En todas las épocas al ser humano le ha tocado aprender, sortear la ignorancia, superar los errores y crear mejores condiciones. Ha tenido que enfrentar epidemias como la de poliomielitis de los años ´50 la que en ese momento carecía de respuestas terapéuticas. Se recurría a remedios caseros, hasta que llegó la vacuna; con el sarampión pasó otro tanto.

Los integrantes de la sociedad recibimos en este momento el impacto con que una enfermedad nueva los asola y los aisla, mientras los profesionales tratan de dar respuestas. Ese es el momento que atravesamos.

“Hay grupos de riesgo sobre los que tenemos que tener una mirada más detenida tal como son las personas mayores y, sobre todo, de ellos los que se encuentran solos y los adolescentes, quienes viven un momento muy complicado ya que no pueden tener la ocupación habitual que es ir al colegio donde se encuentran con sus pares, no tienen otra ocupación para compensar y encerrados se incrementa en ellos la hiper conexión lo que favorece la adicción a los dispositivos, y lo viven con mal ya que no pueden canalizar y expresar todo ese malestar por el que estamos atravesando”, nos decía Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, quien recomendó a los adultos “mirar  con atención y percibir la tendencia hacia el aislamiento, el ensimismamiento  de estos jóvenes, púberes y adolescentes que pueden insinuar cuadros depresivos. Ya que esta pandemia afecta a todas las edades y a los adolescentes, en particular.

La mirada sobre los grupos de riesgo tiene que ver con que algunas manifestaciones previas nos pueden indicar el comienzo de un trastorno psiquiátrico; y, hacia dónde puede conducir a esas personas.

En relación a los adolescentes, los mismos pueden presentar depresiones encubiertas en distintas formas, llegando algunos casos a manifestaciones severas como intentos de suicidio. Sin alarmarnos debemos tomar en cuenta las consecuencias que está generando esta pandemia y la consecuente cuarentena con las limitaciones a las que nos somete a todos los grupos etarios, incluyendo a púberes y adolescentes.

Para lo cual deberemos tomar diferentes alternativas y enfrentar el encierro que llena de tensión al grupo familiar; a los que se les agrega los problemas económicos, pérdidas de fuente de trabajo, la frustración de no poder llevar adelante los ritos clásicos de los adolescentes con el fin de un tipo de escolaridad para asumir nuevas responsabilidades; ligado todo esto al cambio hormonal mientras intentan llevar adelante nuevos vínculos afectivos. No podemos soslayar los conflictos de los demás integrantes de la familia, incluido los padres que enfrentan sus propias crisis personales y de pareja. Todos factores de riesgo que impactan en la ya de por sí complicada situación producto de la cuarentena y pandemia.

¿Los adultos percibimos las señales que los adolescentes y púberes suelen enviarnos en sus momentos previos a las crisis?

Quiero subrayar un concepto: la atención. Los hijos requieren de un esfuerzo extra de atención de los adultos porque si no se reacciona a tiempo puede resultar muy trabajoso y hasta dolorosas las consecuencias de la desatención.

Se deben prestar atención a esos signos propios de un período de aislamiento: prestar atención cuando el adolescente se encierra en su cuarto; duerme demasiadas horas, no presta cuidado a su higiene ni al arreglo de su hábitat; la no participación en las clases virtuales; las conductas oposicionistas; la negación a comer, por ejemplo. Debemos estar atentos a los contenidos y las relaciones virtuales que presta atención el adolescente. Debemos tener en cuenta que hay jóvenes que tienen un grado de vulnerabilidad mayor con los cuales deberemos estar más atentos todavía

¿Hay cosas de los adolescentes que nos enojan demasiado y no nos dejan ver?

Yo siempre propongo no estigmatizar ni generalizar. En este caso que nos ocupa vemos que el adolescente está sufriendo; más allá de lo propio de la etapa de su desarrollo y si le agregamos todas las pérdidas y las limitaciones que traen aparejadas pandemia y cuarentena, el psiquismo del adolescente que es frágil, ya que es alguien que se ve grande y aspirante a la independencia y se sabe dependiente; todo lo cual, agrega a ese adolescente mayor sufrimiento, lo que le agregará un estado de estrés, al que responderá como puede; acá la figura del cuidador: padres, abuelos, tíos, vecinos, amigos, tiene que estar a la altura de las señales de alarma que puede percibir; y, sobre todo, no caer en la naturalización, que es aceptar como naturales conductas que se cree son propias del encierro. Existen   ciertas conductas que muestran el inicio de algo que puede llegar a ser traumatizante

Hay que indagar en qué está, con quién se conecta y acercándose, despertar el interés por la conversación y el diálogo abierto y respetuoso. Proponerle hacer cosas juntos; es el adulto el que debe ponerse a la altura de es adolescente tratando de comprender sus necesidades y estimularlo. Interesarse. Entender y acercarse a ese sufrimiento por el que seguramente atraviesa ese adolescente. Ayudándolo a manejar ese sufrimiento, el adulto “cuidador”, se transformará en un acompañante imprescindible; y si la situación deviene inmanejable, recurrir sin demoras a un profesional.

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Instituto Pinel, Alvear 1478, 3er Piso Rosario