El barrio Bella Vista tiene un corazón que respira amor por la enseñanza de la gastronomía. Es la Asociación Civil Cinco Esquinas, en Servando Bayo al 2300, donde cerca de 40 jóvenes se capacitan en los talleres del Santa Fe Más, con la mirada puesta en la salida laboral. El alma de este emprendimiento es Miriam Leguizamón, una santiagueña de 58 años, experta en gastronomía, que despliega secretos y habilidades culinarias para las chicas y los chicos del barrio.

“Esto se generó en honor a mi padre que en Santiago del Estero, donde yo nací, cosechaba y se lo daba a la gente que no tenía. Y después se fue dando, gente que nos fue acompañando”, resumen Miriam la historia del Cinco Esquinas, con simpleza, mientras a su espalda chicos y chicas del barrio se encargan de adornar huevos de Pascua recién salidos del molde en una amplia mesa rodeada de hornos, cocinas, amasadoras, repisas con condimentos “especiales” y una interminable serie de diplomas colgados en una de las paredes, que certifican todo lo que le gusta aprender a Miriam. “Lo llevo en los genes, no puedo hacer otra cosa que no sea la cocina”, explica con entusiasmo.

En el lugar también se reciben donaciones que luego se reparten entre los vecinos, tanto comida como ropa, pañales, etc. El espacio de los talleres está al lado de la casa de Miriam, donde antes funcionaba una fábrica de ladrillos de hormigón. Todo se construyó a partir de “una oficina chiquitita”, y se “fue haciendo de a poco: empezamos a hacer rifas y así compramos el techo, el aire”, cuenta. 

“En 2015 empecé a estudiar gastronomía, en el Liceo Gastronómico y en IGGA, y como a mí apasiona la cocina me hice de las herramientas para que los chicos vengan y trabajen bien, que trabajen en orden”, explica la coordinadora del programa Santa Fe Más, que tiene como objetivos la capacitación en oficios y la salida laboral de jóvenes de entre 16 y 30 años. 
Miriam tiene una hija de 32 años que fue la que le inspiró la idea de armar un nuevo taller, además de los tres que ya se están ejecutando.

“Mi hija es especial, tiene 32 años y problemas de aprendizaje, y quedaba afuera de todo esto. Hablé con el Santa Fe Más y me dijeron que tenemos que formar un cuarto grupo, de cocina para eventos, dirigidos a ellos. Es más fácil porque todo es más chico, ya tengo chicos anotados y me faltan cuatro para completar el grupo”, explicó.  



Los otros tres talleres que se dan actualmente, para cerca de 40 jóvenes del barrio, son panificación, pastelería y ayudante en gastronomía. “Enseñamos a economizar también, porque es importante hacer todo más económico, que tenga presencia y el comensal quede satisfecho”, dice Miriam.

“Yo fui armando todo esto de a poco para ver si en un futuro nosotros podemos hacer trabajos que le permitan una salida laboral a los chicos. La idea es encaminarlos para que pongan su propio negocio, porque es muy difícil conseguir un trabajo en relación de dependencia, así que tienen que generarse su propio negocio. Pero para eso ellos tienen que entender la parte del proceso de volver a invertir, para mí eso es más fácil, porque cuando era chica sembrábamos soja, y cuando la vendíamos una parte de eso se guardaba, para volver a comprar la semilla”, reflexiona Miriam sobre la posibilidad de encontrar una salida laboral, después de la educación gastronómica que se recibe en los talleres. 

Cerca de 40 jóvenes del barrio aprenden panificación, pastelería y ayudante en gastronomía



Y agrega: “El capital inicial es un problema para los chicos. Con un horno se podrían arreglar, pero está muy caro y ellos no tienen acceso a eso, cualquier herramienta en gastronomía es cara y eso frena a los chicos, porque pueden tener la voluntad, pero si no tienen herramientas quedan paralizados. Y también es importante el lugar, eso lo vivimos nosotros acá, que siempre falta algo para que nos habiliten. Todo eso sumado al tremendo desgaste social que vivimos, en pandemia, es complicado para los chicos salir adelante”. 

Surgen las oportunidades

Nerina (23), que tiene a su cargo un bebé de meses, es alumna en el taller de pastelería y aprovecha lo aprendido para mejorar sus ingresos: “Me gusta trabajar con masas, con la harina, tanto dulce como salado. Lo que yo aprendo acá después lo hago en mi casa para vender, compro las cosas y vendo roscas, alfajorcitos, pasta frola, todo lo que aprendí acá. Lo promociono por Facebook o por Whatsapp, y si no salgo a levantar pedidos. Lo que más se vende son las cosas dulces, incluso en los negocios. Para calcular la ganancia y poner los precios me ayudó mi abuela”. 

En el haber de las oportunidades, Miriam anota: “Tuvimos suerte porque ya tenemos dos chicos becados para formarse en el IGGA, y otros dos están becados para aprender soldadura en altura, si sacan un promedio entre 7 u 8 tienen acceso a General Motors”.

Andrés y Joan fueron los becados para el curso de soldadura en altura, que comienza en mayo, se extiende hasta noviembre y llegó como propuesta del Santa Fe Más. Según las evaluaciones que tengan en el curso, tienen la posibilidad de entrar luego a General Motors. Sobre la elección de los chicos, Miriam, dijo: “Joel es un chico recién casado, que ha cumplido un 80% de asistencia, por eso fue becado y porque trabaja bien. Si lo hemos necesitado ha venido, con lo que nos dimos cuenta de que realmente quiere salir adelante. El curso que ellos van a hacer está cerca de los 100 mil pesos”.



El otro elegido es Andrés, uno de los que arrancó los talleres: “Empezamos con nada, con pocos chicos, pero se fue haciendo mucho más grande. Hemos llegado a tener 7 cursos por día, casi 100 chicos, pero después tuvimos que bajar por la pandemia. Muchos chicos son responsables, y por eso hemos llegado a conseguir becas, y seguimos trabajando para conseguir más”, explicó Andrés.

Joel tiene 21 y espera con “ansiedad” el inicio de la beca. “Cuando entré no sabía mucho de cocina, y ahora aprendí mucho de panificación, me gusta aprender”, explicó.

Igual que Griselda (23): “Me sirvió para aprender, porque yo no sabía nada de cocina y aprendí mucho acá. Me gusta más pastelería, hacer cosas dulces, por ejemplo, ahora, con los huevos de pascua. Me voy más para ese lado. Yo hice cosas, pero no para vender, para mi familia. Estoy estudiando arquitectura y el programa me ayuda para pagar los estudios”, dijo.

“Me encantaría tener mi propio emprendimiento, lo principal es tener las herramientas”, explicó Jesica, la colaboradora más cercana a Miriam. Y en ese sentido contó su experiencia cuando participaban de ferias en el centro de la ciudad: “Fue buena la experiencia para saber cómo manejarse. Hacíamos pasta frola, pancitos, pero es medio complicado porque la gente no está acostumbrada a comer cosas que no saben dónde se hicieron, entonces queríamos vender en el distrito, pero todavía no tuvimos esa posibilidad”.

Estoy estudiando arquitectura y el programa me ayuda para pagar los estudios



“Ya veremos en el futuro”, reflexiona Milton sobre la posibilidad de aplicar lo aprendido en su propio emprendimiento, aunque también le pone unas fichas a la enseñanza que está recibiendo en la escuela técnica a la que asiste.

Entre las participantes, también hay una madre con su pequeña beba de 6 meses, Ambar, a la que lleva al curso: “Se aprende mucho, me gusta, me siento cómoda y por eso vengo igual con ella. Hago producción de pan y pizzas para vender, en mi casa, otras cosas como pancitos de leche. Con la venta cubro los gastos de los chicos. Hago cartelitos, pego fuera de casa, mando a mi otro nene que pegue en los kiosquitos de al lado. Yo sabía algo de cocina, pero no tanto como aprendí acá”.