Florencia llega tarde y sin entrada al estreno de la película El Rosariazo, sobre los estallidos sociales de mayo y septiembre de 1969. Llega tarde porque no tenía pensado asistir a la proyección hasta ese día. Unas horas antes leyó una nota en el diario Rosario/12 que le dejó el corazón al galope y su vida cotidiana en suspenso.

En ese artículo, el director de esa película a la que ella llega tarde, Charly López, reveló que le había mostrado algunos de los archivos fílmicos que contiene el trabajo a la ministra de Cultura Chiqui González. La funcionaria reconoció entre esos jóvenes que corrían por las calles de Rosario a un compañero desaparecido durante la última dictadura cívico militar. 

La ministra y el director de cine encontraron en esas imágenes en blanco y negro un puente entre dictaduras: la de Juan Carlos Onganía, que se moría con los azos del 69, y la desatada desde 1976, la más sanguinaria de todas. 

Eduardo Garat”, dijo Chiqui al ver el archivo. “Eduardo Garat”, repitió Charly en la nota que le hicieron. “Mi papá”, leyó Florencia y decidió que tenía que ir a ver esa película esa misma tarde.

La joven llega al estreno en la sala del Parque España nerviosa y ansiosa. Cuenta su historia en la entrada y pide por favor que la dejen pasar. Dice algo así como que se había enterado que había imágenes de su papá desaparecido en el documental y que ella nunca lo había visto así. "Así" significa en movimiento. Sólo conocía fotos de su padre, desaparecido en abril de 1978. Ella no lo sabe pero sus ojos negros chispeantes, intensos, enmarcados por su pelo negro hacen innecesaria cualquier explicación adicional.

Sentada en la sala, Florencia ve El Rosariazo con una tensión que se estira de forma insoportable. Sigue toda la película sin moverse y cuando aparecen los créditos no entiende qué pasa. Hasta que en ese epílogo, a pantalla dividida, aparece su padre, joven, que corre junto a otros y escapa de la Policía de Onganía.

Ella lo vive así: “Sentada en la oscuridad de la sala donde conseguí lugar, bastante arriba, inmóvil y ahuecada, pasó la película entera. El esfuerzo por parpadear poco no sirvió de nada. No lo vi o no lo reconocí. Él tampoco me reconoció. Ya no soy una niña ni siquiera una muchacha. La pantalla se divide en dos, en el rectángulo derecho leo exhausta los créditos finales. En el izquierdo, aparece el muchacho y, mientras mis órganos ruedan cuesta abajo por la alfombra de la sala, escucho el sonido de ese tiempo: el murmullo de sus amigos nombrándolo, el ruido de mis párpados bruscos, el de la tela de la manga de mi brazo derecho que se extiende para señalarlo, el de mis labios que se pegan y despegan para decir: «Ese es mi papá», y el extraordinario ruido que descubro hace el movimiento. Y todo esto ocurre con la velocidad del que corre porque lo persigue la cana”.

El archivo


Diez años después de aquella primera proyección de su película (por los 40 años del Rosariazo), en un bar de avenida Francia, Charly López abre en su netbook una carpeta con algunos de los archivos de su investigación. El de Eduardo Garat dura en total seis segundos. Tres segundos corre de frente y otros tres de espalda. Pero el momento más fuerte es cuando ese joven Garat de 1969 gira y mira a cámara. Apenas un segundo: 24 fotogramas animados uno detrás de otro.

Ahí radica la magia. Eduardo, el padre de Florencia Garat, fue secuestrado por una patota el 13 de abril de 1978 en Rosario. Ella tenía 6 años, su hermano Santiago 4 y Julieta, la más chica, no había nacido, faltaban aún seis días para eso. Los Garat tenían fotos para recordar a su padre y los dos hermanos mayores algunos recuerdos. Pero el movimiento, ver correr a alguien que ya no está, "es algo tan extraordinario y ruidoso", describe Florencia.

“Nosotros somos privilegiados. Otros compañeros de hijos de desaparecidos apenas tienen una foto tipo carné de mala calidad y nada más”, valora la diseñadora gráfica, a 50 años de aquellas corridas por el Rosariazo y a diez del día de mayo en que vio esa proyección en el Parque España.

Aquel día, ella le contó a sus hermanos y a su mamá, Elsa Martín. A la proyección siguiente, todos fueron a ver la película. Después se conocieron con Charly y dieron sus testimonios para el documental. Este nuevo corte de El Rosariazo incluye esa historia. Garat ya no es uno de los muchachos sin nombre que pelea contra la dictadura de Onganía. Es padre, es esposo, es abogado, es militante (hizo un recorrido desde Franja Morada a Montoneros) y es también un futuro desaparecido.

En ese rompecabezas que no para de sumar piezas quedó atrapado Charly López. Empezó en 2004 a buscar archivos inéditos, a comprar otros a los coleccionistas, los cruzó con entrevistas propias, reconstruyó historias, creó otras que no existían antes de su trabajo. Y ya no pudo salir.

No es casual que su película empiece con un reloj. El reloj del Palacio Fuentes (Sarmiento y Santa Fe) frente al cine El Cairo. La utopía de que con ese viejo arte audiovisual, al menos por un rato, es posible ganarle al olvido. A eso volverá apostar Charly este año, con la proyección de un corte de 50 minutos en este mes de mayo (como adelanto). Y en septiembre, cuando se recuerde el segundo Rosariazo, promete el estreno definitivo (salvo que las fichas del rompecabezas que arma le sigan cayendo como una cascada eterna).


 
Memoria y debate


Las revueltas estudiantiles de mayo de 1969 se desataron después del crimen de un estudiante en Corrientes, que reclamaban por el aumento en los precios del menú en el comedor. La marcha local de repudio que se realizó en Corrientes y Córdoba, donde estaba el comedor de la UNR, derivó en una represión policial y en el asesinato del estudiante Adolfo Bello (en la entonces Galería Melipal por calle Córdoba).

Ese crimen generó la suspensión de actividades de las facultades y otra manifestación masiva, a la que se sumó la CGT de los Argentinos. La ciudad acompañó el levantamiento del 21 de mayo y ese día las fuerzas represivas mataron a Luis Blanco, un adolescente de 15 años. Una semana más tarde, comenzaba El Cordobazo y otra ciudad ardía contra la dictadura.

Para recordar y debatir esos hechos, se montaron en la ciudad diversas actividades. El próximo sábado en el Museo de la Ciudad además de proyectar El Rosariazo a las 19.30, habrá una intervención multimedia (desde las 19) y una charla de López con Rafael Ielpi y Enrique Marcarian. El sábado 25 de mayo, la edición corta de la película se volverá a exhibir en el Centro Cultural Cine Lumière (Vélez Sarsfield 1027). Además, en la Facultad de Humanidades y Artes, por calle Corrientes, donde estaba el comedor, habrá paneles, charlas y muestras desde este viernes 17 y hasta el martes 21.