El jueves 14 de diciembre de 1978 Rosario se preparaba para una guerra inminente. La dictadura cívico militar argentina llevó al extremo el conflicto diplomático con Chile por el canal de Beagle, en el límite sur de ambos países. Todas las negociaciones habían fracasado a esa fecha y las tropas se movilizaban para un enfrentamiento. Buques cargados con tanques salían desde el puerto de la ciudad de Santa Fe, miles de soldados se dirigían desde Córdoba y Buenos Aires hacia la frontera oeste y rumbo al sur. Pero no solo los militares se alistaban para la batalla. Toda la ciudad se organizaba ese día 14 para una misión oculta. No secreta, porque se había anunciado en las radios y los diarios, pero sí oscura. Los rosarinos tenían que apagar todas las luces de 22 a 23 y dejar a la urbe de un millón de habitantes como una nube negra. El objetivo: un ejercicio para evitar posibles ataques aéreos del enemigo externo, de la guerra que nacía, que ya apretaba, que unía a la población desde el miedo.

A las 22 de ese jueves, en su casa de barrio Alberdi, zona norte, Amanda se esfuerza por tapar una ventana de su casa que da a calle Warnes. No llega porque está muy alta sobre la escalera. Se sube a un banquito para intentar taparla con una colcha. Es una ventana de vidrios fijos y la acción se le complica porque no tiene como enganchar la manta que lleva en su mano. Apurada y nerviosa, Amanda termina colgando la frazada desde el techo porque sabe que hay un cuidador de manzanas. El vigilador supervisará que todas las viviendas estén a oscuras. Absolutamente a oscuras.

Después, la mujer se va a la habitación de sus hijos de 8, 4 y 2 años y los entretiene como puede, con algún juguete, sin hacer ruido y con una luz mínima. Amanda pensará, 41 años después, al repasar aquel día ajeno y extraño: "Cómo hemos pasado momentos tan trágicos sin haber pesado la magnitud de lo que nos estaban pidiendo hacer".

Miguel Angel era entonces un joven trabajador en la Fábrica Militar de Armas de Fray Luis Beltrán, un posible blanco bélico. "Al sonar tres sirenas teníamos que desplazarnos a distintos lugares y a los que estábamos en administración nos habían asignado un monte de eucaliptus a unos 200 metros del edificio", relata y agrega: "En la ciudad se apagaban todas las luces, las calles, los semáforos, tenía que ser una oscuridad total".

Elda tiene hoy 91 años y aún recuerda la tensión de aquella noche: "Estábamos muy preocupados por el problema que había con Chile. Se había programado un simulacro de un posible bombardeo. Nos dijeron que dejáramos una hora todas las persianas bajas, las ventanas cerradas, no salir al balcón y ni encender ni una vela ni un fósforo siquiera para que no traspasara ni una pequeña luz. Escuchábamos ruidos afuera, como bombas en la lejanía. Sobrevolaban aviones. Una cosa muy triste".

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Elda, Amanda y Miguel Angel, el recuerdo de los oscurecimientos

El "ejercicio de oscurecimiento" del 14 de diciembre de 1978 fue el "operativo final" de un plan organizado por la dictadura en Rosario. Antes hubo cuatro acciones previas y parciales. Apagones de una hora en distintos sectores de la ciudad combinados con simulacros de incendio, de derrumbe y el sobrevuelo de aviones de guerra y helicópteros. La ciudad –ubicada a más de 3.000 kilómetros del canal de Beagle y a 1.200 de Santiago de Chile–, tenía que estar lista para un ataque, advertían las autoridades de forma insistente a través de los medios de comunicación.

En Buenos Aires, la Junta Militar ya tenía fecha para el desembarco en las islas del canal que reclamaba como propias (Picton, Nueva y Lenox): el 22 de diciembre a las 22 ejecutaría la "Operación Soberanía" y ya no habría marcha atrás.

Las indicaciones

"Manténgase informado a través de la radio y la televisión, debiendo consignarse que en el ejercicio de oscurecimiento, la cadena oficial será encabezada por LRA5 Radio Nacional Rosario, que difundirá los comunicados utilizando como cortina indicadora el tema folklórico "La Callejera", ejecutado por Alberto Castelar y su conjunto. Conviértase en elemento de control de las actividades de sus vecinos", publicó el diario La Capital el 9 de noviembre de 1978, el día del primer ejercicio.

La nota fue a la tapa con un mapa de la zona alcanzada por la tarea planificada de 22 a 23: avenida Pellegrini, Ovidio Lagos y el río Paraná. Además de las indicaciones para oscurecer las casas y tapar las luces de los autos, la Junta Municipal de Defensa Civil ordenó a los "peatones circular a paso normal, evitando trotar o correr, y en lo posible por el medio de la vereda". "Use vinchas, brazaletes o cinturones de género blanco y si es posible lleve un diario en la mano", agrega el parte reproducido. Las curiosas precauciones de las fuerzas de seguridad eran para no confundir a civiles con un delincuente.

Además de los comunicados oficiales en los medios, la señal para iniciar el ejercicio consistía en "un minuto de toque conjunto de sirenas y de campanas de los templos comprendidos dentro del sector".

El intendente del gobierno de facto, Augusto Félix Cristiani, anticipó que aviones de reconocimiento propio sobrevolarían la ciudad para verificar el grado de cumplimiento de la ciudadanía y se difundió la lista de "delegados comunales en el oscurecimiento", personas con nombre, apellido y dirección que vigilarían por tierra el accionar de los barrios (o "subsecciones", según el artículo).

Jugar a la guerra

"En esa época decían que mandaban cajones de ataúdes para la frontera, una médica amiga nos contó que mandaban cajas de medicamentos, vendas y primeros auxilios para las zonas de combate", cuenta Graciela y evoca los ejercicios: "Sonaban sirenas y había que tapar las aberturas y tener la menor cantidad de luces prendidas dentro de la casa para evitar que filtrara algo de luz hacia el exterior y que pudiera guiar alguna bomba de los aviones, y practicar de esconderse debajo de alguna mesa. Los chicos lo tomaban como un juego, eso de esconderse con poca luz. Había que ponerle algo de humor a lo dramático que estaba ocurriendo".

Damián tenía 11 años en aquellas jornadas que, para sus ojos, eran una aventura. "Con mi hermano una de esas noches fuimos a la terraza del edificio donde vivíamos en barrio Martín. Estaba todo oscuro pero divisamos que en un pasillo había quedado una luz prendida. Le gritábamos al vecino que no respondía y después intentamos con algunos elementos contundentes romper esa luz pero no tuvimos éxito. Por suerte no nos bombardearon la manzana”, bromea. Viviana era un poco más grande, tenía 13 y en esa fecha estudiaba para poder ingresar al Superior de Comercio. Era una adolescente de barrio La Fraternidad, de maquinistas ferroviarios en la Usina Sorrento. Ahí se referían al tema como "el apagón".

"Mi barrio es de departamentos de planta baja y primer piso, enfrentados por grandes jardines con plantas y verde, con veranos muy tórridos, y nosotros esperábamos esa hora del apagón para salir a la vereda. Sentíamos que estábamos todos presenciando la oscuridad, la noche, porque adentro de la casa hacía calor. Para los adolescentes y los niños era como divertido, ignorando el propósito que tenían esos entrenamientos", aporta.

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Viviana, Damián y Graciela: la mirada lúdica de los chicos sobre el drama

"Alcanzó gran realismo el oscurecimiento de ayer", tituló La Capital en tapa el 10 de noviembre. El primer ejercicio en Rosario había sido un éxito, decían las autoridades. Alcanzó a 414 manzanas de una ciudad "envuelta en un oscuro manto que la cubrió con un realismo propio de una acción bélica" con "un verismo tan auténtico que hasta en uno de los simulacros (de derrumbe) quedó un saldo de dos obreros municipales con heridas leves".

"Los edificios de altos se recortaban como fantásticas moles de hierro, cemento y cristal", describe el cronista anónimo del decano. También detalla los simulacros de incendio y evacuación en Sarmiento y Urquiza ("un hecho no exento de dramatismo"), el sobrevuelo de dos aviones y dos helicópteros, y el falso derrumbe en un baldío de Santa Fe 877 que provocó dos heridos reales: un obrero que se fracturó una costilla y otro operario que se quebró un dedo. El apellido del doctor que atendió a éste último: Armas.

Mi vecino el vigilante y los aviones

Después de ese primer ejercicio, las autoridades locales anunciaron y realizaron otros tres similares. El jueves 23 de noviembre, de 22 a 23, se hizo el segundo ensayo sobre dos mil manzanas enmarcadas por Pellegrini, Ovidio Lagos, arroyo Saladillo y el río Paraná.

La tapa del diario del viernes 24 reflejaba el ejercicio con fotos de un simulacro de incendio en la plaza Libertad y de vecinos reunidos en Sarmiento y Pellegrini. El título principal señalaba: “Videla habló del pleito con Chile”. El dictador ya avisaba que “llegado el caso” avanzaría con acciones para “afirmar nuestra soberanía” en el canal de Beagle y sus islas.

En la crónica del ejercicio en Rosario, Cristiani, el intendente de facto y capitán de navío, aseguraba que la población "se ha dado cuenta cabal de que esto es una cosa seria y que nos estamos preparando para algo serio".

El 30 de noviembre se oscurecieron desde las 22 unas 2200 manzanas en la zona de Córdoba, Ovidio Lagos, el río Paraná y los límites norte y oeste del municipio. Se desarrolló con “éxitos parciales” y hubo “fallas en la coordinación” de algunos de los simulacros. En Rondeau y Washington, por ejemplo, se apagaron las luces del alumbrado público “con 13 minutos de demora” y varios comercios de la zona de la Terminal de Ómnibus dejaron sus luces prendidas. Incluso fue “observado el auto del intendente municipal por desplazarse con iluminación demasiado ostensible”.

“No solo era un apagón –recuerda Nora, otra vecina de Rosario, cuatro décadas después–, era simulacro de ataque y sonaban las sirenas. Se apagaban las luces de la ciudad de todos los hogares. Había vigiladores que eran ciudadanos que pasaban la recorridas por sus barrios para ver que en las casas estuvieran todas las luces apagadas”.

“Yo vivía en un edificio a unas cuadras del río y subíamos a la terraza para ver el vuelo rasante de los aviones que recorrían a lo largo el río Paraná. Imaginate una ciudad como Rosario absolutamente silenciosa y oscura con esos vuelos de los aviones y las sirenas. Realmente siniestro, era horrible, pero se vivía como una novedad, un espanto”, agrega. "Era impresionante ver todo Rosario sin luces, no se veía nada salvo que era una noche estrellada y por ahí pasaban aviones”, refuerza Tini.

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Nora y Tini, los vigiladores, los aviones y la noche inmensa

La noche del jueves 7 de diciembre se cumplió “con todo éxito” “el cuarto y último de los oscurecimiento parciales” en el área delimitada por Ovidio Lagos, Córdoba, arroyo Saladillo y límite oeste del municipio. Los ensayos fueron variados. Agua y Energía reparó un corte de cables. Gas del Estado solucionó una pérdida. Y hasta Entel actuó para arreglar fallas en conexiones telefónicas.

La crónica de La Capital destaca que fue “el operativo parcial más eficiente logrado hasta el momento en Rosario”. Sin embargo, hubo una mancha que fue detallada: "Sólo debe mencionarse como excepción una luz que salía al exterior, en un patio abierto de la finca de la calle Sucre 1116, que fue subsanado por el propio jefe de manzana que procedió a desconectar los fusiles de la vivienda interrumpiendo de tal modo la infracción".

Después de los ensayos, y mientras en Buenos Aires la Junta Militar activaba su plan de guerra, en Rosario estaba todo listo para el operativo final del jueves 14.

(Continúa este viernes con la segunda parte del “Oscurecimiento de Rosario”).