Una reforma constitucional es una construcción política compleja y de magnitud. Como toda obra, necesita arquitectos, planos, materiales y, sobre todo, que un grupo de personas de diverso origen y especialidades se ponga a trabajar en conjunto para poder levantar el edificio final. En el proceso constituyente que está a punto de culminar en Santa Fe, el estudio de arquitectura que lo estructuró fue Unidos. Aunque comenzó con diseños diferentes y por momentos anduvo a los golpes, el oficialismo consiguió llegar a una síntesis común. El peronismo, también con sus internas, decidió participar, aunque el modelo no fuera el que más le gustaba. La idea de que quedarse afuera no era negocio. Aportar significó poner lo que pudiera, incluso límites al actual poder, y no irse con las manos vacías.
Los libertarios, que proponían levantar un edificio completamente distinto, al no contar con los ladrillos suficientes para construirlo, optaron por bombardear la obra desde afuera. A punto de iniciar una campaña electoral, le sirvió apenas para sostener el discurso anticasta en un momento en que su gobierno, el de Javier Milei, pierde crédito para hacerlo. Este viernes quedó sepultada su estrategia de tumbar toda la reforma en la Justicia por el fallo adverso de la Cámara de Apelaciones ante su presentación.
Arquitecto en jefe
Maximiliano Pullaro corona, con un hito que quedará para la historia, un tríptico que ordenó su primer tramo de gestión: reforma previsional, reforma judicial y reforma constitucional. Montado en su dominio de la Legislatura, fue por consensos más amplios. Primero para sacar la ley de necesidad de la reforma, que requería del voto de dos tercios de los diputados y senadores, y luego en la Convención, con una idea fuerza: que “la inmensa mayoría del articulado”, según dijo el jueves, saliera con mayorías calificadas. Así, mientras se posiciona también como referencia nacional desde el flamante agrupamiento de gobernadores llamado Provincias Unidas, pone a Santa Fe en contraste con la forma en que se construye –o en realidad se destruye– a nivel país.
Pullaro sale de la Convención con un activo que en política es sinónimo de poder: opciones a futuro. Puede ir por la reelección, mientras intenta acumular crédito nacional con un discurso con el que busca posicionarse, junto a sus colegas de Provincias Unidas, como alternativa a la polarización que plantea Milei: kirchnerismo o libertad.
“La marca de esta Constitución es el consenso”, dice el convencional Esteban Motta, espada clave del radicalismo. No es exactamente lo que opinan los sectores de la oposición, incluso los que en la mayoría de las reformas votaron con el oficialismo. Pero el frente gobernante también se lleva un discurso, además de una reconfiguración del esquema de poder que lleva su sello y le reserva el manejo de gran parte de la botonera de los poderes de la provincia.
De la grieta a los cimientos
Es cierto que Unidos pudo haber impuesto su aritmética con el aporte del Frente de la Esperanza y ganar todas las votaciones por 36 a 33. Eligió otro camino por necesidades políticas: sostener la cohesión interna y también darle a la obra una legitimidad más o menos coherente con su discurso público. Para eso, lo primero y más trabajoso fue ordenar la casa, para después abrir la mesa. La coalición arrancó con siete proyectos y una grieta conceptual clara entre UCR y socialismo que podría sintetizarse en un clivaje constitucional: ejecutivismo vs parlamentarismo. En palabras simples: autoridad para gobernar en tiempos difíciles o más contrapesos y controles ante el mayor poder que implica para un gobernador la posibilidad de la reelección.
Esa tensión se resolvió con política. Tuvieron un papel central el ministro radical Fabián Bastía –el piloto que puso en la Convención el Ejecutivo– y el diputado socialista Joaquín Blanco –negociador de la postura parlamentarista–. En el inicio de la Convención pulsearon fuerte, muy fuerte puertas adentro. Pero distendieron a tiempo.
Hubo un acuerdo metodológico fundamental para poder bajar las tensiones: tratar primero la reelección del gobernador. Cuando la cláusula transitoria que permitirá a Pullaro ir por otro mandato se aprobó, y encima con siete votos peronistas del bloque Más para Santa Fe, el pullarismo duro se aflojó y empezó a conceder ante sus socios internos en puntos sensibles, para luego, más sobre la hora, ampliar en asuntos puntuales el diseño al lápiz peronista.
Lo cierto es que cada socio dejó su huella. El socialismo empujó que se suprimiera la posibilidad de que la Constitución provincial habilitara los decretos de necesidad y urgencia, que el Ministerio Público sea un organismo extrapoder, mecanismos de participación ciudadana vincuantes, el fortalecimiento de las áreas metropolitanas, entre otras cosas. El PRO defendió la responsabilidad fiscal. La UCR capitiliza la posibilidad de que el gobernador sea reelecto, que quedara escrito que fija la política criminal, que el Ejecutivo conserva la facultad de enviar pliegos para la Corte y las cabezas del Ministerio Público sin un concurso previo.
“Haber logrado el Ministerio Público extrapoder, con un MPA y una defensa integral que garantizan igualdad de armas, es un hecho histórico. Mejoramos el enjuiciamiento y, además, no hay DNU ni delegación de facultades legislativas”, celebró desde el socialismo Lionella Cattalini, una de las dirigentes jóvenes que sobresalió en la Convención.
Ladrillos peronistas
Más para Santa Fe volvió a moverse alrededor del concepto “unidad en la diversidad”. Jugó dividido en dos instancias simbólicas (reglamento y reelección), con los senadores como mascarón de proa para llevar el barco al mismo mar que navegó el oficialismo. Juan Monteverde fue quien en un principio se plantó, con Pablo Corsalini y Lucila de Ponti –que trabajó muy fuerte y se destacó por sus aportes–, en un rol más opositor. Diego Giuliano, un abogado constitucionalista que aportó sapiencia y sentido común en los debates, fue como un cardenal Samoré que hizo de puente entre los dos sectores.
Los referentes de la Cámara alta –también los radicales– hicieron su negocio sin discursos altisonantes: preservar estatus y cajas en un marco de reconfiguración en el que otros actores del bloque de poder histórico de la provincia, como los ministros de la Corte, no pudieron hacerlo. Lo lograron con su rol de siempre: garantes de gobernabilidad.
En términos de poder real, hay un ejemplo claro: no solo blindaron el Senado –también, en conjunto con sus colegas radicales– desde la misma sanción de la ley de necesidad de la reforma, sino que además estarán sobrerrepresentados en el tribunal de enjuiciamiento de jueces y fiscales, donde los legisladores serán seis sobre once miembros y tres de ellos provendrán de la Cámara alta.
Con el correr del proceso, los convencionales más jóvenes del peronismo también entendieron, aun con críticas, que era mejor estar del lado de los acuerdos. “Llegamos a una reforma que no era nuestra, con representación importante pero no determinante. Decidimos ser parte para que no fuera un traje a medida del gobierno. Logramos más poder para el Legislativo; un rol fuerte en selección y remoción de jueces; pasar a sistema D’Hondt la representación en Diputados; y evitar que el Ejecutivo se llevara DNU y delegación de facultades. Quedó más equilibrado el contrapeso de poderes”, resumió Lucila De Ponti. Que también dejó un reproche al oficialismo: “La Constitución podría haber sido mejor si se hacía con más tiempo, tanto para la participación social como para la maduración de los consensos”.
El bloque se llevó algo más, que ante la coincidencia de la Convención con el armado de cara a los comicios del 26 de octubre, no es menor: haber sostenido la unidad del PJ, con Ciudad Futura adentro. El peronismo ratificó su lugar como partido de Estado, sostén de un sistema democrático acechado, en este momento con el rol de oposición.
También de ese lado se ubicó Activemos, el sector del senador nacional Marcelo Lewandowski. Que si bien mantuvo mayor distancia con el oficialismo, también aportó votos para algunas reformas. Como Más para Santa Fe, el socialismo y la UCR, Activemos puso lo suyo para que a contramano de los vientos que corren a nivel nacional, la nueva Constitución de Santa Fe sostenga un sesgo de defensa de lo público.
El propio Lewandowski apunta como logros de esa actitud que finalmente la Caja de Jubilaciones se declare “intransferible” y que se reincorporara al dictamen sobre el tema la movilidad de los haberes de los pasivos estatales, algo por lo que batalló junto a Más para Santa Fe. “Metimos puntos importantes”, celebró.
Intentos de demolición
En cambio, La Libertad Avanza y Somos Vida eligieron el borde: sobreactuación y judicialización del proceso, renunciando, en los hechos, a meter letra. Así, practicaron una oposición de testimonio. El resultado: la arquitectura de consensos quedó en pie y ellos terminaron afuera de la obra, golpeando la medianera.
En el caso de La Libertad Avanza no deja de ser lógico. Los libertarios presentaron un proyecto de reforma constitucional que filosóficamente estaba en las antípodas de lo que impulsaba el resto. Empezando por la voluntad de eliminar el Senado para ir a un sistema unicameral, privatizar todo lo que se pueda administrar fuera del Estado, autonomía solo para Rosario y Santa Fe, y la propuesta de someter toda la reforma a un referéndum de salida antes de su aprobación.
La actitud permanente fue denunciar y poner trabas al trámite de la Convención. Nicolás Mayoraz, principal referente del bloque y además abogado constitucionalista, fue una especie de mosca que merodeó de manera constante el plato que cocinaba Unidos. Estuvo siempre listo para señalar sesgos con los que no acordaba e inconsistencias.
De ninguna manera se puede decir que no hubo trabajo: los libertarios presentaron dictámenes propios en casi todos los temas y dieron el debate. Aunque en algún caso, como el del intendente de Las Rosas, Javier Meyer, a puro barro y vulgaridad.
Como del lado de Somos Vida pasó con Amalia Granata, que confundió la Convención Constituyente con los programas de chimentos, mientras otros integrantes de su bloque, como Alicia Azanza, Silvia Malfesi y sobre todo Emiliano Peralta, revistieron de argumentos sus críticas e incluso desde la oposición acérrima buscaron hacer sus aportes para que el texto constitucional tenga la mejor calidad posible.
Mosaico multicolor
La nueva Constitución de Santa Fe entrará en vigencia la semana próxima y hay un dato inmediato: con el tope de 75 años para los jueces, Pullaro irá a la carga para terminar la renovación de la Corte ya que aún hay tres jueces que superan esa edad. Es otro signo del poder que construyó el gobernador: podría terminar su primera gestión habiendo designado seis de los siete ministros del máximo tribunal.
En el primer recambio propuso un postulante propio (Jorge Baclini), una del socialismo (Margarita Zabalza) y uno del perottismo (Rubén Weder), sector que en la Legislatura aportó los votos que le faltaban al oficialismo para sancionar la ley de necesidad de la reforma constitucional.
En la Convención el que tuvo el rol que Perotti cumplió en la Legislatura fue Más para Santa Fe, que tiene tres convencionales con importante trayectoria judicial o en el ejercicio del Derecho: Jaquelina Balangione —que fue defensora general—, Alejandra Rodenas —ex jueza penal— y Diego Giuliano –profesor de Derecho Constitucional–. El artículo en cuestión sostiene que la integración de la Corte, donde hoy hay una sola mujer, “procurará la paridad de género”.
Hay otra cuestión para pensar que para Pullaro sostener la interlocución con Más para Santa Fe puede ser una necesidad. Si es reelecto, su segundo tiempo requerirá otro músculo: ya sin mayoría automática, Diputados puede ser un mosaico multicolor. El método que parió la reforma —síntesis interna, concesiones externas, agenda legitimada— puede ser el manual de supervivencia para la próxima etapa.
El edificio posible
La obra, la reforma, está terminada. El resultado no es la casa soñada por cada fuerza. El que más tenía, Unidos, es el que quedó más cerca de eso. Para la oposición dialoguista se trata de al menos un edificio habitable, donde pudo poner toques propios. Como sea, la política santafesina pasó una prueba: construir entre varios, mientras el país grita.


