Ya había entregado las bebidas en aquel rincón de Rosario con calles de tierra. Salir rápido de ahí era el imperativo en esos días de robos tan frecuentes como violentos. La ciudad empezaba a arder. Facundo se subió a la chata con su ayudante, dio marcha atrás para salir y sintió el golpe

Al meter reversa, embistió a una mujer mayor que intentaba cruzar. No la pudo ver porque no tenía espejo retrovisor en la camioneta. Bajó a auxiliarla y se quedó con ella hasta que llegó la ambulancia, aún cuando el aire se puso espeso por las ganas de hacer justicia de algunos vecinos. 

Horas después, todavía perplejo por lo sucedido, lo supo: la señora había muerto y se iniciaría una investigación en su contra por homicidio.

Una mala maniobra, un semáforo que no se respeta, un cartel de Pare ignorado, el pie librado sobre el acelerador. En cuestión de segundos, un conductor puede matar o dañar una vida – y también la propia– por un descuido al volante o bien, por no haberse podido representar el peligro que supone infringir las normas de tránsito. 

A excepción de algunos casos resonantes y fatales en los que se evidencia una conducta deliberadamente riesgosa, la mayoría de los siniestros graves carecen de una intención previa y son producto de la mala educación vial imperante, modos de conducción defectuosos que son heredados y reproducidos por los conductores. Si nadie (o la gran mayoría) sale a matar a alguien con el auto, a excepción de quienes muestran un total desapego a la vida y conducen temerariamente, cualquier persona al volante puede terminar siendo un victimario. 

Desde 2021, en Rosario unas 150 personas que fueron condenadas por matar o lesionar gravemente a otros en el marco de siniestros viales en Rosario, asistieron como parte de la condena, al curso de reeducación vial llevado adelante por la Agencia de Seguridad Vial de Santa Fe junto con la Agencia de Medidas no privativas de la libertad. Por esta instancia pasó Facundo tras ser sentenciado a 5 años de prisión por homicidio culposo con prisión condicional, tareas comunitarias e inhabilitación de conducir. 

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¿Le puede pasar a cualquiera?

“En el juicio estaba la familia de la víctima y les pedí disculpas. Me entendieron. Les dije que me pasó una fatalidad, que me tocó a mí. Tengo que pagar, tengo que cumplir, pero que entiendan que – lo repito y lo voy a decir hasta el último día– yo no no salí para que me pase eso en la calle. No salí a matar a nadie”, advirtió Facundo en contacto con Rosario3 al repasar el hecho que transformó su vida. 

La falta de intencionalidad y de representación de que podrían protagonizar un hecho fatal, aun cometiendo a sabiendas faltas de tránsito, son denominadores comunes entre los condenados al volante. “Nunca pensaron que eso podría ser posible”, resumió Laura Lobo, coordinadora de Educación de la agencia provincial a cargo del curso, quien explicó al respecto: “Es que el hecho de tránsito se produce mientras estaban haciendo prácticas habituales y naturalizadas que hacemos todos. Un giro en U en una avenida puede terminar en la muerte de una persona. Pero el conductor nunca pensó que eso iba a pasar y se encuentra con que mató en esa actitud”.

La falta de conciencia sobre los riesgos que implica cometer una infracción se traduce en maniobras peligrosas que, repetidas y copiadas, conforman un modo de conducir consensuado en el que impera la violencia. Nadie quita el pie del acelerador en una especie de competencia por quién llega primero a ninguna parte. En este contexto, las figuras de víctimas y victimarios suelen ser más difusas. 

Lobo reconstruyó un perfil general de quienes llegan por primera vez al curso de reeducación vial, que en su 98 por ciento son varones, conductores profesionales, personas mayores que siempre hicieron las mismas cosas, conductores con amigos en medio de una recreación nocturna y conductores que trabajan en logística y distribución. Por su parte, entre las víctimas abundan los motociclistas (sin dispositivos de seguridad) y los secundan personas mayores. 

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En cualquiera de los casos, “el siniestro de tránsito significó una gran pérdida para el participante. O sea, los hechos de tránsito son un perder-perder, nadie gana cuando suceden”, contempló la coordinadora, y admitió que “aún después del hecho siguen sin comprender profundamente la normativa de tránsito y los fundamentos que hubieran evitado el hecho, sus prácticas de movilidad se ordenan en base a relatos ficcionales o míticos propios de la cultura vial existente de que «a mí no me va a pasar»”.

“Cuando el hecho se produce –completó– siempre hay responsabilidad de ambas partes. Aunque en grados diferentes, las partes involucradas no respetan alguna norma”, estableció la profesional y reforzó: “En todos los hechos la velocidad es un factor determinante”.

En Rosario existe una Agencia de Siniestralidad Vial y Delitos Culposos de la Fiscalía Regional perteneciente al Ministerio Público de la Acusación (MPA). “Los homicidios culposos (no hubo intención de matar), generalmente, son una tragedia para ambas partes y cualquier persona puede estar de un lado o del otro. Basta con que estés 5 minutos parada en una esquina para que veas la cantidad de infracciones a la ley de tránsito que se realizan, tanto de parte de conductores como de peatones”, observó la fiscal Valeria Piazza Iglesias quien, junto a Mariana Prunotto investigan los accidentes de tránsito que terminan en muertes o lesiones graves cometidos por imprudencia, negligencia, impericia o violación de los reglamentos y deberes.

Las fiscales destacaron que la mayoría de los responsables de actos de este tipo, cuando no existen agravantes, como por ejemplo, conducir alcoholizado, son personas sin antecedentes penales que desatienden su conducción. “Son delitos que nos pueden pasar a cualquier persona en la sociedad porque todos salimos a manejar y a caminar por la ciudad”, insistieron y precisaron: “Lo que más estamos viendo es que «estoy llegando tarde al trabajo y esto de que a mí no me va a pasar».

La infracción es la clave. “La gente no entiende que la norma está para evitar estas desgracias horribles con las  que nosotras trabajamos acá. No está valorado el respeto al  tránsito hasta que te toca. Perdemos esa perspectiva de vivir en sociedad, de respetar para que no me pase a mí y para que no le pase nada al otro. Vemos gente que no entiende por qué le imputamos por un cartel de Pare o el paso derecha”, lamentó Prunotto. 

Otra vida 

"No le toques la herida porque hay una arteria”. Facundo vuelve una y otra vez a la escena en donde la mujer que empujó con su camioneta está tendida en la calle de tierra siendo asistida por médicos de urgencia y él intenta ayudarla. 

“Con mi remera le tapé la herida a la señora –continuó– se acercó mucha gente y se empezó a poner heavy, pero no me moví, no la dejé nunca hasta que la llevaron al hospital. Falleció el mismo día. Cuando estaba en la seccional, el comisario me dijo «La señora falleció». Fue muy impactante, se me vino el mundo abajo”. 

¿Qué le pasa a una persona que le quita la vida a otra? 

“Es muy difícil de explicar, miedo y culpa, pasé por todo”, respondió Facundo. En principio, el momento exacto se convierte en un loop inolvidable. “Me hice fuerte por mis hijos, supe que tenía que seguir a pesar de la culpa. Porque acá el que se rinde pierde, se van para abajo la cabeza y el ánimo”, reflexionó y resaltó que, además, la prohibición de conducir impuesta en la sentencia lo obligó a cambiar de trabajo y con ello su universo cotidiano: “Yo también la pasé realmente mal”, confió. 

Para Lobo, la experiencia produce un quiebre. “Cuando empecé a dar los cursos me encontré con personas que no seguían viviendo sus vidas, la mayoría había perdido sus trabajos, se habían separado, tenían mucha angustia”.  Y, según ahondó, los parámetros y valores que hasta entonces los estructuraban se ven conmovidos: “Se le mueve la estantería subjetiva porque ellos no pensaban que estaban actuando mal y se terminan encontrando con que sí y que eso tuvo una consecuencia irreversible. Eso es muy duro”.

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El curso

Facundo tuvo que realizar el curso de reeducación vial como parte de la sentencia judicial. Según aseguró, fue entonces que logró comprender la complejidad de lo que le había pasado porque no solamente reaprendió a conducir y resignificar las normas de tránsito, sino que pudo reconocer su responsabilidad en un hecho que también tuvo un carácter accidental: “Me tocaron las fibras más emocionales porque sentí que alguien pensaba en mí, me ayudaron a no olvidar, pero sin sentirme un HDP. Y a entender que cometí un error que no puedo remediar, pero que hay que seguir adelante”, compartió.

Desde 2021, unas 150 personas pasaron por el curso, originalmente impulsado por la ONG Compromiso Vial, que se dicta en la sede local del Gobierno de Santa Fe. Se trata de conductores que fueron condenados tanto a prisión efectiva como condicional y que, una vez finalizada esta instancia, deben reeducarse. O bien, personas que están atravesando un proceso judicial y en este marco, son enviados allí por orden del juez o jueza. 

“Independientemente del proceso jurídico, como organismo rector de la seguridad vial tenemos que intervenir para que estas personas, cuando el juez lo determine y vuelvan a conducir, hayan pasado por una instancia de reflexión, de autocrítica, de sensibilización y de capacitación”, sostuvo Sebastián Kelman, director de Formación y Comunicación y del Observatorio Vial de la Agencia Provincial de Seguridad Vial. 

“Es muy palpable cómo recibimos a estas personas en estado de negación, con cero autocrítica, con enojo porque no entienden qué les pasó. Pero después de los 10 encuentros terminan teniendo otra mirada, otra forma de hablar, de tranquilidad, de análisis y de responsabilidad”, resaltó sobre las bondades de esta instancia. “Incluso –añadió– muchos se empoderan y se convierten en replicadores de la importancia del respeto a las normas en sus ámbitos familiares y de trabajo”. 

“¿Esa persona es la peor del mundo?”, cuestionó y contestó: “ No. Es una persona que seguramente no quiso salir a matar. Entonces, hay que trabajar con ellos, es también responsabilidad del Estado. El victimario necesita que le hagamos ver que tuvo la responsabilidad, que tiene que mejorar, que debe ponerse a disposición de lo que diga la Justicia, que no se la tiene que llevar de arriba, pero tampoco es un un asesino que hay que dejar de lado”.

“Nuestra misión –redondeó– es que este conductor salga del curso siendo una mejor persona y, sobre todo, un mejor conductor para cuando pueda volver a manejar no reincida. Esa es nuestra responsabilidad”.

El curso le aportó alivio a Facundo. “Yo sigo tocando este tema y me emociono. Cada vez que veo algo de esto en la tele vuelvo al pasado automáticamente, a mi escena, a cuando bajo de la chata, a cuando estuve con la señora. Tengo 35 años, no creo que me deje de pasar, pero bueno, son situaciones que tengo que afrontar”, expresó. 

Por su parte, las fiscales de la Agencia de Siniestralidad Vial y Delitos Culposos de la Fiscalía Regional de Rosario, destacaron la reeducación vial como una herramienta fundamental y distintiva. Al respecto, Prunotto observó: “Siempre se habla de condenar a la gente, que hay que meterla presa. Bien, ¿y después qué? No hay otro delito en el que se ocupen de resocializar a la persona condenada. Entonces, cuando hablamos de la finalidad de la pena en esta clase de unidad y con estos delitos, podemos decir que hasta nos ocupamos de la resocialización del condenado”.

Alertas

Tanto Facundo como la gran parte de los condenados que realizaron el curso no tuvieron intenciones de matar o herir a nadie, pero incurrieron en faltas de tránsito naturalizadas. Sin embargo, hay otros casos en que los conductores mantienen conductas imprudentes a lo largo del tiempo que pueden ser leídas como alertas. Una suerte de preámbulo de la tragedia. 

La fiscal Piazza Iglesias los denomina “casos extremos” y señala como ejemplo “el caso de la costanera” en referencia la embestida fatal protagonizada por Agustín López Gagliasso, el automovilista que mató en enero pasado a una mujer y a su hija en Presidente Roca y el río Paraná para quien la funcionaria junto a su par Prunotto solicitaron la pena máxima. “Esta unidad –destacó– es precursora de dolo eventual a nivel nacional. El primero fue Juan Carlos Schmitt, le siguieron Gastón Dlugovitzky, Pablo Mancini, por nombrar algunos, todos con condena firme. Es gente que ha estado en prisión con pena efectiva durante muchísimos años y en el caso, por ejemplo, de Schmitt y Dlugovitzky que ya están en libertad condicional, tienen que hacer el curso como regla de conducta”. 

En ese sentido, Kleman sumó: “Todos podemos tener un momento malo o un infortunio, por decirlo de alguna forma, pero por lo general esto va atado a una conducción temeraria. Le suele pasar a alguien que tiene un desapego por la norma, maneja rápido o alcoholizado, conductores que suman 10 multas por exceso de velocidad, que tienen una alcoholemia positiva y no les importa y que aparte pasan en rojo. Entonces, se les hace costumbre, por lo que es más probable que una persona así atropelle o choque que alguien que maneje con cuidado”.

Es por esto que la Agencia Provincial de Seguridad Vial cuenta con un Sistema de Alerta Temprana de Infracciones de Tránsito, una metodología administrativa que permite detectar personas que circulan con una importante cantidad de infracciones, suspenderles la licencia y obligarlos a rendir nuevamente los exámenes correspondientes. En este sentido, la semana pasada les interrumpió las licencias de conducir a 5 personas que en el lapso de dos meses acumularon más de 10 infracciones de tránsito con reincidencia en conductas como exceso de velocidad y alcoholemia positiva. 

Por su parte, la Municipalidad de Rosario también dicta talleres de concientización cada jueves, de 9 a 12, a personas que incurrieron en infracciones de tránsito leves, quienes por muy poco no cometieron un delito grave. El secretario de Tránsito, Gustavo Adda, confirmó que desde 2024, cada semana pasan unas 25 personas: “Los jueces lo aplican como accesorio de la multa a conductores con alcoholemia positiva elevada y excesos de velocidad. No se trabaja la normativa sino la sensibilización y el por qué hay que cumplir con la normativa”.

A partir del curso de reeducación vial, Facundo pudo detectar la diferencia entre los diversos modos de conducir. “Yo creo que a cualquiera le puede pasar porque yo no salí a que me pase. Mañana vas manejando y sin querer alguien cruza por el medio de la calle. ¿Es una fatalidad? Sí, es una fatalidad. Pero a veces no, hay gente que está loca, que manejó a 200 kilómetros por hora de manera demencial. O estaba alcoholizado y cruzó un semáforo en rojo”, expuso.

En breve deberá afrontar un desafío inmenso: volver a conducir. Aunque no sabe si está preparado aún para tomar un volante, tiene claro qué tipo de conductor quiere ser. Para él, la clave está en el ritmo que marca el compás mundial: “Vivimos aceleradísimos. ¿Cuánto son 10 minutos? El del transporte público, el taxista, hasta el que va a trabajar o el que quiere ir a la casa de su madre. Todos están acelerados, absolutamente todos muy al palo, sin poder pensar un poco en el que viene enfrente”, manifestó.

“Yo intentaría vivir más tranqui, bajar 20 mil revoluciones. ¿Por qué pasa en rojo? Porque está acelerado, también el que cruza por la mitad de la calle. A mí me tocó pasar por algo muy grande y por eso pienso y digo esto, pero ¿te tiene que pasar para que te des cuenta?”, concluyó con una pregunta que ojalá interpele.