El primer líder cubano que no conoció otra Cuba que la Cuba de la revolución gobernará por cinco años más la isla. El parlamento unicameral, formado por 470 diputados, reeligió este 19 de abril a Miguel Díaz-Canel con el 97,66 por ciento de los votos para cumplir un segundo mandato como presidente. Prácticamente no tuvo oposición aún cuando su administración probablemente haya sido la peor en la historia del régimen. Situación que podemos comprender mejor si entendemos que la constitución establece que sólo hay un partido: el comunista; y sólo una ideología: la socialista

Muchos tuvieron la ilusión de que este ingeniero electrónico de 63 años fuera un reformista esperando el momento indicado para realizar los cambios que necesitaba la isla. Otros, quizás quienes más lo conocían, enseguida intuyeron que Díaz-Canel sería un burócrata gris que mantendría a flote el atrasado sistema político, económico y social de la dictadura más longeva del hemisferio. De todas maneras, ésta será la última vez que ocupe el cargo político más importante porque, de acuerdo a lo establecido por la Constitución de 2019, el presidente puede optar solamente por una reelección.

El desafío más grande de Díaz-Canel apenas asumió en 2018, fue construir legitimidad interna. Al no pertenecer a la “generación histórica” que luchó contra el régimen de Fulgencio Batista, constituía una excepción dentro la dirigencia. Fue entonces cuando Raúl Castro le allanó el camino. No sólo lo eligió sino que lo arropó bajo las alas de la inquebrantable unidad del partido. No hubiera podido avanzar de otra manera. 

Conjuntamente a este primer reto, se encontraba la urgencia por la actualización del modelo económico. Entonces el ingeniero se puso manos a la obra con lo que llamó “tarea de ordenamiento” que incluyó la unificación de las dos monedas que circulaban en la isla desde 1994. De este modo se configuró la primera devaluación en la historia de la revolución que intentó recomponer las distorsiones de la macroeconomía buscando aumentar la productividad a través de la actividad privada. En 2023 esto no solo no se logró, sino que se acentuó el desabastecimiento, subió la inflación, aumentó la escasez de medicamentos y se deterioraron aún más los servicios de salud.

El contexto externo también aportó. La pandemia de Covid-19 redujo enormemente el turismo, uno de los principales ingresos de la isla. Los números se recuperan aún muy lentamente. Además, hay que sumarle el endurecimiento de la política del embargo durante la administración de Donald Trump y que, con algunos matices, continúa aplicando el demócrata Joe Biden.

Además de estos factores, hace años rige una constante: la crisis energética. Por un lado, la persistente falta de combustible. Continuamente el transporte se ve paralizado generando colas kilométricas en las estaciones de servicio. Por otro, el problema eléctrico. Se suscitan cortes diarios a los cuales los cubanos ya están más que acostumbrados. Esto se debe a la falta de inversión para el mantenimiento de las ocho plantas termoeléctricas terrestres. Lo más desesperante es que a medida que pasan los años la condición empeora. Sin estructura energética, ¿qué país puede aumentar su caudal productivo?

Durante 2021 y 2022 Díaz-Canel tuvo que enfrentar las mayores protestas de su administración. Cientos de manifestaciones callejeras se fueron dando por cuestiones diversas. El gobierno reiteradamente recurrió a bloqueos del servicio de Internet para evitar las reacciones en cadena. Además actuó como lo hace en estos casos: desconociendo, limitando y criminalizando el disenso. Por eso, una vez más volvió a reprimir, realizar arrestos domiciliarios y encarcelamientos. 

Adicionalmente, durante el primer gobierno del ingeniero aumentaron drásticamente los números de la emigración. Según datos de los servicios migratorios norteamericanos, los cuales el gobierno cubano descree, en el último año, cerca de 320.000 exiliados llegaron a tierras norteamericanas a través de la frontera mexicana. Es el éxodo migratorio más grande desde el triunfo de la revolución castrista. Duplica las cifras de los dos últimos grandes éxodos juntos. El de 1980 cuando desde el puerto del Mariel salieron 125.000 personas en seis meses. Y en 1994, durante la crisis de los balseros, cuando 35.000 cubanos se lanzaron al mar.

A fines del 2022 el mismo Díaz-Canel hizo una fuerte autocrítica expresando su “insatisfacción personal” por no haber podido mejorar la situación económica. Y más allá de que consideró necesario ser más flexibles en lo económico, rechazó realizar cambios radicales en lo político. Y exteriorizó: “Me niego a la satanización del socialismo, porque el socialismo es, en esencia, un sistema orientado a conquistar la mayor justicia social posible”.

Lo más probable es que en los próximos cinco años Díaz-Canel se dirija en la dirección ya conocida. Cuba no cuenta con mecanismos de participación ciudadana real en la toma de decisiones políticas, ni tampoco espacios democráticos que permitan presentar alternativas o mejoras. Este sistema encallado, centralizado e ineficiente le ha quitado a los cubanos, que tienen la mente ocupada pensando como subsistir día a día, hacerse una idea de cómo podría ser su futuro. De este logro, sí se puede jactar el régimen: la impasible y casi serena tolerancia de los ciudadanos a las miserias cotidianas donde no tiene lugar el porvenir.