La inflación del país varía en cada cierre de mes, pero nunca disminuye. Según el Indec, una familia de cuatro integrantes necesitó $111.297,57 para superar el umbral de pobreza en julio de 2022. Los precios de las góndolas aumentan pero el sueldo de quienes aún conservan sus trabajos, sigue siendo el mismo y los jefes y jefas del hogar hacen malabares para sobrevivir, cuando ya no quedan recursos ni changas, acuden a golpear las puertas de los comedores barriales que suelen estar sostenidos por mujeres

En Rosario, la Municipalidad acompaña con asistencia alimentaria y/o refuerzo institucional a 1.065 merenderos. Además, en lo que va de este año, se capacitaron 350 nuevos responsables de comedores que recibieron su carnet de Manipulación de Alimentos. Del total de todos los programas brindados, el 58% es atendido exclusivamente por mujeres que a su vez, ven cómo las niñas de los hogares o las jefas de las familias del barrio son las encargadas de pararse en las filas con tupper en mano para llevar comida a la mesa. 

En Rosario, la Municipalidad acompaña con asistencia alimentaria y/o refuerzo institucional a 1065 merenderos. (Alan Monzón/ Rosario3)

Un recorrido barrial heredado de madre a hijas

Elisabet Ayala de 35 años y su hermana, Lorena de 31, se levantan a las 7 am; toman mates, dejan a los integrantes de sus hogares con indicaciones de quehaceres y se encuentran en Ciudadela al 4000 para comenzar a batir huevos y leche. Tienen que preparar en pocas horas 360 panqueques para los canelones que alimentarán a 120 familias de Nuevo Alberdi. Al mediodía se saludan y se van a sus trabajos remunerados.

Eli es extrovertida. Nació en Chaco y se mudó a Rosario con 17 años. Sentada en la punta de la mesa con una olla de acero que brillaba detrás de ella, le contó a este medio su historia y la del comedor Zona Rural como si estuviera narrando un cuento. La idea de cocinar para el barrio al principio la hizo dudar porque “era mucho trabajo” que se iba a sumar a su rutina, pero al ver la energía y el entusiasmo de su mamá Guillermina, no lo dudó. 

Eli está al frente del comedor "Zona Rural" en Nuevo Alberdi. (Alan Monzón/ Rosario3)

Mientras ella hablaba, Lorena la miraba con los ojos empapados en lágrimas. Hace solo un mes perdieron a la impulsora de la organización, la mamá de ambas y las emociones siguen a flor de piel, más aún al repasar tres años de arduo trabajo y comparar aquel 10 de julio de 2019 cuando dieron por primera vez la copa de leche e hicieron 80 torta fritas, a la actualidad, que las encuentra con un comedor en pie que avanza. 

Cuando comenzaron no había dónde cocinar. Lo hacían al aire libre y prendían el fuego sobre unos ladrillos. Tampoco contaban con la posibilidad de abrir la canilla y tener agua potable. Para lavar las ollas debían esperar una cuba. “Este techo fue la gloria”, dijo Eli sonriendo y haciendo mención al espacio físico que resguarda al comedor Zona Rural. Cada avance fue colectivo, los mismos vecinos que reciben ayuda estuvieron ahí levantando paredes. Ahora cuentan con quemadores y una amiga les regaló el tesoro más preciado: una multiprocesadora. Entre risas dijeron: “Ya no estamos tres horas cortando verduras”. 

La creadora del comedor fue su mamá Guillermina, hoy ellas dos siguen el camino heredado. (Alan Monzón/ Rosario3)

Lunes, miércoles y viernes en la entrada se forman filas para retirar la copa de leche y desde la pandemia, martes y jueves sumaron el almuerzo. “Tuvimos que duplicar la cantidad de comida, hacíamos dos ollas de 120 lts”, mencionaron. Las hermanas armaron un grupo de Whatsapp donde avisan a las familias que se acerquen con su tupper o olla y tienen una lista de quienes son los vecinos que acuden.  “A veces dejan de venir por un tiempo y nos avisan que por una semana no necesitan la ayuda, después regresan”, dijeron. Esos cambios se deben a la situación de trabajo de cada hogar. 

Las familias que vienen al merendero todas tienen un trabajito. El problema es que no les alcanza para llegar a fin de mes. Incluso nosotras” - y señaló a Lorena, se miraron cómplices y sonrieron - “Yo no vivo del merendero, vivo por el merendero”, soltó Eli. 

Lorena es la menor de las hermanas y trabaja codo a codo con Eli. (Alan Monzón/ Rosario3)

Como ambas tienen sus propios empleos, se dividen las tareas y organizan antes de irse a dormir las cosas que deben hacer al día siguiente para que les alcance el tiempo. Al equipo de “Zona rural” se sumó Lili, la cuñada de Eli y Ricardo, su marido. “Tenemos naturalizado el venir, sabemos que nos tenemos que levantar temprano para cocinar el pan, las roquistas o las tortas que acompañan la taza de leche o el mate cocido y tenemos en cuenta que lo que le damos acá es la comida principal de muchos chicos”, agregó. Por eso no les tiembla el pulso y cuando se les ocurre algo lo hacen como cuando llenaron la mesa con montañas de harina, volcaron agua y comenzaron a amasar para darle vida a 220 pizzas.

Las mujeres de Nuevo Alberdi hacen rifas y con lo recaudado compran lo que la red de merenderos no da: condimentos, más pollos o ingredientes que ayudan a cocinar comidas ricas. Además el tambo La Resistencia, de Ciudad Futura, les brinda la leche, el dulce de leche y el queso. “Con esa posibilidad solo ponemos nuestro trabajo”, pero ese trabajo comienza con días de anticipación. “Pensar qué vamos a cocinar nos da felicidad”. 

“El merendero fue sanador para mí'', Eli respiró profundo y agregó: “Sanó heridas. Acá me desconecto. Es mi lugar. Veo los problemas de otros y pienso que los mios son nada al lado de los de ellos. Pero esto es un trabajo. Tenemos responsabilidades, no podemos decidir quedarnos a dormir la siesta porque hay gente que está esperando para comer, que depende de nosotras”. 

Transformando Empalme

 

En San Cayetano al 1400 Susana San Martín de 60 años, su marido y su hija limpian “Caritas Sucias”, el comedor que abrieron en 2019. “Me olvidé de que venían” dijo entre risas cuando vio llegar al equipo de Rosario3. Estaban cambiando de lugar los elementos que usan para cocinar. 

Susy se describe rebelde aunque su voz transmita paz: “Cuando digo voy a hacer tal cosa no pregunto, lo hago”. Es abuela y “orgullosamente bisabuela”. Ama la huerta y las flores “porque dan vida”. El carácter que tiene lo usa para defender y acompañar a sus vecinos de Empalme en el día a día. Luchadora y con gran conciencia social. “Me gusta que se mejore el barrio”, comentó. 

Susy, como la llaman en el barrio, tiene 60 años y conduce el merendero "Caritas sucias" en Empalme. (Alan Monzón/ Rosario3)

Cuando llegó la pandemia, el desafío más duro no fue qué cocinar sino concientizar a sus vecinos que se vacunen. Las raciones de comida que realizaban en aquel entonces eran 470. “Me quedaba satisfecha cuando veía que todos podían comer. Hay que estar en el comedor eh…”. Susana hace un silencio profundo, y suma: “Me llena el alma y el corazón sumar ese granito de arena. Sé que un plato de comida no le soluciona la vida a nadie pero puede ayudar”. 

Sentada en el que era el garaje de su casa que ahora funciona de cocina para el merendero, dijo: “Si me dicen, Susana andá a trabajar allá para la gente, yo voy con todo el amor del mundo. Tengo una familia numerosa y lo lindo es entender y enseñar que las cosas se hacen para ayudar al prójimo”. 

El comedor funciona da la copa de leche dos veces por semana y cocina los días viernes. (Alan Monzón/ Rosario3)

Susy se la rebuscó toda la vida. Sabe hacer de todo y los años y las crisis le enseñaron a reciclar y remodelar para luego vender. “Me gusta transformar las cosas” y vaya que lo hace con el ejemplo, las acciones cotidianas y la resistencia en el barrio. En la actualidad recibe un subsidio municipalidad pero también hace comidas para comercializar y con ese dinero comprar mercadería de calidad para cocinarle a las 70 familias que acuden a su puerta

“Siempre digo que debemos entregarles lo que a uno le gustaría comer. Lo mejor. Pollo asado, tartas, empanadas, milanesas de soja o berenjenas… y hago trabajar a todos los que me vienen a visitar” y riendo agregó: “Tengo un secreto, un condimento especial: el amor”. 

Impulsada por sus valores y por el deseo de ver a las familias del barrio sobrevivir a la inflación, Susy trabaja día y noche. Se enoja si las ollas no quedan bien limpias o si las cosas no se hacen con ganas. “Hay que brindar lo mejor de uno, eso es el respeto hacia el otro”, mencionó. En Caritas Sucias entregan martes y jueves la copa de leche y los viernes la comida. “Es para toda la familia porque los papás y mamás también deben comer".

El merendero se encuentra en San Cayetano 1431. (Alan Monzón/ Rosario3)

El merendero se mantiene en pie gracias al equipo compuesto por seis mujeres que a pesar de tener sus responsabilidades, se organizan para ayudar al barrio en lo esencial: algo calentito para tomar y comer. A su vez, Susana contó que de los 70 representantes familiares que se acercan a retirar, 69 son mujeres: madres o hijas del hogar. 

“Las mujeres somos así, si no lo tenemos lo inventamos”, apuntó. Y en relación al trabajo del comedor sostuvo que es difícil, pero necesario: “Ojalá algún día no hagan falta y el Estado se haga responsable. La gente quiere trabajar pero en condiciones dignas: en blanco y con una obra social”. 

Mirar la pobreza con perspectiva de género

En diciembre de 2019, Elizabeth Gómez Alcorta que está al frente al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad dijo que “el problema del hambre perjudica especialmente a las mujeres, no sólo porque son ellas las más afectadas por los índices de pobreza sino también porque en general son las encargadas de los cuidados de las niñas, niños y adolescentes. Son ellas además las que tienen los trabajos más precarizados y peor remunerados y el 75% del trabajo no remunerado en el país también lo hacen las mujeres”. 

La desigualdad de género impacta también en la economía y la brecha se profundiza en las mujeres que habitan los barrios populares donde la feminización de la pobreza se incrementa. Así lo demostraron los resultados de las últimas encuestas realizadas en Rosario por El Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap). En la ciudad hay 52 mil personas viviendo en barrios populares. El 52% son mujeres. Y a la hora de responder quienes tienen un trabajo en blanco, el cupo se redujo: solo el 23. de las encuestadas respondió afirmativo. Además, el 99.5% de las que formaron parte de la encuesta se encargan de las tareas del hogar y del cuidado, entre ellas, llevar adelante un merendero barrial.