Rosario, “la ciudad autónoma de Rosario”, amaneció este miércoles en modo fundacional. Con el Monumento a la Bandera como escenario, Pablo Javkin firmó la promulgación de la ordenanza que declara la autonomía municipal durante un acto al que buscó revestir de carácter épico la novedad: un punto de inflexión que marca el fin de una deuda de más de un siglo y el inicio de un ciclo político institucional nuevo.
En su discurso, Javkin buscó condensar ese viraje histórico con una frase que cristaliza el sentido del día: “Llegó el tiempo en el que Rosario va a decidir por sí misma”. La autonomía como acto de emancipación, pero también como bandera identitaria de una generación, a la que el intendente definió como del tricentenario, que —según él— vino a completar una obra inconclusa.
En ese proceso el jefe comunal reconoció a a quienes lo precedieron en el cargo y agradeció el saludo de los dos que siguen vivos: la socialista Mónica Fein, presente en la ceremonia, y el radical Horacio Usandizaga, que no pudo asistir pero lo llamó por teléfono. El mensaje fue claro: la autonomía no es un paso administrativo sino un mojón clave en la historia grande de Rosario.
En esa línea, Javkin planteó que lo que firmó este miércoles en el Monumento no es una hoja, sino “el fin de una deuda y el inicio de una nueva era”. En ese marco, recuperó la genealogía larga de la autonomía: desde los visionarios del siglo pasado que entendieron que el futuro estaba en las ciudades, hasta la Constitución de 1921 que hizo a Santa Fe pionera y habilitó a Rosario a redactar la primera Carta Orgánica del país, aunque ese proceso luego quedó trunco en la década de 1930.
Pero el corazón del discurso no estuvo en el pasado, sino en el presente ampliado: una ciudad que se hace mayor de edad y recupera la capacidad de decidir sin tutelas, con la autonomía como legado político de su gestión y de su generación. “La generación del tricentenario cumple con su mandato histórico: hacer grande a Rosario y enarbolar, al fin, la tan anhelada bandera de la autonomía”.
Hubo allí una apropiación discursiva que remite al registro del Make America Great Again y también a los usos locales que hizo Javier Milei, con su estética del “volver a hacer grande a la Argentina”. Y una intención política: darle al acto un tono fundacional, pero sin dejar de reconocer los aportes históricos al logro de hoy.
La palabra “autonomía” apareció una y otra vez como un mantra. Autonomía inmediata. Plena. Definitiva. Autonomía como fin de “tutelas innecesarias” y de “trámites anacrónicos” que retrasaban decisiones básicas de gestión.
Javkin dijo que ya están resolviéndose las primeras medidas que muestran cómo la falta de autonomía había derivado en trabas burocráticas sin sentido. Los cambios administrativos, resaltó, serán inmediatos. “Es un día histórico, es una pelea de nuestra ciudad de mucho tiempo. Ahora viene lo más importante: llenar de contenido la autonomía para que Rosario crezca”, afirmó en diálogo con la prensa luego del acto.
Un linaje para la autonomía
Una parte importante del discurso del intendente estuvo dedicada a construir una línea genealógica de la autonomía. Javkin ubicó su firma como un acto colectivo y retrospectivo: “Esta firma será por Oroño, por Lisandro de la Torre, por (Luis) Lamas, (Luis Cándido) Carballo, por (Miguel) Culaciati, por Hermes (Binner), por Miguel (Lifschitz)”.
Incluso convirtió en objeto simbólico el viejo tintero de Nicasio Oroño y firmó la promulgación sobre la tesis municipalista de Lisandro de la Torre. Un intento de mostrar que el acto no es personal, sino parte de una tradición que atraviesa más de 100 años de municipalismo, obras públicas y construcción institucional.
Autonomía y seguridad
Hubo algo más: el discurso conectó autonomía con seguridad. Javkin interpretó que Rosario recupera la posibilidad de hablar de futuro porque hoy está saliendo a la luz “toda la verdad” sobre las mafias que operaban en ámbitos del poder estatal y que condicionaron a la ciudad en los años más duros.
Aludió a despachos judiciales, fundamentalmente de los Tribunales federales, que debían firmar allanamientos, a complicidades que liberaban zonas y a una matriz de corrupción que trababa la acción estatal. En ese contexto, la autonomía aparece como parte del mismo proceso: recuperar control sobre lo propio cuando la ciudad fue vulnerada.
Es un mensaje que dialoga con una idea central, al menos desde lo discursivo, de su gestión: Rosario no puede esperar a que otros la definan. Debe decidir. Debe actuar. Debe emanciparse.
La parte final del discurso volvió a una idea que no es nueva en sus discursos: la de la ciudad sin fundador, hija del esfuerzo, ciudad indómita, orgullosa de su historia. Y la frase que buscó condensarlo todo: “Desde hoy, cada timbre de las escuelas, cada campana de los templos, cada sirena del puerto marcarán el pulso de la mayoría de edad al fin conquistada”.