Recorrer con una comitiva una fábrica en funcionamiento permite ver bien de cerca un proceso fabril y al mismo tiempo charlar sin cassette con quienes están diariamente en la trinchera productiva. "En planta hay trabajando unos 160 empleados en un turno", dice Luciano Dalesandro, gerente de producción de Briket durante la recorrida por las instalaciones de la fábrica de heladeras, freezer y exhibidoras que la empresa organizó para presentar una inversión de 2 millones de dólares en equipos.

Briket tuvo un buen año en 2020 al fabricar unos 150 mil equipos y este año apuesta a llegar a 170 mil anuales. Y si bien el sector de línea blanca ya está en un nivel de actividad muy superior al pre pandemia todavía está 20% abajo de lo que llegó a operar en 2011, cuando tocó un pico en producción y ventas. 

Cuando en Briket estén instaladas las tres nuevas máquinas que compraron, todas importadas (de China y Arabia Saudita), la empresa integrará más procesos, ganará flexibilidad en la elaboración, aumentará productividad y mejorará la calidad de los productos fabricados.

-"¿Y piensan sumar un segundo turno cuando estén listos los nuevos equipos?", se le pregunta a Dalesandro.

- "Empleados de alta calificación se van a incorporar, pero no vamos a sumar un segundo turno. El objetivo es, si la demanda acompaña, poder volver a tener los niveles de producción del 2011, pero con un sólo turno y no con dos como en aquella oportunidad. Ya nos pasó en dos oportunidades que se armó un segundo turno que luego se tuvo que desactivar por los bajones económicos y eso fue muy traumático para la empresa. No queremos volver a sufrir esos conflicto en nuestro lugar de trabajo", respondió el gerente.

El caso de Briket resume todo lo que está ocurriendo en la industria: se recupera la actividad, hay horizontes para nuevos negocios, aparece -de alguna forma- el financiamiento para invertir, pero los empresarios dudan en tomar nuevos empleados. Por eso apuestan a darle toda la rosca posible a la maquinaria creciendo en productividad. Es por eso que si el objetivo estatal es sumar empleo privado urge para después de las elecciones abordar un tema tan estratégico como delicado: el refresh a la legislación laboral que sin cercenar derechos a la mano de obra le quite temor al capital de sumar empleos.

Nuevo escenario

El gráfico es de Hernan Letcher, el director del Centro de Economía Política Argentina

La actividad fabril ya está mucho mejor que en la pre pandemia, sobre todo en la provincia. En julio de 2021 el nivel de actividad de la industria manufacturera provincial que registra la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe) tuvo un incremento de 15,9% interanual, acumulando en siete meses una recuperación del 25,2% en relación al mismo período del año anterior.

De esa forma, en Santa Fe el nivel de producción industrial correspondiente a julio de 2021 se ubicó claramente por encima de los registros de actividad no sólo de 2020 sino mejor que los de 2018 y 2019. Años, que vale aclararlo, fueron malos para las fábricas.

La recuperación viene con la recuperación del empleo industrial. Fue así que no sólo superó los niveles pre-pandémicos, sino que además recuperó 20.000 puestos perdidos durante el último año de Cambiemos. Así y todo, mientras que la actividad ya está como en 2018, en empleo industrial recuperado todavía tiene menos que en enero de 2019.

Muchos factores explican esa brecha, que arroja un fuerte aumento de la productividad. Por ejemplo, la inestabilidad y debilidad macroecónomica, los efectos de la pandemia y la tensión electoral y política no permiten consolidar un escenario que anime a masivas incorporaciones de personal. También el propio avance (cada vez más rápido) de la tecnología, pero en este caso sería un factor positivo para la competitividad.

Y en ese lote de factores que traban el aumento del empleo formal industrial, los propios empresarios ponen en un lugar destacado a la legislación laboral. Y no se trata de una cuestión de salarial. Todo lo contrario, las fuerte devaluaciones de 2018, 2019 y 2020 (más el goteo del 1% mensual de este año) convirtieron a los salarios argentinos en los más baratos de la región al medido en dólares. Y es que devaluar el peso es devaluar los salarios.

"Nos explota en la manos"

Abordar de manera seria un tema tan delicado como el refresh de la legislación laboral no es claramente para un período electoral. "Hay una serie de temas que más temprano que tarde nos tendremos que abocar porque nos explotan en las manos", dijo el titular de la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe), Víctor Sarmiento, hace 15 días en su discurso de celebración por el día de la industria en la planta de Crucianelli (Armstrong).

El gráfico es de Hernan Letcher, el director del Centro de Economía Política Argentina

La dirigencia industrial santafesina lejos está de profesar los credos liberales. Todo lo contrario, anclada en el mercado interno y las pymes, siempre se sintió más a gusto con modelos productivistas y no desreguladores. No en vano, son claras las diferencias conceptuales con la conducción de la Unión Industrial Argentina (UIA) que encabeza Daniel Funes de Rioja, un histórico abanderado de la flexibilización laboral de los noventa.

Es por eso que Fisfe haga propio el tema es todo un señal que no puede pasar inadvertida al sector político gobernante porque las luces de advertencia se las están encendiendo las industrias nacionales.

"No buscamos cercenar derechos laborales, sino bajar costos impositivos y simplificar procesos para que aumente el empleo formal y que el empleado gane más de bolsillo", dijo esta semana en Radio Dos el directivo de la Unión Industrial de la ciudad de Santa Fe, Alejandro Taborda.

"Hay cosas que en el sistema actual no funcionan. Por ejemplo, los mecanismos de resolución de conflictos laborales son anticuados y hay que modernizarlos a las nuevas formas de trabajo", insistió. "Si el gobierno quiere que aumente el empleo formal en la industria se debe genera certidumbre al empresario de cómo serán los costos y la formas de vinculación y desvinculación", agregó el dirigente industrial. 

Según Taborda, "la vía es un diálogo permanente con sindicatos buscando acuerdos parciales y no pensar en un paquete cerrado disruptivo con cambios digitados desde afuera de las empresas y los gremios". En otras palabras: que no venga digitado desde el FMI.

De abajo hacia arriba

"Así como está el sistema no sirve para nadie. Ni al empleador ni al empleado. Y por eso el planteo es buscar entre las partes formulas que le sirvan a todos y no sean en desmedro de nadie", reconoce Walter Andreozzi, secretario de Fisfe, en diálogo con Rosario3.

En realidad, hay ganadores. Y no sólo los abogados caranchos, quienes con la demorada adhesión en Santa Fe a la reforma a la ley de ART exploran ahora otros recovecos jurídicos para llenarse los bolsillos. Son las empresas de empleo temporario. Y es que los industriales están dispuestos a pagar sobre-costos con tal de no tener que afrontar luego despidos si la recuperación económica no se sostiene o deja de avanzar.

Con todo, algunas propuestas empiezan a aparecer como los proyectos de seguro de desempleo a lo "mochila argentina" que impulsa el industrial textil Teddy Karagozian. Una iniciativa que lanzó en soledad y que por esas cosas de la coquetería y el protagonismo de la dirigencia empresaria porteña no hicieron suya no las centrales fabriles. Así y todo también empiezan a tejerse en cada foro empresario propuestas inspiradas en los mecanismos de contratación y desvinculación del sector de la construcción.

Andreozzi comenta que no se trata sólo de los grandes temas (como las desvinculaciones) sino mecanismos de la práctica habitual que llenan de sobre costos la relación laboral. Dinero que sale de las cajas de las fábricas pero que no terminan en el bolsillo de los empleados. "La legislación debe castigar al empresario incumplidor, al industrial infractor, pero no generar un sistema de sospecha sobre el industrial que hace bien las cosas", dijo.

La dirigencia industrial sabe que no son éstos los tiempos para encarar un tema tan delicado. Y mucho menos de manera pública y mediados por la política. Todo lo contrario: lo que ocurrió esta semana cuando el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta habló de la necesidad de flexibilización laboral generando una dura respuesta de la propia Cristina Fernández (en el marco de los cierres de los actos de campaña) fue lo peor que pudo haber pasado. No en vano muchos se agarraban la cabeza cuando vieron el cruce en los medios.

Es que plantear el tema en clave electoral, sostienen, lleva a la rápida ideologización de la discusión. Un debate que sale de lo técnico para entrar en la grieta. Y, como saben, cuando las discusiones se hacen en ese escenario de confrontación es garantía de que nada mejore.

Más aún que no se trate. Porque si bien hay sindicalistas que en privado admiten y comparten la necesidad de retocar la legislación, nunca lo harían público en un contexto de discusión mediática entre las máximas cabezas de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. Lo mismo con legisladores justicialistas que podrían apoyar cambios pero que nunca los votarían en un contexto de mediatizada polarización ideológica que los exponga.

Es por eso que los industriales apuestan por otro camino. Uno que va de abajo hacia arriba. De tejer consensos sectoriales con gremios. Y recién una vez sellados los entendimientos, llevar los cambios a la arena política cruzando los dedos para que la coctelera política los desordene lo menos posible.  

"Si todos queremos que haya más empleo formal, la salida es aumentar el empleo industrial. Y por eso el desafío es armar el contexto que lo haga posible", fue el mensaje con el que Sarmiento, el titular de la Fisfe, cerró su discurso por el día de la industria.