“Judith peluquería. Inauguración. Te espero lunes 18 hs”, anunciaba la publicación en Facebook. Judith es Judith Castillo, una joven que gracias a un curso gratuito, esfuerzo, ganas y a la generosidad de donaciones, logró abrir la primera peluquería del asentamiento Cullen.

En la zona noroeste, bajando el puente Sorrento, a la izquierda se encuentra la barriada populosa, de casas bajas y calles en su mayoría sin nombre. Los vecinos dan como referencia la intersección de Garzón y Sorrento, que ayuda a guiarse a quienes no conocen el lugar. “Y de ahí preguntás”, dicen. Allí, desde hace 10 años, vive la joven junto a su marido Juan.

Son las 18.30 y Judith acaba de terminar un curso sobre cómo resolver conflictos de manera no violenta frente a su casa, en la Asociación Civil Nidos, la misma donde estudió peluquería. Ahora, mientras charla con Rosario3 en su casa, revuelve un guiso de fideos y pollo, que repartirá para 40 familias del barrio, y no puede evitar recordar el camino recorrido.

Judith también cocina para las familias carenciadas del barrio. (Rosario3)

Tiene 30 años, pero parece que hubiera vivido varias vidas. Llegó desde Chaco con su marido Juan, para “probar suerte y buscar mejores oportunidades” y tienen tres hijos: Antonio de 15, Macarena de 11 y Estefanía de 5.

“Cuando llegamos acá teníamos un ranchito chiquito, parte era chapa y parte era nylon. De a poquito fuimos sacando lo que era nylon y lo fuimos reemplazando. Nos compramos un carro a caballo y cirujeábamos, juntábamos los ladrillos enteros, o de mitad, hasta que él empezó a hacer más changuitas de albañilería cuando surgía la oportunidad, y juntábamos para poder ir haciendo de material de a poco”, recuerda.

La felicidad de Judith en su peluquería de la zona noroeste de Rosario. (Rosario3)

Recorrían un basural que estaba en Baigorria y después iban por la zona del Hospital Alberdi. Todo lo que juntaban terminaba en el patio de la casa, donde hacían la separación. “Juntábamos cartones, metales, plásticos, y vendíamos. Todo lo que recogíamos lo traíamos acá, sacábamos lo que eran verduras para el caballo y lo que podíamos usar nosotros para cocinar. Por ahí nos daban carne, ropa para los chicos, viste que la gente te ayuda de diferentes manera”, asegura.

Con el paso del tiempo y las nuevas oportunidades, el patio dejó de llenarse de basura. “Ahora está hermoso, antes la verdad que era desastroso. Ahora tenemos una huerta, a mi hijo también le gusta y tiene choclo, zapallo, pimiento. Yo también tengo pimientos grandes y este año cosechamos 30 frutillas”, dice orgullosa.

El sueño de la peluquería

Judith se sumó a la asociación Civil Nidos cuando Mariana Segurado, su fundadora, llegó al barrio. “Fue la que nos ayudaba con las cosas de la escuela para los chicos, les traía leche o calzado. Me pidió que la ayudara en el comedor y nunca paré”, relata Judith. Hoy la joven es parte de las 50 mujeres que forman parte de la institución que brinda cursos de oficio, talleres para niños y adultos y hace foco en la prevención de violencias y adicciones. Además, los lunes entregan merienda, los jueves cena, y los domingos almuerzo con actividades para chicos.

Cuando los cursos de Santa Fe Más (continuidad del Nueva Oportunidad) llegaron al barrio, Judith se entusiasmó. “Quería hacer albañilería, porque a mí siempre me gustó. Aprendí de mi marido cuando juntábamos los ladrillos a cómo levantar una pared, cómo se mide, a mí me encantaba. Cuando me dijeron que venían los cursos yo estaba contenta, pero no había de albañilería”, recuerda entre risas. Así que la joven estudió las opciones y se definió por la peluquería, “y me encantó, me enganché de lleno y le metí con todo”, afirma.

El brindis de Judith con su esposo el día de la inauguración de la peluquería. (Rosario3)

Así fue que, aunque no lo planeó, cursando se iba entusiasmando cada vez más. Mientras estudiaba comenzó a hacer los primeros trabajos en el barrio: hidrataciones, alisados y botox capilar. Y resultó de gran ayuda durante las restricciones de la pandemia, cuando su marido albañil se quedó unos meses sin trabajo.

Una idea, un sueño y muchas voluntades

Para las fiestas, atendía a las vecinas en la galería, y a su marido se le ocurrió dividir una pieza y hacerle “un saloncito". "Él se la ingenió para hacerme un espacio, era demasiado humilde pero yo ya estaba contenta porque tenía un lugar para trabajar. Tenía una planchita, un peine y un secador que era lo más importante para empezar. Un día vino Mariana y le dije: a futuro esta va a ser mi peluquería, entonces ella se va, y me mandó a hacer un cartel y me lo regala”, expresa. Ese cartel color rosa hoy cuelga en el ingreso de su espacio: “Judith salón unisex”.

Motivada por la fuerza y las ganas de la joven, Mariana no se quedó quieta. El 9 de enero publicó en Facebook la “historia de vida y de oportunidades” de Judith, pidiendo colaboración y resaltando que le faltaban muchas cosas pero que “nada la detenía”. Un mes después, y gracias a todos los aportes, el sueño se hizo realidad.

Judith junto a su esposo Juan y sus hijos. (Rosario3)

“Nos fueron acercando cosas, cada cual puso algo, un granito de arena. Uno le mandó un sillón, otro un espejo, otro un mueble que tenía en su casa que no usaba, otro consiguió cosméticos de una perfumería, batas y así armamos la peluquería. Y hoy es una salida laboral y tiene sus clientas”, se emociona Mariana Segurado.

“Ella, con la ayuda de toda la población, pudo poner su espacio. Es la única peluquería en el barrio, en un asentamiento. Está terminada y revocada, no tenía piso, y hasta le donaron los porcelanatos, imagínate, hermosa quedó”, destaca Mariana, la maestra que se hizo conocida durante la pandemia por dar clases a través de una radio comunitaria.

Judith recuerda asombrada todo lo que sucedió: “Demasiada gente buena, alguna que ni conozco, todo fue tan rápido. Nos donaron hasta el material para revocar. Así que yo también le metí a la cuchara para revocar, hacer pisos”, dice pícara entre risas, feliz de haber trabajado a la par de su marido. “Yo sacaba fotos de todo, como para que después pueda verlas y decir «así empezó todo». Me emociona, porque al no tener nada es como tenerlo todo. Es una cosa que vos soñás, que querés, y hay gente que valora eso, y dice «vamos a ayudar a esta chica para que cumpla su sueño»” asegura.

La alegría de Judith en su peluquería levantada con gran esfuerzo. (Rosario3)

El 8 de febrero quedará marcado en la historia del barrio: Judith abrió oficialmente su espacio. La tarde fue puro festejo y emoción. “Lloraba cada dos minutos por cada cosa que me decían. Yo les digo siempre a las chicas: hay que luchar, cuando uno quiere tener un sueño hay que luchar, no importa que no tengas nada, las oportunidades van llegando de a poco. Pero hay que poner el esfuerzo”, asegura.

Judith cree que su historia puede inspirar a otras mujeres, y sirve de ejemplo para sus hijos: “Cuando yo llegué acá no tenía nada, tenía solo una camita de una plaza, un colchón y eso era todo. Y ahí empecé, y dije: voy a luchar. No es fácil, y se trabaja, pero hay que ponerle ganas, y siempre dedicarle lo mejor. Siempre digo que todo se puede, hay que luchar por los sueños. Y así como salí yo, también pueden salir otras mamás, porque hay cursos de panificación, peluquería, carpintería, reflexología, hay de todo para hacer”, describió.

Dos diplomas que cuelgan con orgullo

Si bien afirma que nunca había pensado en la posibilidad de ser peluquera, la historia de su mamá Sandra, la marcó. “Ella le cortaba el pelo a todo el barrio, pero quería tener su diploma. Para poder estudiar en Chaco tenía que vender de todo; pollo, pan casero, tortas, lo que se le ocurriera para poder ir al curso. Ella se recibió el año pasado, así que cuando le conté y le mandé fotos, lloraba de alegría. Me dijo que era un orgullo que yo le pueda contar que era una peluquera. Siempre nos decía que teníamos que estudiar. Es como que esto viene de generación”, afirma.

Pensando “a lo grande”

Judith cursa el segundo año de peluquería y afirma que no piensa parar. La joven tiene turnos dados para hacer mechitas, hidrataciones, tinturas y varios trabajos a domicilio porque “por ahí la gente no conoce el lugar acá adentro, y me voy a hacer el trabajo en sus casas”.

Eltrabajo de Judith en su peluquería. (Rosario3)

Asegura que ahora a las clases lleva su modelo para ir practicando y la profesora “me re felicita, me dice que avancé un montón. Aparte de eso estoy estudiando por internet. Mariana me había inscripto en un grupo, y me enganché también a mirar un poquito otras cosas que no estamos dando todavía. Estoy viendo libros, revistas, y así voy aprendiendo. Ahora voy por mi sueño que es equiparme bien, y aprender más y más. Voy pensando a lo grande, porque soñar no queda nada mal. Yo sueño a lo grande, pero siempre con humildad, como soy, nunca hay que olvidarse de lo que uno vivió, de lo que uno es y quién es, y siempre dando gracias porque a pesar de que vinimos a un lugar tan grande, que no conocíamos, salimos adelante igual”.

Nidos y las oportunidades

Desde hace 7 años la Asociación Civil, trabaja en el barrio acompañando a madres y niños. “Nos ocupamos de ponerles maestras para apoyo escolar, hay una profesora de teatro, una maestra de arte, y hasta de inglés tuvieron el año pasado en medio de la pandemia. La idea es darles esa oportunidad a los chicos del barrio. Este año, viendo las necesidades, hasta fundamos un club: Defensores de Vida”, relata Mariana.

La humilde sede de la Asociación Nidos en la zona noroeste. (Rosario3)

La docente se muestra orgullosa de los avances de Judith: “Su casa fue modificada, la higiene, la salud, el darle prioridad a la educación de sus hijos. Hoy es un orgullo que su hijo esté en tercer año, son cosas que para otro es poco, pero para nosotros es un montón, es maravilloso”.

“Son cosas pequeñas, pero a la vez tan grandes para una comunidad, y para una familia que desea cambiar y estar mejor. Imaginate, si este rancho (se refiere a la sede de Nidos) puede capacitar a personas como Judith, la importancia que tiene una institución como la nuestra en medio de estos asentamientos. Y así, un curso gratuito, en una asociación civil en el medio de la nada le transformó la vida”, resume Mariana a la perfección.