El 7 de noviembre de 1986, Rosario se convirtió en la Ciudad de Pobres Corazones. Aquel día, el horror golpeó la puerta de uno de los hijos dilectos de Rosario. Fito Páez estaba en Rio de Janeiro, descansando en el hotel junto a su pareja de entonces, Fabiana Cantilo. Habían viajado para presentar allí el disco Giros. Sonó el teléfono. Dicen que la noticia le provocó un ataque de furia, como puede verse en la serie de Netflix que fue estrenada en estos días y que es furor en la popular plataforma. En su ciudad natal, en su vieja casa de Balcarce al 600, habían asesinado a cuchillazos a su abuela paterna, Belia Zulema Ramírez de Páez y a su tía Josefa Páez, sus “mamás postizas” desde que la suya murió, cuando era muy chiquito. También a la empleada doméstica Fermina Godoy, que además de los cortes había sufrido un disparo en la cabeza.

El asesinato conmocionó a la ciudad. La casa donde Walter de Giusti había cometido la masacre quedaba a 150 metros de la entonces Jefatura de Policía, el edificio de San Lorenzo y Moreno que hoy es la sede local de Gobernación.

La policía primero detuvo al marido de Fermina, quien había ido a buscar a su mujer al trabajo y se encontró con la aterradora escena del crimen. También a una pareja allegada a los Páez. Pero todos fueron liberados a las pocas horas.

Fito volvió de Brasil y se presentó en la comisaría tercera, de Dorrego y Salta. Allí contó sobre la rutina de las mujeres y sus vínculos.

“Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No la entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”, le dijo a la prensa tras reunirse con el comisario.

Después del horror

La investigación siguió su curso. Fito también, en medio del dolor: tenía por delante la presentación de La, la, La, el maravilloso disco que había grabado ese mismo año junto a Luis Alberto Spinetta.

En el show en el estadio Obras, de Buenos Aires, Fito estrenó un tema que luego se transformó en el nombre de un disco que habla del dolor y la violencia que lo atravesaban: “Ciudad de pobres corazones”.

“Después del horror me empecé a dar manija y compuse, que era lo único que podía hacer”, le dijo unos meses más tarde al diario Clarín.

“Soy un animal herido, que se relame las heridas y a lo mejor no quiere que lo vean. Como decía Borges, lo que me une a la vida no es el amor, sino el espanto”, sostuvo en aquella nota.

Giro investigativo

Los meses pasaron y los crímenes no se esclarecían. Nada tan raro en aquella Ciudad de pobres corazones. Pero el caso dio un giro en agosto de 1987 casi por casualidad.

Paola, una travesti de Rosario, fue detenida y la policía encontró en su poder joyas que habían pertenecido a la abuela de Fito. Paola señaló a su amante, Walter De Giusti, de 24 años. El joven fue detenido junto a su hermano Carlos, de 19. Y confesó los crímenes.

No solo eso, se determinó que Walter había matado a otras dos mujeres en una casa de la zona sur, en Garay al 1000. Las víctimas, Angela Cristofanetti de Barroso, de 80 años, y su hija Noemí, de 31.

Después de esos crímenes, en diciembre de 1986, el asesino ingresó a la policía. Cuando fue detenido era un agente más en la subseccional 15 de la localidad de Esther. En su casa fue encontrado un grabador que Fito le había regalado a su abuela Belia.

Viejos conocidos

De Giusti y Fito se conocían. “No puedo calificarlos. Son locos, pero todos estamos locos. Yo tengo mis rollos y ellos los suyos. Los conocía desde hace muchos años, eran vecinos”, dijo el músico.

No solo eso: el asesino había ido a la misma escuela que Fito, la Dante Alighieri, y también era músico: tocaba el bajo en una banda de heavy metal.

De Giusti fue condenado a reclusión perpetua, aunque más tarde se le bajó la condena a 24 años y siete meses de prisión. En 1998 recibió el beneficio de la prisión domiciliaria, porque tenía VIH y estaba casi ciego. Pero se descubrió que había violado el régimen y volvió a la cárcel, donde murió ese año.

En 1987 Fito editó el disco Ciudad de Pobres Corazones. Una obra maravillosa y a la vez oscura, con la tragedia sobrevolandola en su totalidad.

Acaso la referencia más clara, además de la canción que le da nombre al disco, esté en el tema Track Track.

Aquí la letra.

No se pasa el tiempo
Al menos para mí ya tome pastillas
Y sigo sin dormir
Miro a los costados y nada que amarrar,
Ya no existen lazos
Alguien hizo trac, trac, trac

Todos los perfumes, todo aquel lugar
Todas las miserias y toda la verdad
Cada movimiento del sol en la pared,
Cada mueble viejo, cada anochecer
Eh, eh, eh

Dame tu amor, sólo tu amor
Dame tu amor, sólo tu amor

Pocas garantías hay para los dos
Nada en este mundo tiene algún valor
Todo el vecindario puede proceder
Yo soy sospechoso como vos y él

Vino todo el mundo, la radio y la TV
Vino el comisario, los ángeles también
Todos quieren algo, sangre o no se qué
Y todo el universo sigue intacto como ayer
Dame tu amor, sólo tu amor
Dame tu amor, sólo tu amor.