La nueva Constitución de Santa Fe ya está escrita. Apenas detalles son los que faltan para que un proceso que se incubó por décadas llegue a su punto final. Un acontecimiento político-institucional enorme que será valorado con mayor justeza con el paso del tiempo. Por ahora, con todos los dictámenes aprobados y cuando solo resta lo mismo con el texto final, se puede afirmar que están despejados los temores iniciales de que se tratara de la Constitución hecha a medida de la mayoría circunstancial que gobierna la provincia. Su contenido gustará más o menos, pero de lo que no quedaron dudas es que Santa Fe entra a una nueva era constitucional con los consensos suficientes que se habían prometido.
Fueron muy pocos los artículos aprobados únicamente con votos del oficialismo y el Frente de la Esperanza. La gran mayoría se sancionó con el piso de 46 voluntades, que marca la entrada a la zona de mayorías especiales. Es un piso de acuerdo extraordinario, más para una provincia que tiene una vida política rica, activa y amplia, a diferencia de otras con sistemas políticos de pocos protagonistas.
La del 25 es una Constitución parida en tiempos de sistemas políticos hiperatomizados y escrita por frentes electorales a los que caracteriza el pragmatismo y los definen conceptos como “diversidad” y “flexibilidad” que hacen que la unidad siempre esté observada.
Basta recordar que Unidos, el frente gobernante que reúne más de una docena de partidos, llegó al día 1 de la Convención con siete proyectos de reforma diferentes. Y el peronismo se sentó en la Convención representado por dos bloques, y el mayoritario Más para Santa Fe con al menos tres grupos conviviendo en su interior.
La responsabilidad de conducir
El debut de Unidos con siete proyectos en lugar de uno mostró de dónde venía cada uno de los partidos socios. Una suerte de declaración de identidades y las distancias nada menores que los separaban conceptualmente (sobre todo a radicales y socialistas) en el punto de partida.
Esa estrategia nació de la imposibilidad de hacer una síntesis previa de la reforma que pretendían. Las oposiciones en general, pero en especial La Libertad Avanza y Somos Vida, tomaron nota de esa fragmentación inicial como la confirmación de que la reforma no era otra cosa que la búsqueda de la reelección para Maximiliano Pullaro.
A pesar de las dudas que se generaron los primeros tiempos, el camino de negociación a dos bandas que eligió Unidos –entre los socios de la coalición y con los bloque de la oposición– le dio el margen de acción que necesitaba. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera forzado un acuerdo interno rígido que luego hubiera tenido que revisar para construir acuerdos con otras fuerzas? Le hubiera sido mucho más complicado alcanzar el objetivo que se autoimpuso de votar sin divisiones del primero hasta el último inciso del nuevo texto.
Las oposiciones
El peronismo eligió ser una oposición de acuerdos desde el principio: el perottismo a la hora de sancionar la ley que habilitó la reforma; y los senadores durante el proceso de reforma, porque supieron sacarle el jugo a la necesidad del oficialismo de lograr un texto constitucional robusto, con volumen político. Este sector fue el gran articulador, y si se mira la película completa logró subir a ese tren a los acuerdistas y a los más confrontativos. La diversidad con flexibilidad salvó la unidad, no solo en la convención sino en el terreno electoral, donde los desacuerdos del PJ se zanjaron una vez más recurriendo a Ciudad Futura, esta vez con Caren Tepp, para encabezar el frente que competirá por las bancas de diputados nacionales en octubre.
Ser una oposición de acuerdos era también una necesidad para el PJ después de perder dramáticamente poder institucional en todos los frentes. Ser el interlocutor del oficialismo permite defender reductos de poder y redefinir roles en el nuevo ciclo político que inauguró en 2023 el aplastante triunfo de Unidos. En ese sentido, el papel que jugó la alianza panperonista es de esperar que se prolongue a otras esferas de poder más allá de la Convención Constituyente, como el ámbito parlamentario, organismos de control y el Poder Judicial. En este último caso, más temprano que tarde completará la renovación de las últimas tres sillas que hoy ocupan jueces con más de 75 años.
Roles como el que jugó el massista Diego Giuliano –pero no sólo él– en estos dos meses demuestran que el peronismo tiene y proyecta figuras que conjugan solidez técnica y política para desempeñar roles institucionales relevantes y que no guardan compromiso con los sectores de poder que perdieron terreno en esta reforma (la Corte configurada por el reutemismo es uno de esos casos).
Tanto La Libertad Avanza como Somos Vida se lanzaron a ocupar el lugar de oposición frontal que el peronismo dejó vacío al posicionarse como oposición de acuerdos tanto en la reforma como en la Legislatura. Ambas fuerzas se lanzaron a disputar el carril del “antitodo”, en una escalada que comenzó el primer día de la convención con mucho ruido, y a medida que pasaron los días demandó redoblar una y otra vez la apuesta discursiva de sus voceros, principalmente los archienemigos Nicolás Mayoraz y Amalia Granata.
Ambos trabajaron fuerte para desgastar al oficialismo, y en menor medida al peronismo. Al fin de cuentas Mayoraz y Granata son enemigos íntimos, pero los dos apoyan a la lista de diputados nacionales que digitó la Casa Rosada y que enfrentará a las listas de Provincias Unidas que encabezará la vicegobernadora Gisela Scaglia y de Fuerza Patria de Caren Tepp.
La de los libertarios la encabezará Agustín Pellegrini, un desconocido para el electorado que llega a ese puesto como mano derecha de la diputada Romina Diez, a su vez mano derecha en Santa Fe de Karina Milei. Pellegrini apareció en la lista cuando la Casa Rosada bajó el plan inicial de que diputados como Diez renunciaran a mitad de mandato para ser candidatos por el mismo puesto que ocupan. En La Libertad Avanza no son pocos los que creen que en esos devaneos de Diez se perdió tiempo y que el rosarino Juan Pedro Aleart, a pesar de su muy modesto papel en la reforma y de que ya se candidateó a dos cargos diferentes este año, hubiera sido mejor opción electoral. El karinismo no define por encuestas sino por mileísmo puro en sangre.
Hubo argumentos atendibles y críticas con una base de realidad de LLA y Somos Vida en la Convención, pero la idea de montar un teatro dedicado a generar estrépito, con descalificaciones, vulgaridades y discursos exaltados, no dejaron lugar para las voces más moderadas y constructivas.
La Libertad Avanza había hecho una apuesta extra, por afuera de la Convención, para que se declarara la inconstitucionalidad parcial de la ley que habilitó la reforma constitucional. Hace una semana celebró un dictamen no vinculante de una fiscal, pero duró poco. Cinco renombrados camaristas de Rosario –Ariel Ariza que hizo el primer voto, Juan Pablo Cifré, Iván Kvasina, Juan José Bentolila y Jésica Cinalli–, no precisamente cercanos al oficialismo provincial y en medio de las controversias por la futura selección y remoción de jueces, rechazaron esa pretensión y ratificaron el trabajado fallo de primera instancia que rechazó el amparo de la Jueza Civil y Comercial Susana Silvina Gueiler.
Si bien los camaristas tenían 30 días para fallar, con buen tino lo terminaron el viernes, de modo que la votación general de la nueva Constitución que será entre martes y miércoles y la jura, prevista para el viernes, se puedan realizar con cierto nivel de certeza en relación o no a la objeción judicial que estaba abierta.
Quién quiere dólares
La Libertad Avanza se mueve en dos frecuencias en lo que respecta a Santa Fe. Al tiempo que cascotea la Convención reformadora y confronta con el gobernador Pullaro, desde Buenos Aires apuran a la Casa Gris para que tome emita deuda por 1.150 millones de dólares que la Legislatura le autorizó meses atrás para infraestructura.
El pedido se afirma en la necesidad del gobierno nacional de fortalecer las reservas del Banco Central que siguen en crisis. El problema es que el riesgo país superó los 900 puntos y el costo de tomar ese dinero prestado estaría por encima del 10% en dólares. Salvo, claro, que el gobierno nacional ayude a bajar la tasa.
La Casa Gris tomó con prudencia la sugerencia. Ir por esos dólares es más necesidad del gobierno nacional que de la provincia. En este momento la provincia no tiene mayor apuro, porque no tiene proyectos ejecutivos atrasados o en riesgo, ni vencimientos de deuda que no pueda pagar ni problemas de caja. Sí tuvo que iniciar la construcción de la infraestructura de los Juegos Odesur 2026 con fondos propios porque Nación no libera los préstamos de organismos multilaterales destinados a ese fin.
De todos modos, Pullaro no cierra la puerta a emitir deuda, sea por el monto total o una parte, “siempre que a la provincia le convenga y la tasa sea razonable”. Parte de la idea de que el largo plazo termina acomodando los desajustes de las variables macroeconómicas (tasa de interés, inflación, tipo de cambio).
El cordobés Juan Schiaretti se convirtió en uno de sus principales consejeros en la materia. La gestión del exgobernador inspira parte del modelo productivista de Unidos, sobre todo en lo que refiere a desarrollo en infraestructura que los cordobeses financiaron con un nivel de endeudamiento importante, tanto que en 2024 oprimió las cuentas públicas y obligó a una refinanciación. “Eso acá no va a pasar. Primero porque el stock de deuda es más bajo y segundo porque no nos apartamos de la disciplina fiscal”, desdramatizan desde el gobierno.
Pullaro y Schiaretti son socios en Provincias Unidas, la alianza de gobernadores que tuvo su bautismo electoral en Corrientes con un triunfo. Junto a Martín Llaryora, el chubutense Nacho Torres y el jujeño Carlos Sadir viajaron a Corrientes para el cierre de campaña de los hermanos Valdés. Pullaro incluso les ofrendó el convenio para instrumentar el servicio de balsas de vehículos entre Villa Ocampo y Bella Vista que permitirá un ahorro de cientos de kilómetros en transporte terrestre.
En octubre Pullaro y Llaryora volverán a la cancha electoral. Van como exploradores a verificar si, como creen, hay un lugar para ocupar en el tablero político, equidistante del gobierno que no los quiso de aliados y del kirchnerismo al que quieren dejar en el pasado. Les preocupa el futuro, ya sea que el gobierno se fortalezca en las elecciones y avance con reformas que afecten a las provincias; o, por el contrario, que se debilite y se deteriore el escenario institucional del país.
Parte de esa historia, empezará a dilucidarse en las elecciones bonaerenses de este domingo, que el presidente Milei optó por convertir en una guerra a todo o nada.