Si bien las canciones que conforman un disco pueden ser relatadas en un pentagrama, los sentimientos posteriores a la edición de esa misma placa –después de nueve meses de grabaciones, de registrar partes en Córdoba, Formosa, Santa Fe y Buenos Aires– necesitan de muchas palabra y, aún así, no consiguen ser sistematizados.

En el caso de Betiana Charny, el rango va de la “ansiedad”, al “cansancio” y de la “felicidad” al “duelo”; todo eso le provoca la salida de Esta voz, su primer opus.

Trece son las canciones que lo integran. Hay milonga, zamba, chamamé, cancionero latinoamericano y un tiempo –quizás el único dato “duro”– que señala que todo esto se plasmó entre agosto del 2013 y marzo del 2014.

“Es una recopilación de un montón de años de búsquedas que fueron condensándose en un repertorio”, explicó Charny, en diálogo con Rosario3.com.

Si bien hoy no ahorra alegrías por este disco “itinerante”, la profesora de Composición, Instrumentación y Análisis egresada de la UNR, aseguró que la idea de grabar un álbum no estaba en sus planes hasta que el vocalista cordobés Juan Iñaki la alentó a materializar “ese deseo enorme de cantar”.

“Para mí, aceptar ese deseo fue emocionalmente complejo”, reveló la cantante de Villa Constitución formada en Rosario sobre su “disco federal”.

El tiempo de preparación implicó no sólo la búsqueda del repertorio, sino también quienes se convertirían –a futuro– en los laderos de cada cada track

El álbum cuenta con las participaciones de Juan Falú, Diego Marioni, José Luis Aguirre, Aruma, Damián Verdún, entre otros músicos invitados, y fue producido y amalgamado por Iñaki.

Asimismo, la síntesis visual de ese esfuerzo llegó con una portada capaz de definir “el contenido músical” y que fue obra de la artista tucumana Natalia Trouvé.

“No quería que fuese sólo un puñado de canciones con una foto linda, sino que tuvieran un sentido, un hilo conductor, un contexto. Un poco todo eso que una trae en su voz: su historia, las imágenes, los deseos”, abundó Charny.

El hecho de recorrer distintos territorios no sólo le permitió asomar a otras gentes e historias –y viceversa–, sino también a capturar esas postales sonoras.

Esa “experiencia alucinante” la llevó a grabar con el músico José Luis Aguirre en Anisacate (Córdoba) en un estudio rodeado de cabras, un entorno “natural” que contrasta con la urbanidad maximizada de la ciudad de Buenos Aires, donde vive el guitarrista Juan Falú, “que es un señor internacional y con una agenda tremenda”.

A todo ese rompecabezas sónico se sumó la colaboración de los técnicos “que juntaban la guitarra que se grabó en Rosario” con un bombo registrado en otra parte.

A tal punto el proceso de construcción del disco fue así de desarticulado que la propia Charny lo apodó “el Frankestein.”

Sin embargo, al resultado, a este disco de “cosmovisiones sonoras”, no se le escucha un solo hilván.

Guitarra negra

En el marco de la charla, Betiana apuntó a Alfredo Zitarrosa como “el punto de partida” de Esta voz.

“Vengo de una formación musical muy amplia, pero sobre todo académica (…) Y Zitarrosa era un artista que se escuchaba mucho en casa y que fue siempre como mi cordón umbilical con la música de raíz. Cuando empezamos a pensar qué grabar le dije a Juan (Iñaki) «Yo quiero que haya algo de Zitarrosa»”, reseñó Charny.

Sin embargo, y pese a pasar un mes “escuchando todo lo que había” del autor de “Guitarra negra”, el destino la cruzó con la milonga “Esa voz” –que abre el disco– y que, si bien el guitarrista uruguayo la había grabado, no le pertenece.

Ese encuentro fue como un “rito iniciático” que marcó el resto de la obra. “Coyita”, “Mercedes Yampa”, “Pobre voz” (de Chabuca Granda), “Chivo que rompe Tambo” y “Lo que sos mi chamamé”, del santafesino Miguel Morelli, que cierra la lista (y que fue el último en llegar también), son algunos de los temas.

Esta voz transita con “naturalidad académica”: un que disco supo encontrar el equilibrio entre el espaldar de formación específica y la soltura de una voz propia.

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Betiana Charny