Espejito, espejito. La mirada que se tiene sobre el propio cuerpo no suele coincidir con la que devuelve el reflejo. Por el contrario, está influenciada por valoraciones sociales y culturales que agitan la subjetividad y que, además, se concentran en un espacio y en un tiempo. ¿Qué vemos cuándo nos vemos? ¿Qué vínculo establecemos con el cuerpo? Estimulados por una encuesta en ese sentido lanzada por la organización Anybody a nivel nacional, Rosario3 busca profundizar sobre la conexión actual que rosarinos y rosarinas mantienen con la corporalidad, en medio de exigencias estéticas, conceptos renovados de salud y el vertiginoso ritmo de las redes sociales. Para ello, consultó a diversas voces que aportaron información, cuestionamientos y nuevos interrogantes.

Romina Sarti es politóloga, magíster en Política y Gestión de la Discapacidad e Inclusión Social y especialista en diversidades corporales, discapacidad y enfoques críticos sobre cuerpo y sociedad.

 Romina Sarti

Sus frases destacadas

*El problema está en pensar que hay un solo tipo de cuerpo válido.

*Hay una cosa muy meritocrática, de sociedades muy individualistas, esto de que yo puedo con todo, que todo depende de mí.

*Todos queremos pertenecer y esto significa ser lindo, ser joven, ser fit, ser productivo, estar en una fotito a la vera del río un lunes a las 2 del mediodía mientras la gente está trabajando.

*Uno termina siendo solo lo que parece ser.

*Te ofrecen botox, el tratamiento tal o cual, una cirugía, un entrenamiento y por otro lado te dicen que te tenés que amar, entonces tenés que estar orgulloso de vos. 

*En los últimos años, producto de los feminismos y las militancias, se empezaron a escuchar otros discursos y conversaciones y ver otros espacios.

 La imagen que devuelve el espejo (Géminis)

La entrevista completa

–¿Cómo ves el vínculo de los rosarinos y rosarinas con sus cuerpos?

–Quiero en primer lugar aclarar que quienes defendemos la diversidad corporal no estamos en contra de la gente delgada ni de la gente fit, sino que entendemos que todos los cuerpos son distintos. Hoy, creo que en Rosario nosotros tenemos un problema bastante fuerte que tiene que ver con este mito de que las rosarinas somos las más lindas del país. Y cuando pensamos en belleza se piensa en un tipo de belleza, un parámetro bastante hegemónico e inalcanzable. A medida que nos esforzamos más en llegar a este tipo de cuerpo, más validación tenemos de los demás y de nosotros mismos, lo cual impacta en nuestra autoestima, por lo cual es muy difícil salirse de eso, porque en definitiva, como algo demasiado humano, todo lo que queremos es ser queridos y ser aceptados.

Entonces, ese mito que se instala de las rosarinas, referencia a la mujer y a un tipo de cuerpo, funcionamiento y género determinados. Por supuesto, a un tipo de edad, al acceso a determinados tipos de alimento, al acceso del tiempo que me permite también moverme y demás. Esto no depende solo del deseo y de la voluntad de la persona, sino que hay un montón de situaciones que facilitan que yo pueda llegar a tener ese cuerpo que se instala como un cuerpo ideal, porque justamente en lo ideal está la complicación de poder llegar a esto.

¿Qué quiere decir esto? Tengo que invertir mucho tiempo y mucho dinero para poder llegar a eso y después, para sostenerlo. Para todo esto hay un gran mercado. ¿Esto está bien, esto está mal?  Depende de cada uno. El problema está en pensar que hay un solo tipo de cuerpo válido.

El problema es que la salud sea el argumento para justificar la discriminación. ¿Qué quiere decir esto? «¿Cómo sos una persona gorda?» «¿Cómo es que sos una persona disca?» Es justificado discriminar porque no se adapta al parámetro y ahí radica la primera peligrosidad. Las personas somos todas distintas. ¿Por qué entonces quieren imponer un modelo que engloba a solo un tipo de cuerpo?.

 Las redes sociales cargadas de posteos sobre salud y estética (Géminis)

–¿Hay una relación con el florecimiento de gimnasios y dietéticas y espacios que ofrecen bienestar espiritual en los últimos años?

–Hay una cosa muy meritocrática, de sociedades muy individualistas, esto de que yo puedo con todo, que todo depende de mí. Entonces, en algún punto eso florece. Pienso en la potencia que tienen los gimnasios, no es más ir a hacer gimnasia sino que es ir a entrenar, o sea, cambia la palabra y allí se resume lookearte, vincularte con esa gente, avanzar espiritualmente, optar por determinada comida. Pero, está la contradicción de todos estos reels y videos de gente que en general es delgada, comiendo cosas absolutamente calóricas y chocolatosas. Entonces, parece que estamos pululando en dos extremos, lo que genera una enorme confusión. Cualquier persona que coma ese tipo de alimentación es poco probable que sea delgada. Entonces, ¿cuál es el mensaje que se baja? Estamos todos tratando de sobrevivir, ¿no? Me puedo comer un chocolate Dubai con 10 kilos de chocolate, pero tengo que ir al gimnasio, me tengo que comprar la ropa tal, entonces, voy a golpearme la cabeza y repetir, "Soy maravillosa" Y me voy a mirar al espejo, voy a decir que me amo y ya voy a estar realizada.

Es un nivel de complejidad y banalidad a la vez, realmente es llamativo, que es muy difícil de desentrañar para mí que ya tengo casi 48 años. Me cuesta dilucidar dónde está el inicio del del ovillo, imagínate para un adolescente que se encuentra absolutamente bombardeado por estas imágenes que son super confusas, que no hay un mensaje claro y que pareciera que todo depende de uno, cuando en realidad sabemos que no. Entonces es muy complicado poder salir de esta dinámica.

–¿En qué edades advertís una mayor búsqueda de estos parámetros estéticos?

–Si bien siempre en la juventud se potencia, lo veo en todas las edades. Siempre hay una asociación entre las palabras que se usan para definir lo lindo o lo contrario. Por ejemplo, si vos tenés 70 años y te dicen «Ay, no parecés de 70, sino de 50» te están diciendo que ser viejo está mal. Si te ven y te dicen «Che, estás más flaca» como sinónimo de estar linda, eso significa que ser gordo o estar gordo es feo. Más allá de que siempre hay una edad que es carne de cañón para el sistema en la que uno es más sensible a las opiniones externas, está instalado en toda la sociedad. Todos queremos ser gustados y aceptados. Todos queremos pertenecer y esto significa ser lindo, ser joven, ser fit, ser productivo, estar en una fotito a la vera del río un lunes a las 2 del mediodía mientras la gente está trabajando o está en la escuela. Hay una tergiversación de lo real y de esto ideal que se plantea.

¿Cómo nos vemos los rosarinos y rosarinas? (Alan Monzón) 

¿Y por qué estamos atados a estos mandatos? Imagínate que vas a la clásica entrevista de trabajo. Ya ahora no no se dice tanto, pero en una época pedían buena presencia. ¿Qué significa buena presencia? Significa tener una determinada edad, determinado cuerpo, pertenecer a determinada clase social. Se van concatenando una serie de cosas que hacen que estés más excluido o menos excluido.

Entonces, esto de pertenecer no solamente tiene que ver con el laburo, tiene que ver con ir a un boliche y que no te miren con cara de orto porque sos gorda o sos marrón o sos petiso o petiza. Tiene que ver con tomarte un colectivo para irte a otra ciudad de vacaciones y no estar pensando si entrás en el colectivo, si es accesible o no es accesible. Esto te va  llevando cada vez más al encierro.

–En las últimas décadas, ha habido una exigencia de delgadez, sobre todo hacia las mujeres. ¿Ha habido una acentuación de esos mandatos de belleza y en paralelo movimientos sociales de resistencia? ¿Qué rol han jugado las redes sociales?

–No puedo dejar de pensar en Cris Morena y en un reality show que se llamaba 90-60-90 de modelos. Había una instalación de que el cuerpo delgado era el cuerpo válido y no era el cuerpo delgado como lo pensamos ahora sino hiperdelgado, no fit. Nuestra generación padeció muchísimo la agresión y la violencia estética, y en los últimos años, producto de los feminismos y las militancias, se empezaron a escuchar otros discursos y conversaciones y ver otros espacios. Hoy, esto se trata en un medio de comunicación masivo. Se ha hecho muchísimo, pero la lucha no se ha terminado porque hay un bombardeo de miradas que vuelven a ese cuerpo hegemónico. Es muy difícil salirse de las redes sociales, pero se ha ido atendiendo esta demanda y eso quiere decir que hay gente que no se engancha tanto en estas presiones que instalan.

– Esos cuerpos a los que se les exige perfección, ¿están sobreexpuestos por la moda? ¿En redes sociales?  

–Tengo una hija de 12 y fuimos a comprar ropa. Me quedé azorada. Es directamente ir en calzones. Ahí te das cuenta de que es el sistema. Si yo no tengo posibilidad de elegir otra cosa y alguien me está diciendo que lo que lo que se puede usar es esto, algo pasa. Es para un tipo de cuerpo, es mostrando o no mostrando otra cosa. Y después esta cuestión de que el cuerpo es lo que se ve, termina siendo el resumen de la cosificación. Uno termina siendo solo lo que parece ser.

Esa foto instantánea que alguien se saca en la Florida a las 2 de la tarde, dispara un imaginario de que esa persona es feliz, de que no sufre, de que es aceptada y a lo mejor sí, pero muy probable no, porque necesitamos esta garantía, esta certeza y esta seguridad que nos da la ilusión de creer que porque tenemos ese cuerpo, las cosas van a resolverse y vamos a ser felices, pero hay un montón de cosas que se tapan en esa fotografía, en ese instante.

Una mirada sobre cómo nos vemos (Alan Monzón) 

–¿Qué sucede con el paso del tiempo?

–Es difícil, hay una gran contradicción. Te ofrecen botox, el tratamiento tal o cual, una cirugía, un entrenamiento y por otro lado te dicen que te tenés que amar, entonces tenés que estar orgulloso de vos. Envejecer es natural, es inevitable. Sin embargo, se hace todo para evitarlo. Yo lo que veo ahí es un gran negocio. ¿Está mal aplicarse botox? ¿Ponerse crema? No, claro que no. ¿Te pone contenta, te desestresa, te sentís mejor? El punto es que eso no termine siendo una obsesión, una compulsión, un trastorno que te afecte en tu salud mental. Cuando ya te quita tanto tiempo, cuando ya monopoliza tu vida es un problemón porque, finalmente, terminás viviendo en función de un parámetro que te impusieron y te hacen pensar que está mal ser viejo.

Ser viejo es algo natural, que tengamos arrugas, que nos duela la cintura si nos agachamos, lo que pasa que permanentemente te muestran gente de 40, 50, 60 años que tiene cuerpo o un tipo de vida de 20, lo cual ¿está bien?, ¿está mal?. Está mal si te afecta en tu salud mental. Entonces, para mí, es un trabajo diario.

–¿Cómo nos desenganchamos de estas presiones?

–No la tengo atada, a mí me afecta también. ¿Cómo te salís de un sistema que todo el tiempo te está diciendo que estás mal?¿Cómo te salís de un sistema que te dice «ser viejo está mal, ser gorda está mal, ser mujer trabajadora con esa pinta está mal»? Hay días que una lo puede tomar más filosóficamente y otros no. Yo creo que hay que hacer un descanso de las miradas del otro y hacer algo de introspección, pasa que a veces no tenemos tiempo para hacer eso. Lo digo, y no es casual. Entonces, el mensaje es hacer tanto y en cuanto te haga sentir bien y no se apropie de tu salud mental y tu estado anímico.