosarinas, los médicos y voluntarios del operativo nacional Detectar.

Eso hace un grupo de nueve personas cubiertas con batas blancas y azules, mascarillas de acrílico, barbijos y guantes en Grandoli y bulevar Seguí, zona sur, a las 9.20 de este miércoles. A la cabeza va Elizabeth Beltramino, médica generalista con 25 años de experiencia y coordinadora del equipo de salud de la provincia en la zona sur. Acá es Eli. Cruzan la calle Convención y, antes de atravesar el puente que pasa por arriba del barrio y que tiene vista al crisol de chapas, bajan hacia la izquierda por un pasillo. Golpean una puerta blanca y no sale nadie. Avanzan. Ahora prueban sobre una puerta mágica que no está sostenida por paredes sino por alambres y postes de madera. La voluntaria que aplaudió varias veces, espera un rato y se va. “Duermen todos”, susurra. “Tenés que poner dos parlantes gigantes para despertarlos”, dice un vecino que pasa apurado. Cuando no queda nadie, se escucha desde adentro de la casa.

–Síiii, ¿quién es? 

Eli, que está esperando en la casa de enfrente, da media vuelta y responde. 

–Holaaa, somos del Centro de Salud Villa Manuelita, venimos a hacer unas preguntas por la gripe que está circulando.

Alan Monzón/Rosario3

Sale una joven de unos 30 años, con calzas de colores, buzo negro, barbijo gris y cinta fuxia en el pelo. Responde de brazos cruzados a las preguntas básicas del cuestionario: se llama Rocío y ahí conviven seis personas. ¿Dirección? “Bulevar Segui y... ay me olvidé”, dice y Eli completa: “Bueno digamos Seguí y Convención”. La primera vez que le consulta si tiene síntomas ella dice que no. Siguen hablando y Eli insiste, sabe que tiene que insistir, pero ahora le enumera los posibles malestares del covid-19. 

–Sí, tengo tos y dolor de cabeza.
–¿Desde cuándo?
–Desde el lunes.
–¿Y qué hiciste, fuiste algún lado, tomaste algo?
–Nada.
–¿Y te sigue doliendo?
–Sí, y con tos.
–¿Fiebre?
–De a ratos.
–Mirá, acá en Segui y Grandoli hay un camión con médicos, te vas a ir para allá, te van a hacer unas preguntas para ver si te toca el hisopado, ¿sabés? Gracias, corazón.

El inicio de todo

A las 8.45 llegó el camión sanitario del Ministerio de Salud de la Nación a la esquina de Grandoli y Seguí. Lo estaba esperando Sebastián Torres, coordinador provincial del Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Territorio de Argentina (Detectar). Sebastián tiene 36 años, es médico y se sumó al equipo de salud de Santa Fe en febrero. Un mes más tarde cambiaron todos los planes. “Había una pandemia allá lejos pero empezaron a llegar los viajeros y de repente todos éramos especialistas en los EPP (Equipos de Protección Personal) y los barbijos N95”, resume la historia de estos seis meses.

Al grupo inicial de diez voluntarios se sumó el personal del centro de salud de Villa Manuelita, más los equipos fijos de provincia y de Nación. Incluso hay ocho técnicos en Emergencias Sanitarias y Desastres de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de Buenos Aires, que realizan los hisopados. Del camión bajaron unos jóvenes, pelo bien cortito y anteojos oscuros. Empezaron a bajar equipos como si fuese la previa de un recital de trap pero desplegaron dos gazebos sanitarios y sillas junto al camión. Mientras Sebastián y los raperos armaban las estructuras, Eli explicaba el modo de trabajo a la brigada de 30 personas, una extraña mixtura de médicos y voluntarios, incluso el pastor, la pastora y los fieles de una iglesia evangelista cercana.

Alan Monzón/Rosario3

Eli detalló cómo se completan las planillas, quiénes deben ser enviados a las carpas como paso previo a ser hisopados en el camión y las medidas de seguridad. Sebastián entregó máscaras, camisolín y barbijos quirúrgicos para todos. “Vamos a ir en busca de posibles contagios, les pido que se cuiden todos. No subestimen la situación”, repasó. Trazaron un mapa del lugar a rastrillar: un triángulo de unos 700 metros de largo. Se dividieron en tres grupos para cubrir zonas distintas. “Acá hay manzanas, esto es una calle larga y todo esto es un asentamiento sin calles”, simplificó Eli. Y allá partieron.

“Se habla mucho de las camas disponibles y las curvas, y está bien, hay que atender eso, pero es el final del cuento. Acá trabajamos con el inicio de todo. Encontrar al paciente antes de que sea crítico y necesite un respirador y antes de que pueda contagiar a otros es el alma de estos operativos. El Detectar es una búsqueda proactiva en los barrios”, define Sebastián sobre ese programa nacional que se realiza en Rosario desde fines de junio. Empezaron de a dos por semana y este mes ya realizan uno por día, de lunes a sábado. También se sumó el camión de “Atención primaria de la salud” para apuntalar ese trabajo.

La duplicación en el territorio

Eli despidió a Rocío, la joven con síntomas, y le dio un papel con su firma para que sea atendida en el camión sanitario. El papel con su marca es porque en el puesto solo revisan a quienes son derivados por los equipos de búsqueda; no es un lugar de hisopado voluntario ni una guardia de hospital. La médica que lidera el grupo avanza por el pasillo, que se va achicando. Ahora tiene un metro de ancho. El camino es una tira de material con tierra al costado, o escombros o basura. Las respuestas que reciben los encuestadores son variadas.

“Acá estamos todos bien”, responde una mujer mayor, jefa de familia. Dos hombres que levantan una pared con cal y ladrillo hueco responden al pasar; están ocupados. De la puerta blanca de al lado sale una joven vestida de negro y con unas crocs verdes. Ella dice que sí, que tiene síntomas, que llamó al 0800 y les pide un barbijo para seguir hablando. Es hipertensa, tiene dolores de garganta, de cabeza y musculares. Esconde una preocupación mayor, hasta que lo dice.

Si me voy a hisopar, ¿después puedo volver a mi casa? ¿Por qué como hago yo? Mi pareja se fue y estoy sola. No tengo familia y por eso estaba llorando recién. ¿Quién me ayuda si me llevan, quién me hace un mandado? 
–Entiendo, vas a poder volver a tu casa pero tenés que ir ahora al camión para que te hagan el hisopado –intenta tranquilizarla la médica que hace la entrevista.
–¿Pero me hacen el hisopado y vuelvo?

Unos metros más adelante, en otra casa, un hombre le cuenta a Eli que él está bien y que todo esto de la pandemia es obra de Dios. La médica intenta retomar la entrevista sanitaria pero su compañera, Ramona, es una de las voluntarias evangelistas. “Así es, Dios va a limpiar todo, el único que puede arreglar esto es el Señor”, dice la mujer petisa, tapada de pies a cabeza por las medidas de seguridad. Dos chicos pasan corriendo. Una “pollería” que ofrece “supremas" y "muslos trozados” tiene un papel escrito a mano sobre la reja: “Aislados. No se atiende”. 

Alan Monzón/Rosario3

El de este miércoles es el tercer Detectar de esta semana en Rosario. El lunes y martes el equipo estuvo en la zona noroeste: en el Centro de salud La Esperanza. Entrevistaron a 814 personas, 214 familias y realizaron 60 hisopados. La semana pasada, el lunes 14 y el martes 15, estuvieron en el barrio Toba del sudoeste: 1.600 personas, 320 familias y 69 hispodados. Los resultados ahí fueron alarmantes: el 58 por ciento de los testeados dio positivo. 

El promedio de casos detectados oscila entre el 30 y 40 por ciento de los examinados, cuando hace un mes estaba más cerca del 10. “Lo que vemos en los barrios en general es lo mismo que ocurre en la curva de contagios: cuando pasamos de 200 a 400 en la ciudad, acá también se duplicó”, compara Sebastián. Cada once o doce días la cifra es el doble, en lo que va de septiembre se multiplicó por cuatro. Proyectar esa cuenta no ayuda cuando todas las alertas ya se han encendido.

Comorbilidad social

En los partes oficiales o cuando un funcionario se pone técnico se suele hablar de “comorbilidades” y también de “dificultades sociosanitarias”. Después de subir por una escalera en el pasillo que está entre Villa Manuelita y la bajada Ayolas, barrio Tablada, Eli y Ramona se topan con la síntesis comunitaria de lo que esos términos, unidos, encubren.

Alan Monzón/Rosario3

Dos mujeres, tres niños de 4 a 6 años, una adolescente y un hombre mayor las atienden en lo que parece la puerta de su casa pero en realidad son tres viviendas. “Somossss, seis”, empieza una de las madres. Dos de los chiquitos son hermanos y ella está preocupada porque tienen broncoespasmo y son celíacos. “Ponete el barbijo”, le insiste al más inquieto, que juega a unas escondidas mínimas, entre un changuito y carteles con oferta de comida. “Y además ella está embarazada”, cuenta y señala a la chica flaquita, sentada y acurrucada a su lado. Tiene 16 años. Eli le pregunta si fue a revisarse y a sacarse sangre y ella le responde que no con la cabeza, sonríe y baja la mirada.

La otra mujer que estaba callada ahora empieza a hablar de su familia. El hombre con una gorrita que ostenta un pulgar hacia arriba es su papá y sufre cirrosis. Hay una tercera casa más atrás pero su ocupante no puede venir a la puerta. “Está en silla de ruedas, no tiene piernas, las perdió por diabético”, le aclaran. Vive solo y tiene más de 60 años. Eli pregunta y repregunta porque se pierde. Todos los campos de su ficha de registro están completos de información. ¿Si se contagian pueden aislarse?: no. ¿Necesitarían asistencia alimentaria?: sí. Gracias. El pasillo sigue.

Al final de la jornada, el operativo Detectar en Grandoli y Seguí abarcará a 390 personas en doce manzanas y realizarán 34 hisopados. En unos días se sabrá el resultado de esos testeos. Los positivos se sumarán a los contagios diarios de Rosario. Apenas un punto en una curva.