El horizonte como metáfora suena a utopía, a quimera, a sueños pendientes; pero también reclama, desde su condición intangible, que afiancemos y prolonguemos el latido de la esperanza, para fortalecer y afirmar los pasos de nuestro caminar, para ir siempre más allá del cansancio inevitable y de los tentadores espejismos.

Señalar y elegir la Paz como horizonte a alcanzar nos presenta un altísimo desafío, poblado de riesgos y trabas que aparecen infranqueables, lleno de postergaciones e incertidumbres, por lo arduo y empinado del camino.

Pero ciertamente hay un paso o muchos pasos previos y necesarios para acortar el camino: la Justicia. Tan urgente como necesaria y también “demasiado largamente esperada”. América Latina es el continente donde se registran las mayores desigualdades y donde la pobreza constituye un mal estructural, ensombrecido por postergaciones inconfesables.

El Papa Francisco, en su mensaje al IV Encuentro Mundial de los Movimientos Sociales, invitó a todos a soñar: ”Soñemos juntos, porque fueron precisamente los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo”.

Y luego de seguir alentando a los participantes a continuar reclamando y procurando Tierra, Techo y Trabajo para todos; les recordó la Enseñanza Social de la Iglesia sobre el Destino Universal de los Bienes y el Principio del Bien Común. Señalando dos propuestas concretas como aporte hacia soluciones estructurales: el Salario Básico Universal y la Reducción de las horas de Trabajo.

Tenemos ideas, propuestas, experiencias y sueños para alentar concretamente nuestra esperanza en el camino hacia la Paz.