Entre enero de 2015 y mayo de 2022 Santa Fe se posicionó como la segunda provincia con más mujeres muertas por violencia de género. Las cifras eran alarmantes y había más víctimas que victimarios. Para buscar respuestas y soluciones, el 12 de abril de 2021 debutó en Santa Fe capital la Brigada Especial de Femicidios, un equipo de tres policías capacitadas en perspectiva de género. Siete días después llegó el primer caso: una anciana de 85 años de Laguna Paiva quemada mientras dormía. La habían amordazado y maniatado.

Desde entonces se sumaron a la brigada tres oficiales más, esclarecieron 124 hechos, lograron importantes giros en causas judiciales que no estaban siendo investigadas con perspectiva de género y reabrieron archivos que la Justicia creía resueltos o había desestimado. En 2022, el gobierno provincial sumó una delegación en Reconquista y aspira tener una brigada similar por cada una de las cinco regionales en las que se divide el Ministerio Público de la Acusación (MPA), entre ellas, Rosario que todavía no la tiene.   

Ángela Bruschini es la jefa de esa primera Brigada, la de la Unidad Regional 1, que comprende las fiscalías de Santa FeEsperanza, Coronda, San Javier, San Jorge y San Justo. Posee un extenso currículum, durante más de dos décadas vio mujeres golpeadas, humilladas, desaparecidas, acosadas, violadas y muertas. Y sintió por mucho tiempo que “nada alcanzaba para ayudarlas”.

El cambio llegó con el trabajo articulado entre las brigadistas y la Agencia de Investigación sobre Trata de Personas y Violencia de Género, dependiente del Ministerio de Seguridad provincial. La Brigada permitió la intervención de especialistas en género en la escena del crimen y revalorizó el trabajo y el rol de la mujer policía. Muchos delitos que antes eran tratados jurídicamente como lesiones dolosas, hoy son investigados con otro enfoque, como tentativas de femicidio o con la violencia hacia las mujeres como agravante.

Hoy el equipo está compuesto por seis profesionales capacitadas en perspectiva de género.

“Desde que ingresé a la Policía quise trabajar en género porque fui víctima de violencia durante mucho tiempo y sé en primera persona lo que significa ir a una comisaría y que no te atiendan o lo hagan tarde, no saber qué hacer, dónde refugiarse y tener miedo, mucho miedo”, contó Bruschini a Rosario3 y señaló que es “muy esperanzador ayudar a mujeres que están en la misma situación que estuve yo, viviendo en riesgo. Vivo para contarlo y para ayudarlas”. 

Así, desde su creación, la Brigada 1 investigó y resolvió dentro de su jurisdicción un total de 124 femicidios, tentativas de femicidios y femicidios vinculados; y reabrió 18 causas ocurridas entre los años 1988 y 2019. Además, logró 30 detenciones y cinco condenas por femicidios perpetrados en 2014, 2016, 2017, 2018 y 2019 y resolvió femicidios e intentos de femicidios ocurridos desde 2021 a la actualidad.

En tanto la Brigada 2, de Reconquista, se ocupó de un solo hecho de femicidio desde su creación en agosto de 2022 y logró la detención de dos personas.

El paso a paso de la Brigada

En una de las oficinas del edificio ubicado en Lisandro de la Torre 2665 de la ciudad de Santa Fe, Bruschini se reúne a diario con las subinspectoras Laura Oviedo quien trabajaba en comisarías y conoce lo duro que es el proceso de denuncia para una víctima de violencia,  y Vanesa Lorenzo, que hasta 2021 era responsable de investigaciones en comisarías y estaba al corriente de lo que ocurría en las jurisdicciones barriales; con la sub inspectora Evangelina Katramiz, que trabajaba en Homicidios, la oficial Débora Guzmán que formaba parte de Trata de Personas y la suboficial María Fernanda Vargas que era chofer de comando.

Juntas diagraman entre tazas de café cómo comenzar su jornada laboral de 12 horas: qué casos quedan por resolver –¿son recientes o legajos antiguos que no fueron resueltos?–; cuáles son las primeras hipótesis, con qué documentos e información cuentan y qué tarea le tocará a cada una.

Los casos llegan de varias maneras: por las denuncias en las comisarías, por el fiscal de Género en turno, o desde la mismísima escena del hecho por el primer interventor.

El equipo en una de las capacitaciones que toman a menudo.

El de la Brigada es un trabajo minucioso y profundamente sensible. Apuntan a “ver más allá”. Según señaló Bruschini, ponen la mirada en el entorno más íntimo de las mujeres para “encontrar elementos de interés sin descartar ninguna hipótesis”.

Además del trabajo básico –entrevistas, allanamientos y análisis de cámaras y llamadas telefónicas–, excavan en la vida de las víctimas, en sus familias, sus trabajos, sus actividades e incluso en sus sueños y deseos. “¿Tenía pareja? ¿Novio? ¿Esposo? ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Alguien la molestaba, era acosada? ¿Alguien la maltrataba o amenazaba? Todo hace a conocer qué pasó ese día, los días previos, los años anteriores...”, explicó Bruschini. 

“Hay una visión de la escena del crimen y de la vida de la víctima”, resumió. 

Reconstruir desde la escucha

Lo más importante para la Brigada de Femicidios son, y siempre serán, las respuestas. Pero para conseguirlas, hay que saber escuchar. Y a veces tener paciencia, mucha paciencia. Como la tuvo Rosa, la mamá de Caterina Giménez, que durante nueve años buscó a su hija desaparecida en Santa Fe capital.

Una y otra vez fue a Tribunales a pedir por ella y recorrió comisarías y medios de comunicación. “Le decían que se había ido porque era trabajadora sexual, que había abandonado a su nene con síndrome de Down que en ese entonces tenía ocho meses”, recordó Bruschini.

En 2019, un grupo de obreros que trabajaba en un domicilio encontró sus huesos en el entrepiso del garage, enterrados en el cemento, con la ropa puesta.

En el legajo antiguo que llegó al organismo no decía a quiénes pertenecían los restos, solo señalaba que correspondían a una mujer joven, delgada, de entre 14 y 18 años. El expediente se llamaba “Hallazgos de restos óseos Aristóbulo del Valle” –lugar del hallazgo– y entre otras cosas, decía que había una mujer que sospechaba que esos huesos podían ser de su hija, una adolescente de 16 años que era trabajadora sexual y estaba desaparecida. Esa mujer era Rosa.

Después de nueve años se esclareció el femicidio de Caterina Giménez.

Fue un caso muy complejo. “Había que encontrar elementos para que el juez halle mérito y acepte una muestra de ADN entre esos huesos y la mujer que decía ser la madre”, apuntó Bruschini.

Recién en 2022 los resultados de las muestras confirmaron que era Caterina y se consiguieron pruebas suficientes para condenar a su pareja, Cristian Kauffman, a 14 años y seis meses de prisión, por obligarla a prostituirse con el agravante de su edad. Por el encubrimiento del femicidio hay, además, otras dos personas señaladas: el dueño de la casa donde encontraron los huesos –condenado a tres años de prisión– y su novia que fue imputada por falso testimonio. 

Las integrantes del grupo jamás se van a olvidar del abrazo agradecido de Rosa; mucho menos de sus palabras: “Dios las bendiga, nadie nos creyó, ustedes sí. Yo quería que mi hija estuviera muerta para no pensar que estaba siendo vendida por ahí y sufriendo”.

“No es fácil no perder el eje o no estresarse en estos hechos, pero la única forma es hablar, tirar para el mismo lado, capacitarse, saber la Ley y como le digo a mis chicas «se debe tener ganas» y ellas las tienen. Lo dan todo”, aseguró Bruschini.

Los nombres de las mujeres muertas están grabadas a fuego en la memoria de las brigadistas: Gisela Bustamante, 29 años, asesinada a golpes cuando ejercía la prostitución en Estación Mitre; Beatriz Luna, 50 años, asesinada por su esposo que escondió su cuerpo un año debajo de la cama matrimonial; Ramona López, anciana que fue violada y asesinada de un mazazo en su propia casa; Liliana Sala, 57 años, asesinada en su casaquinta de Sauce Viejo; Alejandra Ironici, 46 años, asesinada de más de 40 puñaladas y quemada por su pareja; Aldana Lorens, 35 años, asesinada por su hermano; Aexa Cuello, 22 años, asesinada de un tiro en el pecho por su ex y un cómplice. Y la lista continúa.