La literatura fue una “salvación” en el año que cambió el mundo, afirman nueve autores que durante 2020, cuando el coronavirus dio vuelta los planes de medio planeta, lanzaron en Buenos Aires su primer libro de cuentos escritos en cuarentena #QuedateEnCasa, Relatos en Pandemia.

La Argentina tuvo de hecho una de las cuarentenas más largas del mundo, desde fines de marzo hasta principios de noviembre: y sin embargo, el período de “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, también se convirtió en una fuente creativa que desembocó en un volumen con 60 cuentos.

Todo comenzó a mitad de año, cuando ocho de los nueve formaron un grupo para participar en el Mundial de Escritura, una original competencia que propone escribir durante 14 días, bajo consignas, relatos de al menos 3.000 caracteres.

La experiencia fue enriquecedora: y así el grupo, que entretanto sumó a un nuevo integrante, siguió escribiendo semana tras semana y generando una colección de historias que finalmente tomaron la forma de un libro.

De un modo u otro, todos los autores están vinculados con el oficio de escribir, pero es la primera vez que publican una obra de ficción colectiva: el volumen, editado por Biblos, que se llama “#QuedateEnCasa – Relatos en pandemia”.

Se trata de Florencia Agrasar, especialista en literatura en lengua inglesa; Marimé Arancet, investigadora en literatura argentina; Julio Aranovich, doctor en Ciencia de Materiales residente en California y fundador de Chequeado.com; Rita Corigliano, docente y Magister en escritura creativa.

Completan el grupo Graciela Cutuli, profesora en Letras y periodista de ANSA; Pierre Dumas, también periodista, nacido en Francia y residente en Buenos Aires; Mabel Fuzzi, docente y correctora literaria; Victoria Rossi, profesora en Letras y puericultora; y Teresa Téramo, doctora en Ciencias de la Información.

El proyecto -finalmente convertido en libro con un timing tan preciso que logró editarse en el año mismo del estallido del coronavirus- no solo hace desfilar personajes entrañables e historias que van de lo familiar a lo desopilante: en primer lugar, consagra muchos años de amistad de los autores.

Y además de eso, se convirtió en una suerte de ventana durante el aislamiento, que permitió el ingreso de toda clase de historias y personajes, tanto familiares como extravagantes.

    Desfilan así por las páginas de “#QuedateEnCasa” extraterrestres, abuelas malas, envenenadoras, amores frustrados, nacimientos, experiencias sobrenaturales, reflexiones de fin de fiesta y hasta una hipótesis sobre el verdadero origen del coronavirus en un laboratorio chino.

“Fue un proceso sanador, colectivo, que nos permitió compartir un proceso creativo, criticar mutuamente nuestra escritura y escuchar puntos de vista literarios diferentes. Fue nuestro bebé de la pandemia, inesperado pero muy bien recibido”, explicó Florencia Agrasar.

“El libro es como esos niños con muchos tíos y tías”, se hizo eco Pierre Dumas, para quien “lo lindo de la experiencia fue descubrir cómo un mismo tema puede generar textos tan diferentes, que a veces sorprenden y revelan algo de las personas que uno cree conocer hace mucho”.

“Fue comprobar una vez más que la escritura salva, sana y que la lectura mueve y conmueve”, subrayó Teresa Téramo.

“Para aprender a escribir hay que escribir. Crear, trabajar, pensar, insistir, borrar, volver a escribir. Reescribir. Reborrar. Llenar el cesto de papeles. Tirar y recomenzar… son acciones de la escritura que son acciones de la vida misma”, agregó.

Marimé Arancet, por su parte, experimentó “una mezcla de autorrealización y la alegría cordial de ‘ser parte'” con amigos que “ya conocía, pero no en su faz de escribientes”. Fue “un ejercicio insospechado de ir mucho más allá de lo que hubiera pensado”.

“Implicó una disciplina y un desafío a la imaginación y a la escritura diaria y semanal, que pudo sostenerse porque teníamos la red de contención del resto del grupo. El libro llegó como premio al trabajo en equipo, que priorizó el proyecto en común por sobre las heterogéneas individualidades”, apuntó a su vez Rita Corigliano.

Finalmente, para Mabel Fuzzi fue “descubrir que podía escribir y exorcizar mis demonios”, con personajes que revelaron su mundo oculto y “me invitaron a contactar con algo que evidentemente estaba en mí”.