El último 24 de junio se cumplieron 30 años de la salida de Tercer Mundo, el séptimo disco de Fito Páez. El álbum dejaba atrás el enojo de Ciudad de pobres corazones –que ya había delineado en Ey!– para establecer una suerte de puente con su sucesor, el exitoso El amor después del amor, dos años más tarde.

“Lo que siento que me pasó con el álbum es que iba abriéndome cada vez más. Iba saliéndome un poco de la nube negra que venía arrastrando desde el asesinato de mis abuelas. Entonces, decidí ponerme un pantalón amarillo, Sergio Pérez Fernández hizo un hermoso logo multicolor y empezaron a aparecer los colores en mi vida. También se dio en la música porque había metales, cuerdas, muchos ritmos diferentes, otras realidades”, dijo el músico rosarino a Télam sobre la placa.

“Había algo como en (la película) El color del dinero, cuando Paul Newman pega el tacazo y dice «I’m back» (estoy de regreso). Bueno, esa es la sensación que recuerdo”, continuó Páez sobre el álbum que lo hizo cambiar de planes.

“Había roto con mi mánager, no había conciertos, se vivía en este desenfreno que decía del país productivo, no tenía cómo pagar el alquiler, y en un momento le dije a un periodista: «Me parece que me voy a ir de acá»”, detalló el músico.

Pero cuando Tercer Mundo se convirtió en disco de oro y se abrieron chances de conciertos en el teatro Gran Rex de Buenos Aires, el horizonte se presentó distinto.

TERCER MUNDO | 30 años �� 24/06/1990

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“Lo primero que se me viene a la cabeza es que el título era una respuesta a la idea del peronismo en aquel momento que era ingresar al primer mundo. Yo tuve una pelea bastante rabiosa en aquellos años porque andaba por el país y veía un país roto, entonces era muy extraño escuchar los discursos del gobierno y ver el país hecho bolsa”, recordó Fito.

Ya sobre la placa, el compositor señaló en la entrevista que más que una “madurez”, las composiciones “rubrican un poco lo que ya había experimentado con Luis Alberto (Spinetta), en La la la, que es ver cómo funcionaba las cuerdas en algunos temas y, después sí, el jugar con los metales”.

Por último, sobre la afición por narra historias en las canciones Páez dijo: “Una de las tantas ventanas que tengo como parte de mi ADN es que se me cuela el cuentista, o el novelista. Ahí siempre meto o intento contar alguna historia dentro de las canciones, que no es un género preparado para tolerar una historia. A veces funcionan bien. Pero no es una pretensión, es como un recurso más para trabajar. Incluso, a veces la crónica o contar determinados hechos es un atajo para llegar rápido a la música que ya está compuesta, tiene su forma. Y es el territorio ideal para que una historia cobre vida”.