Cuando Alejo Véliz nació, el 19 de septiembre del 2003, Carlos Tevez jugaba en la primera de Boca y acababa de ganar la Copa Libertadores. En Gödeken, 190 kilómetros al oeste de Rosario y a más de 400 de Buenos Aires, una familia humilde le daba la bienvenida a su segundo hijo. Un poco más de 18 años después, uno es el técnico de Central y el otro uno de los delanteros juveniles del plantel. No viene teniendo muchas chances de jugar, pero le dieron la titularidad en el clásico ante Newell’s. Y no piensa desaprovecharla. 

La infancia de Alejo estuvo marcada por dos pasiones: el fútbol y el folclore. Empezó a jugar en el baby de Gödeken a los tres años, gracias a su papá que lo llevó al club del pueblo. En la misma época, comenzó a bailar y se enamoró del malambo. 

Cuando cumplió seis años la familia se mudó a Bernardo de Irigoyen, el pueblo natal de Andrea, su mamá, en el departamento San Jerónimo, ubicado 97 kilómetros al norte de Rosario. Se sumó a las inferiores del club Unión Deportiva y Cultural y siguió bailando. Disfrutaba mucho las dos cosas. 

En esa pequeña localidad del centro-sur santafesino de poco más de 2 mil habitantes, Alejo atravesó la mayor parte de su vida junto a una familia numerosa. Andrea, su mamá, los abuelos, Heraldo y Catalina, y su hermano mayor, Sebastián, que hoy tiene 24. Hace 3 años se sumó Bruna, la hermanita por la que el pibe de Central se desvive. Los tíos y tías Marisa, María, Carlos y Pablo también estuvieron -y están- a su lado. Sergio, el papá, se quedó en Godeken. 

Un pequeño Véliz preparado para el malambo.

“Alejo es muy humilde, tiene un corazón de oro y es muy reservado, habla lo justo y necesario”, le cuenta su mamá a Rosario3

A medida que avanzaba su incipiente carrera como futbolista en el club local, siguió despuntando el vicio del baile. Ya con 16 años, su buen rendimiento en las canchas hizo que lo empezaran a mirar de las categorías principales: los sábados jugaba en su división y los domingos subía para estar en reserva.

En las tablas, según cuentan sus amigos y conocidos, también le iba muy bien. Se destacaba en el grupo “Tradición gaucha” y salía de gira para bailar en otras localidades, como Gálvez, Monje y San Genaro. Hasta pasó por el escenario mayor del festival de Cosquín, en 2011, y ganó el primer puesto en la competencia de malambo solista. 

Alejo (el primero parado a la dercha) con sus compañeros y amigos de Unión Deportiva y Cultural de Bernardo de Irigoyen.

Sus goles en la Liga Galvense empezaron a despertar el interés de algunos clubes importantes y se transformó en una de las joyas del Unión Deportiva y Cultural. En 2019 fue el máximo artillero de su categoría con 26 gritos y en reserva hizo 10. Ese fue su último año en inferiores, antes de la prueba en Central y de un corto paso por Colón de Santa Fe. Para esa época, aunque le encantaba el malambo, tuvo que elegir entre sus dos pasiones porque no le daban los tiempos para hacer todo e ir a la escuela y se quedó con la pelota

La prueba en Central


Al club de Arroyito llegó para ver si quedaba a fines de ese año, gracias a un pariente y un amigo de San Genaro fanático canalla que le hicieron los contactos y le insistieron. Alejo había cumplido el sueño de jugar en su pueblo y quería dar un paso más: probar suerte e intentar ser futbolista profesional

Estuvo a prueba durante cuatro días, le fue bien y le dijeron que había quedado. Debía volver a Rosario para empezar la pretemporada en los primeros meses del 2020, pero en el medio hubo un cambio de entrenador -se fue Lucas Cisneros y llegó Alejandro Fernández- en su división y tuvo que pasar otro examen. Volvió a quedar. 

Sin embargo, el camino de Alejo en el Canalla no sería nada fácil. Central lo fichó y el pibe hizo la pretemporada, pero cuando estaba a punto de debutar en inferiores llegó la pandemia, en marzo, y el tiempo pareció detenerse. Llegó a pensar que no iba a tener oportunidades, porque estaba al borde de los 17 años y nunca había jugado a ese nivel, aunque igual siguió entrenándose en su casa. No quería rendirse sin intentarlo. 

“Tuve la suerte de que me pasó todo muy rápido, cuando pasó lo de la pandemia me quería matar, tenía pensado dejar, no sabía qué hacer y a mí todavía no me conocían en el club”, reveló este viernes en De 12 a 14 (El Tres).

El sueño se postergó un año. Llegó su debut en 5ª y después el salto a la reserva. Y en junio del año pasado Kily González le dio la noticia más linda, hasta ese momento, de su carrera. El viernes había jugado en su división y el técnico canalla le pidió que descansara el fin de semana porque ese mismo domingo lo quería en el banco de primera. 

Véliz debutó el 23 de julio de 2021 en el partido que Central ganó 1-0 (3-2 en el global) frente a Deportivo Táchira de Venezuela, por la vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana. Su estreno en la red se dio el 2 de mayo de este año, en la derrota canalla por 2-1 frente a Huracán, por la fecha 13 de la Copa Liga Profesional 2022.

Con Leandro Somoza en el banco tuvo mucho rodaje y fue el nueve titular del equipo, aunque el arribo del Apache lo relegó un poco. Si bien estuvo desde el arranque ante Gimnasia, fue suplente en los tres partidos siguientes, ante Huracán, Aldosivi e Independiente. Tevez dudaba entre ponerlo o dejarlo entre los relevos ante Newell's, pero al final, en la última práctica antes del clásico, se decidió.

Véliz es titular. Se acerca el final del primer tiempo y se faja con el defensor leproso Cristian Lema. Forcejan. Trata de alejarse, de sacárselo de encima. La pelota ya salió. Alejo se mueve, la mira, calcula y empieza a elevarse. Está en el aire. Se anticipa al lungo marcador rojinegro. Le gana de mano, por casi nada. Hace el gesto técnico del cabezazo y desvía la bola. El arquero no la toca. Es el gol de su vida y estalla de emoción. El Gigante es una masa uniforme de gente gritando y abrazándose. El pibe ya entró en la historia del clásico