Sostener la economía cotidiana les presenta a la gran mayoría de las familias argentinas múltiples desafíos. Mientras que hasta hace dos años la inflación desquiciada provocaba incertidumbre y las paritarias empardaban tarde el nivel de gastos, en este último bienio los aumentos de precios mensuales se frenaron, pero los salarios se quedaron muy cortos ante la escalada de tarifas y el altísimo nivel en el que se estacionaron costos inevitables como techo, ropa y comida.
De estas últimas tres variables, la única que quizás puede regularse es la vinculada a la indumentaria: las familias pueden decidir no comprarse nada y tirar con lo que tienen hasta que, literalmente, no tengan más qué ponerse. Pero el alquiler o la cuota para tener un lugar donde dormir y los víveres para contar con la nutrición mínima indispensable no pueden negociarse. Por eso, analizar las estadísticas de estos rubros permiten tener una idea cabal de cuál es la verdadera situación de la economía argentina.
Poniendo bajo la lupa lo que el Indec registra bajo el nombre “Alimentos y Bebidas no alcohólicas”, el comportamiento de los consumidores en los supermercados cambió de manera evidente hacia un perfil netamente ahorrativo. Y según lo que comentó Sergio Cassinerio, presidente de la Cámara de Supermercados de Rosario, la necesidad imperiosa de bajar los costos familiares provocó que el precio pasara a ser el principal factor de decisión: “No importa qué tan grande sea la maquinaria de marketing. Hoy la posición dominante en góndola la da el precio, no la marca”.
La ley de las góndolas: cuanto más barato, mejor
Esta semana, el gobierno de Milei dejó sin efecto 71 resoluciones y disposiciones vinculadas al comercio y la defensa del consumidor, entre las que se encontraban normas relacionadas a la Ley de Góndolas (Ley 27.545), que fuera derogada en 2023. De todos modos aquella ley, que buscaba garantizar un espacio proporcional similar para pymes y marcas menos conocidas en góndolas físicas y digitales, según Cassinerio hoy sería innecesaria porque los consumidores valoran y buscan precio, estén donde estén los productos.
“El público ya no tiene problema en dejar su marca habitual si encuentra otra que le ahorra un peso. El comprador de hoy es más analítico: no importa el aparato marketinero que tenga el producto: si hay un precio más conveniente, se anima a probar. Y muchas veces comprueba que esa segunda o tercera marca es igual de buena que la primera”, dijo el dirigente en Punto Medio (Radio 2).
En Rosario, este cambio cultural empujado por la necesidad convive con una tradición de proveedores locales que históricamente ofrecieron alternativas frente al dominio de las grandes empresas. “Durante mucho tiempo, las grandes marcas tenían una posición muy dominante: no se exhibían otras, o directamente no podían ingresar, porque ellas contrataban espacios fijos y había lo que había. Pero en nuestra zona, en cambio, siempre hubo proveedores locales que, sin ser nacionales, tenían gran presencia en Rosario. Para darte una idea: la marca Terma de amargos terminó comprando a Tacconi porque no podía entrar en Rosario; y Tacconi era rosarina”.
Cassinerio también comentó que muchas empresas de la zona son “fasoneras” de otras de mayor volumen: es decir, fabrican en sus plantas productos que salen de la provincia hacia otra y luego vuelven a las góndolas rosarinas “vestidas” con otro packaging. “En Rosario hay una planta de fabricación de budines que salen desnudos de acá, viajan a otra provincia, vuelven con un envase distinto y se meten en la góndola. Si uno se fija en el RNE (Registro Nacional de Establecimiento de la fábrica), ve que se trata de la misma empresa que fabrica para la marca conocida”.
Ante la crisis, las segundas y terceras marcas encontraron en las góndolas un espacio inesperado: “En lo que va del año participamos en tres rondas de negocios organizadas por la provincia, en La Fluvial, en Santa Fe y en Córdoba. Allí hicimos contactos con segundas y terceras marcas que no son inferiores en calidad a las primeras, sino que no desarrollan un aparato marketinero gigantesco”, subrayó.
A tarjetazo limpio
Otro dato fuerte que dio Cassinerio es la gran presencia de pago con tarjeta de crédito en el total de compras registradas: “Casi un 70% de las compras se hacen con tarjeta de crédito. Y eso obedece a que los descuentos más importantes se concentran ahí: si vos tenés descuento fuerte con tu banco el miércoles, no hay razón para que vayas a comprar otro día. En cuanto al resto, apenas un 10% paga en efectivo y el resto con débito y billeteras virtuales”.
Los cambios también se perciben en la forma en que se compra. “Antes la gente hacía una compra mensual o quincenal. Eso desapareció. Hoy va cada dos días o día por medio al supermercado. Lo hace para llevar un control estricto del gasto pero también porque las empresas lanzan promociones constantemente para mover stock: cuando un producto queda caro y no se vende, sacan una oferta y la gente lo compra. Ya no existe más el stockeo en las casas: la lata de duraznos en la alacena desapareció”.
Finalmente, fue consultado sobre el comportamiento de las empresas fijadoras de precios en estas últimas semanas de volatilidad del dólar: “Vimos lo de siempre: la industria tantea el mercado y después ajusta. Por ejemplo, en aceites se habló de un 7% de aumento porque el dólar había subido y convenía exportar. Pero al final, esa lista terminó un 2 o 3% más arriba. Con otros productos que tienen fecha de vencimiento, si el mercado no convalida, terminan bajándolo con promociones para no perder”.



