Haydée Oficialdegui, la rosarina exdueña del Ciudad de Rosario 1, habló en el programa Podría ser peor (Radio 2) sobre la reciente venta del emblemático barco a un grupo de empresarios locales y recordó anécdotas de más de medio siglo vinculadas con la embarcación que había adquirido su padre para impulsar un proyecto de turismo fluvial, concretado a partir de 1971.
El Ciudad de Rosario 1 seguirá surcando el Paraná, pero en la ciudad. Tal como quería Haydée. La posibilidad de que la embarcación tuviera otro destino, lejos de la Cuna de la Bandera, la desvelaba desde hacía tiempo.
“Tuvimos una propuesta de compra desde Paraguay que estaba bastante firme, pero yo estaba triste y desistimos de eso. Los compradores son tres muchachos que leyeron una nota en el diario La Capital y les dio mucha tristeza que el barco se fuera y no navegara por acá. Tienen un buen proyecto y cuentan con apoyo”, contó.
Con el corazón en Rosario
“Mi papá (Raúl Oficialdegui) fue un amante del río; fue el primero que tuvo lanchas y hacía paseos por las islas desde 1946. Una de las lanchas la había construido con su hermano. Llevaban alumnos de escuelas para conocer la vida de los isleños. Viendo este barco, que estaba embargado en el arroyo Ludueña, sacó un crédito hipotecario, lo compró y lo llevó al Astillero Righetti, que estaba entre el Club Náutico Sportivo Avellaneda y Rosario Central. Lo desmanteló por completo, contrató técnicos y operarios y lo hizo construir”, recordó Haydée sobre la prehistoria del Ciudad de Rosario 1.
La obra demandó diez años y la embarcación se convirtió en el primer barco de pasajeros construido en la Argentina y en Rosario.
Originalmente, el Ciudad de Rosario era un barco de doble proa que transportaba verduras y frutas desde Brasil. Por distintos problemas quedó varado en el arroyo Ludueña. Raúl Oficialdegui lo desmanteló por completo, dejó solo el costillar y reutilizó toda la estructura.
“A veces la gente no sabe los pormenores que uno ha pasado. Cuando el barco empezó a navegar era tanto el personal que era imposible mantenerlo. En 1970 estuvo parado en la ex dársena de cabotaje, que fue nuestro amarradero original”.
“Mis hermanos, mis cuñadas y yo comenzamos a hacer los cursos de Prefectura Naval para ir cubriendo los puestos que nos exigían, mientras mi papá viajaba a Buenos Aires para explicar que lo que pretendía con el barco era lo mismo que ya venía haciendo con las lanchas”.
“Prefectura tuvo que hacer un reglamento especial para el Ciudad de Rosario, porque hasta entonces no había barcos de este estilo; la reglamentación se basaba en barcos de ultramar”.
“Para nosotros el barco no era una empresa: siempre fue como una prolongación de mi casa. La gente que iba era nuestra invitada, poníamos todo lo mejor de nosotros. Ahora vivirá otra etapa”.
“Hubo casamientos arriba del barco, fiestas de 15, gente que se conoció y se enamoró a bordo. Fuimos los primeros en hacer un café concert; se cantaba tango y salíamos a navegar. También hicimos desfiles de modelos y se presentó la trilogía teatral Las Polacas. Fue una experiencia preciosa”.
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