En los tiempos de la Legión, que un tenista argentino fuera semifinalista de un torneo era algo que pasaba casi todas las semanas. Lo raro era cuando no sucedía. Argentina llegó a tener 21 tenistas entre los 100 primeros del ránking. Uno de cada cinco era de acá. Impresionante, una locura.

Único finalista argentino en la historia en Wimbledon (Nalbandian 2002), final íntegramente argentina en Roland Garros (Gaudio-Coria en 2004), finalista argentino en Roland Garros (Puerta 2005), semifinal completamente argentina en el Masters 1000 de Hamburgo (Coria, Calleri, Nalbandian, Gaudio en 2003), algo que jamás se repitió con ningún país en torneos de semejante jerarquía. Un Masters (Nalbandian 2005).

Ya casi pasado el furor de la Legión, Del Potro le ganó a Federer la final del US Open (2009).

A la Legión le faltó ganar la Copa Davis, algo que se le negó sistemáticamente a veces por cuestiones deportivas y otras de vedettismo que dañaron las chances.

En medio de los grandes logros, hubo muchos festejos de la serie Masters 1000 con varios protagonistas. En polvo de ladrillo y en cemento.

Cuando menos se lo esperaba, y de la mano de Juan Martín, llegó la tan ansiada Ensaladera de Plata en 2016 (Croacia).

Hoy, en cantidad, Argentina suma voluntades con un ránking más humilde que en aquella época, pero amaga con rellenar unos cuantos casilleros entre los 100 mejores del mundo. Son ocho, pero pueden ser más.

En tiempos de la Legión, Argentina llegó a tener 21 tenistas entre los 100 primeros del ránking. Uno de cada cinco era de acá. Impresionante, una locura

Báez, Francisco Cerúndolo y Etcheverry encabezan una camada que se les planta de igual a igual a las grandes figuras, como pasó con Cachín esta semana que pasó frente a Nadal en Madrid. Y fundamentalmente con Cerúndolo, tras ganarle al alemán Alexander Zverev, número cuatro del mundo, en sets corridos.

El trabajo de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) parece estar dando frutos y el desarrollo de juveniles también crece exponencialmente.

Cerúndolo dio el golpe ante Zverev y es uno de los jóvenes argentinos en ascenso (Alan Monzón/Rosario3)

Después de que Schwartzman mantuviera el protagonismo casi individual del tenis argentino por un puñado de años, el deporte blanco parece encaminarse a un resurgimiento que, aunque en cuentagotas, va consiguiendo resultados en partidos grandes.

Ocho tenistas entre los cien primeros y otros tantos entre el puesto 101 y el 200 no es un mal comienzo. Es casi el 10 por ciento del escalafón.

Entre las chicas, la cuestión viene más complicada.

Recién ahora María Lourdes Carlé se sumó a Nadia Podoroska entre las 100 primeras y Julia Riera está ahí nomás de agregarse, pero están muy lejos de aquellas grandes hazañas de los tiempos dorados de Sabatini y hasta de Paola Suárez.

Una esperanza asoma en el horizonte del tenis argentino. Con el acompañamiento de la AAT, el futuro puede ser mejor.

En la semana, en Madrid, hubo un incentivo. Horacio Zeballos se transformó en el primer tenista argentino en ser número uno en dobles en los torneos ATP.

El marplatense tiene 39 años y tocó la cima en el final de su carrera. Tiempo es lo que sobra.