Rec & Roll. Una vida grabando el rock nacional cruza texto y música en un libro que "suena". En él, ingeniero de sonido y productor artístico Mario Breuer enhebra las memorias de quien registró buena parte de los discos fundamentales de rock argentino (y a los que se suman otros géneros, se aclara) con anécdotas personales dentro y fuera de un estudio de grabación.

En el “haber” –y tras cuatro décadas de grabar, mezclar y masterizar– figuran 2.500 discos de artistas argentinos y latinoamericanos. Parte de la religión (y  buena parte de la discografía), de Charly García, La mosca y la sopa, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Vasos Vacíos, de Los Fabulosos CadillacsLlegando los Monos, de Sumo; Del ’63, de Fito Páez; La dicha en movimiento, de Los Twist., Vasos y besos, de Los Abuelos de la Nada; Honestidad Brutal, de Andrés Clamaro; Otro día más en el planeta Tierra, de Intoxicados; Es mentira, de Miranda son algunos de esos (2.500) discos.

¿Y en el "debe"? Una búsqueda que no cesa: “El disco perfecto”.

Miguel Abuelo me explicó lo de la «estructura piramidal» desde la mezcla de una canción. Algo que tenga una buena base, esté bien arreglado y en la punta, la estrella”

Rec & Roll es mi mirada sobre los hechos acaecidos en los estudios de grabación en los últimos cuarenta años. Tengo la fortuna de haber participado en varios discos importantes que se me han ido cruzando en el camino; un montón de artistas que al día de hoy conforman una suerte de generación de música muy representativa”, explicó Mario Breuer, en diálogo con Rosario3.com.

El libro editado por Aguilar surgió a instancias de su hija Mariel (Breuer) y fue coescrito junto a ella y las también periodistas Cocó Muro y Estefanía Pozzo.

“Lo primero fueron grabaciones para guardar algunas de mis memorias y todo eso”, abundó el otrora baterista y DJ adolescente.

El “todo eso” se repartió en ocho capítulos cronológicos, un “diccionario Breuer” –con términos ligados a la ingeniería de sonido–, una retrospectiva con algunos de los álbumes en los que participó (dotados de sus respectivos comentarios) y el apartado “Cómo hacer un disco (for dummies)”.

Mario Breuer


El ingeniero que se hizo famoso antes de ser un buen ingeniero

“Lo que me hacía un ingeniero buscado, por decirlo de alguna manera, era el hecho de que siempre mantenía una especie de relación entre el ingeniero, el músico y el productor, algo que tal vez no era muy común. Siempre me relacioné más con la música que con la técnica, a pesar de haber estudiado todo la vida, porque sigo aprendiendo todo el tiempo (…) Era un poco un sentimiento mío de que no sé si trabajo tan bien para que me llame toda esta gente. Siempre quería más y más. Esto me planteaba, y me plantea, un formato de vida donde cada disco que hago me gusta más que el anterior”, sostuvo Mario, en una suerte de presentación de Breuer.

“Básicamente, soy un disconforme del trabajo: sigo buscando mi disco perfecto”, cerró.

La huella sonora

 “Cuando trabajo como ingeniero, me gusta poner mi impronta, pero no quiero que la gente me reconozca por el sonido. Y como productor, siempre traté de buscar en los artistas y los grupos eso que los hace distintos a los otros grupos del mundo. Eso es tratar de encontrar lo que llamo la «huella sonora». Lo veo como una no rutina: voy saltando de estilo en estilo y cada disco tiene que sonar como tiene que sonar”, abundó el entrevistado, quien asegura creer “más en la música que en los equipos”.

Al ser consultado por “el todo”, esa suerte de sello que se le atribuye y sobre el cual avanza en el libro, Breuer respondió: “Cuando yo puedo percibir no las partes de una canción sino toda esa canción, ese hecho artístico es «el todo»”.

“Cuando puedo percibir no las partes de una canción sino toda esa canción, ese hecho artístico es «el todo»”

Charly, Miguel y Fito

El trabajo en distintos sellos y estudios –Fonema, Panda, Del Cielito, Del Jardín– llevó a Breuer a trabar relaciones de variopinta intensidad con los músicos y las músicas.

Con Miguel Abuelo grabó, por ejemplo, Buen día día: ”Él me explicó lo de la «estructura piramidal» desde la mezcla de una canción y me dijo que eso tiene que ver con la vida y con cualquier cosa que uno haga. Algo que tenga una buena base, que esté bien arreglado y en la punta, esté la estrella, «Mike, luces de Mike».

El trabajo con Charly García devino en la dupla Colmillo y Tobillo donde los roles de productor e ingeniero se intercambiaban. “Fue un maestro –aseguró–. Mi trabajo con él fue fácil y difícil a la vez. Fácil porque así me resultó entenderme con él. Y difícil porque él plantea un paradigma de trabajo muy intenso. He tenido sesiones que han durado 14, 15 o 18 horas. Era mirar el reloj y no poder creerlo porque sentía recién estaba empezando”.

A Fito Páez lo grabó y mezcló en Del 63 (y también trabajó con él en Ey y Ciudad de pobres corazones). “Fito era muy joven (en su primer disco solista). No sabía cómo llegar a cada sonido pero sabía muy bien a dónde quería llegar. Entonces, no es que estábamos delirando. En la búsqueda, él me lo explicaba de modo «poco profesional», por decirlo de alguna manera, y yo lo interpretaba. Era como una especie de flor exótica floreciendo con 20 años de ganas de hacer cosas y de llevarse al mundo con delante”.

Mario Breuer
Crédito: David Lezcano

Yendo de. “elepé” al “cedé”

Durante la charla telefónica con Mario Breuer, referencia a una "formación constante" y la obsesión de ir más allá de lo que el andamiaje tecnológico en cada presente le ha ofrecido aparecieron en más de una respuesta.

Y ante la pregunta sobre los cambios que las tecnologías operaron (sobre todo a partir de los ’90) en la producción, distribución y consumo de un bien cultural como la música, el entrevistado puso énfasis en ambas “búsquedas” que le permitieron –tal como admitió– “adelantarse” a las transformaciones.

“Fui adoptando y adaptándome a los cambios. A veces hay cosas que vos decís bueno, esto mucho no va a durar y esto sí va a ser definitivo. Hoy, puedo ver que cada década tiene su característica, su sonido”, admitió.

"Te diría que a mí la música me sonríe. Y veo un futuro muy promisorio para la música argentina y latinoamericana”

“En los ’80, disfruté de esos sonidos antinaturales y muy procesados. Escucho esos discos y, vistos desde hoy, algunos me parece que suenan increíbles. Después llegaron los ’90 y apareció el grunge, con un sonido más crudo. Vinieron interne. y una serie cambios que consideraba importantes. Entonces, al final de esa década, me abrí a proyectos independientes porque entendí que eso era lo que iba a pasar. Sí dormí en algún momento, fue en la primera década de este siglo donde realmente las cosas estaban muy poco claras. No me encontraba con música que me seduzca. Pero me atrevería a decir que desde el comienzo de esta década, empezaron a cambiar muchas cosas: la tecnología digital se empezó a poner muy seria. Y te diría que la mirada de hoy de la musca, después de todos los cambios que hemos sufrido, creo que hay un futuro un poquito más brillante”.

Más allá del reggaeton

Breuer pinta un presente optimista. “Me parece que hay un montón de proyectos y de bandas, sobre todo aquí en la Argentina, que me gustan. Hay algo que vengo escuchando de hace 15 o 20 años: gente muy involucrada en el negocio de la música, popes de la producción de espectáculos, vienen diciendo que el futuro es de la música latinoamericana. Nos guste o no nos guste. El trap y el reggaeton se están metiendo por todas partes y en todo el mundo: Y es una buena noticia que la gente mire hacia acá porque nos va a permitir mostrar otro tipo de música también (…) Los Espíritus, por ejemplo, es un grupo que está creciendo en profundidad, como era antes. Hay muy buenos indicios. Te diría que a mí la música me sonríe. Y veo un futuro muy promisorio para la música argentina y latinoamericana.”

El prólogo de Rec & Roll es de Andrés Calamaro. Y tanto la introducción como el primer capítulo se pueden leer acá.