Viene del capítulo anterior.

Una catarata de mensajes comenzó a invadir las distintas redes sociales con mensajes de despedida, enojo, angustia y amor hacia el bar de la cortada con adoquines. Es que las emociones se encontraron con justa razón: los espacios culturales que forman parte de la historia de Rosario están desapareciendo poco a poco. De aquellos rincones llenos de anécdotas queda sólo el recuerdo, ya que ni los restos de sus fachadas sobreviven al lobby inmobiliario que avanza desmedidamente. 

Por los escenarios berlineses pasaron miles de artistas que le dieron vida a la noche y a la cultura rosarina. Desde Jorge Drexler, Luis Salinas y Palo Pandolfo hasta Papo, Willy Crook, Bersuit Vergarabat, Daniel Melingo, Los Piojos, Las Pelotas, La Mississippi, Diego Frenkel, Antonio Birabent y Cholo Montironi. También referentes locales como “Coki” Debernardi, El Regreso del Coelacanto, Los Vándalos, Vudú, Caburo y “Bonzo” Morelli, entre muchos otros. 

Fue César “Coki” Debernardi, fundador de Punto G y de los Killer Burritos, uno de los artistas que compartió sus sentimientos por el cierre del bar ante el llamado de Rosario3. “Estoy medio viejo ya, vi cerrar casi todos los lugares de esta ciudad y siempre produce tristeza perder lugares donde la gente se expresa y trabaja”, reconoció.

Coki Debernardi es músico distinguido de Rosario. (Alan Monzón/ Rosario3)

Su emoción tiene tantas razones como las noches atravesadas y compartidas en Berlín. Es que el cantautor creció a la par del nacimiento y el boom del bar cuando llegó a Rosario desde su Cañada de Gómez natal.

“Toqué en todas las formas posibles y con todas las bandas posibles. Hasta hicimos ciclos de poesía cantados con Fabricio Simeoni y el “Negro” Castro Leguizamón, he ido a ver millones de bandas y a tomar algo”, contó.

Entre el huracán de recuerdos que se le despertó en su cabeza, “Coki” rememoró uno no tan perdido en el tiempo. En plena pandemia, una noche se acercó con Fito y Carlos Vandera para sacarse una foto en el frente del edificio porque se “les ocurrió” en medio de una charla de cuarentena. 

Y también se acordó que una vez, casi una década atrás, se subieron al escenario y tocaron juntos ahí: “Me parece que era algo más acústico, estaba el Bonzo (Morelli) también, habíamos subido un caballo de calesita al escenario, que sacamos del anticuario de Lulo”. De aquella noche hay registros. 

A los recuerdos de “Coki” los terminó de ordenar Pablo “Bonzo” Morelli, otro partícipe necesario de aquel encuentro en el bar.

“Una noche me invitó mi amigo Coki, me dice ‘vení a tocar unos temitas con la Dobro’, una guitarra especial que tengo, y cuando estábamos probando sonido me dice ‘ah, después va a venir Rodolfo’, por Fito, lo conozco desde mi adolescencia y hemos tocado juntos”, le dijo a Rosario3.

Pero la historia no termina ahí: “Como ya había estacionado el auto y era difícil conseguir lugar, me quedé, en un momento cae Rodolfo, temprano, nos pusieron una mesa cuadrada chiquita, nos quedamos a comer y nos pusimos a hablar de la vida. Y terminamos subiendo a tocar ‘Cerca de la revolución’ de Charly”. 

Bonzo tocando sobre el escenario de Berlín. (Gentileza del artista)

La interpretación de uno de los clásicos de García quedó inmortalizada en un video de casi seis minutos que anda dando vueltas por YouTube. La noche que Berlín los reunió, el escenario oscuro, las luces, una grabación casera -gracias celulares por existir- y los chiflidos y aplausos de la gente al final. 

“Berlín significó un espacio de muestra para muchísimos músicos de la ciudad. En mi caso, arrancamos cuando prácticamente empezó Berlín, cuando el escenario estaba del otro lado y daba a la calle, arrancamos con la Rock & Blues, se llenaba mal de gente, al punto tal de que delante de mi cara tenía una persona parada”, rememoró Morelli. 

Lulo Corradín en los bajos del bar. (Alan Monzón/Rosario3)

Con respecto al cierre definitivo del bar, “Bonzo” se sinceró. “Fue un espacio muy importante, el sentimiento es que se te va un pedazo de tu vida. Hice muchos conciertos, con muchos amigos e invitados, era una especie de teatro, como algunos de esos de Buenos Aires. Es un sentimiento de tristeza y de que te va a faltar algo”.

Entre las tantas noches que tocó sobre el escenario de Berlín, el músico trajo a escena los shows de Bonzo Morelli & amigos, un ciclo de verano con covers de los Stones, y coincidió con Coki en aquella noche memorable en que Fito visitó el bar. 

Algo siempre está cambiando 

 

Despojados de la nostalgia, los dos artistas reconocieron como un proceso lógico el cambio de piel de la noche rosarina, de la gente que la moviliza, de los espacios y la música. ¿Por qué pretender que todo sea igual que hace 30 años?

“Coki” reflexiona que las expresiones culturales y artísticas de la ciudad están ante un cambio de época, como parte de una transformación ineludible que tiene que ver con el paso del tiempo y los saltos generacionales. 

Hay que ver también por dónde se están haciendo cosas ahora, la época ha cambiado mucho, hoy se juntan 500 chicos en una plaza y se ponen a rapear y ahí están haciendo algo, encontraron un lugar para expresarse”, señaló. 

Sin embargo, hizo su crítica y dejó en claro que en la ciudad “hace 30 años que se persigue a los lugares donde se toca” y expresó que no sabe si obedece a falta de interés o la ausencia de normativas adecuadas. 

El local hoy es usado como depósito tras dos años de pandemia. (Alan Monzón/Rosario3)

Y por haberlos vivido una y mil veces, defendió a los bares como focos de resistencia para la creación, el arte y las ideas: “Las bandas de música, los grupos de teatro, muchas veces se forman en bares, las expresiones se dan, no en academias ni en lugares establecidos”.

En las noches de los bares se cocinan cosas lindas e interesantes. El ambiente hace que se generen ideas, delirios, el encuentro, la noche, hacen que la creatividad fluya”, explicó el músico local que el próximo 24 de junio lanzará un nuevo disco. 

También aseguró que no siente “tanta nostalgia” por el cierre de Berlín. Pero dijo que le gustaría mucho poder despedirse tocando: “Lo hablamos con Lulo y no me contestó, hace mucho, un año atrás. Él se reía, claro que me gustaría, como a cualquier músico o teatrero, despedirlo con alegría”. ¿Qué dirá Lulo, además de reírse? 

Con respecto al cambió de paradigma musical, “Bonzo” acotó: “Creo que las nuevas generaciones están con otro estilo de música, todo eso se va sumando, nosotros pasamos a ser clásicos, tal vez seamos como los tangueros para algunos”. Y para finalizar puso el ojo en la necesidad de “recuperar o renovar algunos lugares para que el movimiento musical rosarino siga fluyendo”.

El mago detrás de las consolas


Charly Cavagna fue el responsable de que una vez levantado el telón, el sonido sea perfecto. Para él, Berlín fue “un lugar para los artistas locales” con todo lo que eso significa. “La primera vez que fui como cliente habré tenido 18 años, fui a ver un show de radio en vivo y era una cosa rara y alucinante a la vez”. 

Y agregó una frase que muchos de los que se tomaron algo en la barra berlinera coinciden: “la mística de Berlín era única”. Su decoración, el clima que había al ingresar, las ganas de pasar un buen rato y la sonrisa de quienes estuvieron vistiendo la camiseta del lugar, todo lo hacía especial. “La bohemia de los 90 y los 2000 fue ahí”. 

“Charly” también trajo a escena la unión de las generaciones que se podían encontrar bailando en los bajos o intercambiando opiniones en las escaleras, pero además confesó que “Lulo fue el gran guardián de ese portal mágico” llamado Berlín. 

Una última noche


En la actualidad, en ese espacio que supo conquistar corazones sobreviven los objetos más grandes de su decoración, pero además resguarda el negocio de antigüedades que tiene su creador y los muebles de Jekill and Hyde, el bar que hacía de antesala a Berlín ubicado en Mitre 343, frente a la plaza del Che, y que también bajó sus persianas de forma permanente

Sus mesas cuadradas de madera marrón oscuro están acumuladas y encimadas detrás del telón. La barra está casi vacía de alcohol, ya no hay fila para ingresar al baño y los hornos que levantaban altas temperaturas marchando pizza tras pizza de jueves a sábado dejaron de encenderse. Los camarines permanecen intactos aunque la adrenalina ya no los invada y el subsuelo, donde el tiempo y los ruidos de la noche rosarina se perdían entre luces, humo y rock and roll hoy se alimentan de viejas pisadas que quedaron marcadas en su piso.

(Alan Monzón/ Rosario3)

Mientras Lulo narra en off momentos épicos que vivió con trabajadores del lugar, Rosario3 le acerca el deseo colectivo de muchos rosarinos: una última noche “berlineando”. Su respuesta inmediata fue un rotundo no, teniendo en cuenta que debería vaciar el espacio que en gran medida es usado de depósito. 

Pero eso fue mutando con la insistencia del equipo que lleva adelante este trabajo. “Se puede cortar la calle y armar un escenario”, se escuchó después de la idea mencionada por “Coki” y muchos ex clientes del bar en redes sociales, reclamando una despedida como se merece el espacio. El silencio duró unos segundos y cuando las esperanzas parecían agotarse, una luz se encendió y Lulo respondió detrás de la barra: “Cortar la calle se podría, eh”. 

Continúa en un tercer capítulo.