Un grupo de científicos está realizando un estudio a diez kilómetros de la costa norte de Islandia, en donde analizan el soplo de las ballenas para evaluar su nivel de estrés frente al paso de barcos turísticos de observación, un sector de la industria del turismo que ha crecido rápidamente durante los últimos años.

Los investigadores de Whale Wise, una organización de conservación marina, se desplazan a bordo de un pequeño velero desde el cual envían un dron que pasa horas volando hasta avistar alguna ballena jorobada. Fijadas en su armazón, el dispositivo lleva dos placas de Petri y un recipiente cilíndrico transparente para capturar las gotas de agua expulsadas por el cetáceo.

La toma de muestras debe ser breve, aproximadamente equivalente al tiempo de una respiración, ya que los drones también pueden perturbar a las ballenas y alterar su comportamiento.

El objetivo de la operación es evaluar el nivel de estrés de las ballenas a través de sus hormonas.

Para tomar la muestra, el dron vuela sobre el animal atravesando el chorro de agua que expulsa al repsirar. Ya de vuelta en el barco, los científicos envuelven la muestra en parafina y la envían congelada a un laboratorio para su análisis.

El objetivo de esta operación inédita es evaluar el nivel de estrés de las ballenas a través de sus hormonas, en un momento en el que cada vez más turistas acuden a admirarlas, para lo cual se toman muestras antes y después del paso del buque turístico que luego son comparadas.

¿Cómo impacta el turismo a las ballenas?


En Islandia, más de 360.000 personas intentaron en 2019 vislumbrar las ballenas que cruzan las aguas plateadas del Atlántico Norte, el triple que hace diez años. Un tercio de los visitantes zarpan del puerto de Husavik y se dirigen a las frías aguas de la bahía de Skjalfandi.

Estudios anteriores basados en observaciones de comportamiento demostraron el impacto de la actividad turística sobre estos animales. "Constatamos que las turbaba cuando comían, pero duraba poco", señaló una de las autoras del estudio, Marianne Rasmussen, que dirige el Centro de Investigación de la Universidad de Islandia en Husavik. "No había un impacto sobre (su) estado físico general", agregó.

En 2019, más de 360.000 personas intentaron vislumbrar las ballenas en la zona de Islandia.

"Examinar hormonas como el cortisol, vinculada al estrés, nos permite determinar los niveles de estrés fisiológico de las ballenas", explica el cofundador de la organización Tom Grove, un estudiante de doctorado de 26 años de la Universidad de Edimburgo.

"Las ballenas son importantes para nosotros, para vivir, porque forman parte del ecosistema de nuestro planeta", señala por su parte Sophie Simonin, de 29 años y cofundadora de la asociación. "También absorben mucho CO2", añade la activista medioambiental.

Según un estudio de diciembre de 2019 del Fondo Monetario Internacional (FMI), las ballenas grandes absorben una media de 33 toneladas de dióxido de carbono.