Tres actores ensayan una obra peligrosa para sus vidas. Exiliados del afuera, han perdido la noción del tiempo. Actúan para no quedarse en la dimensión de las sombras. Se preguntan si es necesario arriesgar sus cuerpos a la posibilidad de sufrir la exposición de algún castigo. Exonerados en un ensayo que muta por los miedos y las inquietudes de ellos y el caos del afuera. Así resume la Compañía Maquinal, la obra Oxymoron, sombras del sueño, que presentan los sábados de mayo a las 21, en el teatro El Rayo, de Salta 2991.

En esta obra, que ya lleva varias presentaciones y que sumerge al público en un viaje entre un texto profundo y por momentos delirante y un trabjo corporal que impresiona, cuenta con las actuaciones de Adriana Frodella, Nicolás Valentini y Valeria Rico, bajo la dirección de Judith Ganón.

La directora, justamente, dio más precisiones sobre el trabajo.

—¿Cómo se gestó la puesta "Oxymoron" a partir de esta idea de mecanismo teatral?

—La obra surge a partir de la necesidad de juntarnos a entrenar en la Poética de las Maquinarias de Pompeyo Audivert, ya que todos los integrantes lo habíamos experimentado al transitar por el taller de Pompeyo. Yo comencé a quedarme afuera tirando las propuestas, consignas, siendo el ojo que todo lo ve. A partir de allí surgió también la necesidad de producir y entonces apareció como espacio “El teatro Confite” de Casa Arijón donde volcamos el material de improvisaciones y lo transformamos en 25 minutos de obra en donde aparecía desde el comienzo esta pregunta que nos ronda acerca del rol del actor en esta sociedad. Pregunta que sigue rondando en la obra Oxymoron pero con diversas respuestas que mutan y repreguntan nos interpelan. Sumamos textos bellísimos, que surgían como respuesta a estas preguntas sobre nuestra identidad, nuestro camino, nuestros sueños

—¿Como manejaste como directora el desafío de reunir en la escena a actores y actrices que venían de trayectorias bien distintas.

—En el territorio de la Poética Maquinal, ya allí instalados, el actor se trasmuta en un nosotros, vuelca sus saberes en beneficio del movimiento de esa máquina, deja lo propio para ser parte y potenciar el todo. No importa de dónde vengas, en tanto y en cuanto estés presente en ese peculiar moverse democrático de la máquina. La obra Oxymoron arranca desde un ”quién soy, quiénes somos”; pisamos fuerte en el territorio y ya somos un todo fragmentado a veces pero con una pertenencia mágica, poderosa. De hecho, me tomé el atrevimiento de musicalizar la obra en vivo y siento que aunque el público no me ve estoy muy presente en relación con mis compañeros en relación con la máquina en sí.

—Los protagonistas ensayan una obra y en ese ensayo en el que se juegan la vida parecieran decirnos que el teatro habla de la condición teatral de la existencia. ¿Es así?

—El ser humano se pregunta acerca de su existencia, el actor-maquinal asume esa pregunta como propia como parte de un todo germen de su oficio. Recurre a la Ficción dentro de la Ficción como los actores de Hamlet que revelan la Traición dentro del Reino. Una Misión que cumplir. Puede sonar pretencioso. Pero: ¿Qué es el teatro sino habla de la condición teatral de la existencia misma? Interpelándola estallándola.

—El nombre nos conecta con el significado de la palabra oxímoron y esta idea de contracara o de opuesto. En la obra se ve tanto el lado poético como el grotesco. Tanto que aún en momentos densos asoma la risa del público. 

—El oxímoron es una metáfora que se dispara a partir de una contradicción aparente, sumidos en la contradicción disparando metáforas desaforadas los actores de esta Maquina deambulan o danzan entre el grotesco y lo poético exquisito de Shakespeare por ejemplo. Se rien de su propia condición humana o del oficio que encarnan y que sin duda aman. Actuar. Algo así como: “En tu vida hacé lo que quieras pero en el escenario no”.