Diciembre de 2022 quedará en la memoria histórica argentina como quedó aquel diciembre de 2001, con la diferencia que 21 años después la tristeza y la tragedia trocaron en alegría infinita, y el pueblo salió a la calle ya no para reclamar por sus ahorros y que se vayan todos, sino para festejar.

El Mundial del Fútbol y el triunfo de la selección nacional espantaron por un rato los fantasmas que todos los diciembres afloran desde el subsuelo de la memoria colectiva y sobrevuelan rasantes estas pampas dolientes de recuerdos de protestas callejeras, saqueos, represión y muerte. En ese sentido fue un diciembre distinto, en el que esos temores atávicos quedaron en segundo plano o solapados. Fuera de las tradicionales fiestas, los diciembres de Argentina cambiaron para siempre.

Ya no será sólo el Diciembre Trágico o Diciembre Negro sino también el de la tercera Copa del Mundo, que a su vez detonó un segundo acontecimiento popular extraordinario como fue esa marea popular inolvidable.
El Mundial y el fenómeno popular en cadena que desató tocan directamente a Rosario. La ciudad que todo el tiempo llama la atención de medios nacionales e internacionales por la violencia extrema asociada al comercio de drogas, en especial este año récord en cantidad de homicidios, es a la que quieren seguir viniendo Messi, Di María y Correa.

Vienen siempre para las fiestas, pero esta vez es distinto: en el mismo momento que todo el planeta hablaba de Messi, que sus fotos con la Copa rompían las métricas de las redes sociales, que en las redacciones de casi todo el globo preparaban tapas que lo tenían como protagonista, él le dijo a ese mundo rendido a sus pies que de todos los puntos del planeta donde podría tener sus merecidas vacaciones, elegía venir a Rosario “a descansar y tomar sol y unos mates” con su familia. ¿Cómo se construyó semejante contraste? Parafraseando la canción de moda por estos días y el tuit del propio crack, podríamos decir: “No traten de entenderlo. Rosario, con lo bueno y con lo malo, TE AMO”.

Aun cuando vienen a la ciudad y entran en una burbuja (como mucha gente que vive acá todos los días), elijen venir a hacer vida como hacen en Europa a la ciudad que asiste cotidianamente al drama de la violencia. El peso simbólico de esa elección vale lo que ni todos los jeques qataríes juntos podrían pagar.
Sin embargo no serán Messi y Di María los que nos saquen del pantano. Su elección individual como jugadores de fútbol representa una oportunidad porque sus nombres abren puertas, generan recursos, entusiasmo, y movilizan gente e instituciones.

No es cuestión de rezar para que se cumpla el improbable sueño de ver un clásico con Lionel y Angelito en la cancha porque quizás eso nunca ocurra; o quizás sí. Si la utopía se concretara será maravilloso, pero mientras tanto la ciudad de Messi, la que a pesar de los años y la distancia él sigue eligiendo, tiene que encontrar la fórmula para capitalizar semejante acto de amor que la hace única en el mundo. ¿Qué va a hacer Rosario, su dirigencia política, institucional, deportiva, cultural con el pase gol que Messi y Di María les acaban de dar? ¿La empujan adentro del arco o la tirarán a la tribuna?


La Argentina

 

La Argentina agobiada por el desánimo, la inflación, la inseguridad acaba de recibir un baldazo de alegría extraordinario, capaz de conmover los genes más íntimos de una sociedad que vuelve a encontrar en el fútbol lo que dice que le gustaría tener en la política, lo social, la educación.

Dicho así puede sonar naif, pero en verdad Argentina es hoy un país empantanado en la metáfora entre bilardistas y menottistas al que le falta un Scaloni que la saque del atolladero por arriba, con un fútbol nuevo. No es Scaloni pasando a degüello al bilardismo o al menottismo, sino con lo mejor de ambos. Para salir por arriba además del técnico se necesitan intérpretes, el equivalente a los 26 jugadores de la selección. Scaloni logró que cada uno en su subjetividad, méritos y capacidades interprete el objetivo y el método casi a la perfección.

Parece fácil en el deporte, pero está claro que no lo es. Teniendo a Messi sucedieron muchos fracasos antes, y la gloria llega en el ocaso de su carrera y sufriendo hasta el minuto final. Creíamos haber alcanzado el umbral máximo de sufrimiento con Países Bajos, pero todavía faltaba la final con Francia, lo que recuerda que la realidad a veces supera a la ficción y otras veces la golea, como fue este caso.

A diferencia del fútbol, la política está atravesada por una multiplicidad de factores que la hacen muchísimo más compleja. La metáfora de la selección recuerda que el camino no está hecho de certezas sino que se hace partido a partido, como repite Scaloni, parafraseando (quizás) involuntariamente aquel verso de Antonio Machado que dice que se hace camino al andar.

En medio de la algarabía mundialista, la Corte Suprema de Justicia le dio un pase gol al jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta. Hace un tiempo que la Corte nacional incurre en un inocultable favoritismo por Juntos por el Cambio, o al menos esa es la consecuencia de su encono en todo lo referido al peronismo gobernante. Lo demuestra en el contenido de los fallos y con el criterio de oportunidad. Cabe recordar que el reclamo por coparticipación de Santa Fe y las provincias que le siguieron tuvieron un primer fallo 6 años después.

La medida cautelar que ordena frenar la detracción de coparticipación federal a Caba tiene un efecto inmediato: le da al jefe de gobierno porteño dinero cash para su gestión a las puertas del año electoral. Ordena reponer un porcentaje de lo que el gobierno nacional le retrajo en septiembre de 2020, cuando decidió dar marcha atrás con el decreto por el que el ex presidente Macri, aprovechando el traspaso de la Policía a la ciudad, le había incrementado la coparticipación.

A diferencia de la final Argentina-Francia, acá no hay suspenso alguno. Todo está programado de antemano: la misma tarde de la cautelar el gobierno de Caba montaba la escena para hacer anuncios de inocultable clave electoral.

El gobierno nacional, respaldado por 14 gobernadores, decidió que el fallo es de “cumplimiento imposible”. El resultado es una profundización de la crisis entre el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema. En el vértice superior del poder, la política argentina vuelve a bailar en la cornisa.

La actual Corte está rifando la poca legitimidad que le queda para inclinar la cancha. Pasó con el Consejo de la Magistratura –cuando anuló una ley y repuso otra anterior a su conveniencia que hacía 15 años no estaba más en vigencia–; y también al meterse en la vida interna del Poder Legislativo, y además haciéndolo de forma arbitraria, donde lo que está mal en el Senado es aceptable en la Cámara de Diputados.

Es necesario recordar que dos de los cuatro jueces que la componen aceptaron ser nombrados por decreto de Mauricio Macri. Parece historia vieja, pero ese es el pecado original, una ilegalidad del gobierno de Cambiemos en 2017, que luego fue emprolijada y legitimada por el Congreso a instancias de la negociación con los gobernadores peronistas que eran amplia mayoría. Varios de ellos son los mismos que el jueves enfurecieron con el fallo de la Corte.

Repasemos la génesis del conflicto. En 2016 Macri le incrementa el índice de coparticipación a Caba del 1,4% al 3,75%. De nuevo fuera de toda buena práctica institucional modifica la ley de coparticipación por decreto, y es ahí donde activa una bomba de efecto retardado, que abrió el juego para que cualquiera que viniese después hiciera lo mismo. Como Caba es una tercera pata en el reparto, los fondos no salían de las otras provincias sino de la caja nacional, los demás gobernadores se quedaron en el molde porque a ellos no es tocaban el bolsillo.

La excusa de ese incremento fue el traspaso de la Policía a Caba, aunque era claro que había recursos de sobra y era para la jurisdicción estrella de Cambiemos. Tan es así que en 2018, cuando los números ya no le cerraban, Macri recurre a otro decreto y la reduce del 3,75 a 3,5. En 2020, en medio de la pandemia, sin negociación, planificación ni comunicación previa, Alberto Fernández firma un nuevo decreto volviendo el índice a 1,40 y con ese dinero se constituye un fondo para la provincia de Buenos Aires, ahora gobernada por Axel Kicillof (un auxilio similar le dio Macri a la ex gobernadora Vidal en 2017). Cabe recordar que ese recorte terminó con el trabajo coordinado de la pandemia que el presidente y Alberto Fernández y Rodríguez Larreta habían construido ante la desconfianza de kirchneristas y el macristas.

El capítulo coparticipación de Caba es parte de la novela mayor del sistema político argentino. Como están las cosas, va camino a escalar en tensión y conflicto, ahora entre Poder Ejecutivo y la Corte Suprema. En las primeras horas se habló de desconocer el fallo, pero luego el presidente intentó suavizar esa idea.
Esta nueva crisis se suma a la situación de la Cámara de Diputados, que terminó el año sin poder desbloquear el enfrentamiento oficialismo vs oposición.

Sobre esto último hay una incipiente movida política que atañe a Santa Fe. Si bien la última sesión del año fracasó porque un sector de la UCR Evolución no dio el quórum que había comprometido, en el bloque oficialista pegó el faltazo el santafesino Roberto Mirabella, operador histórico del gobernador Perotti y aspirante a sucederlo. No es un incidente menor, porque implica exhibir diferencias en público, debilitar la posición del oficialismo y, en definitiva, pararse en el mismo lugar que la oposición.

El argumento para ese desplante es que los proyectos que promovió en la Cámara no avanzan, pero la realidad es que el perottismo se distancia del gobierno nacional. La duda que ronda al peronismo es si ese distanciamiento es sólo de la Casa Rosada o también del cristinismo. Los únicos que conocen la respuesta son Mirabella y Perotti. A los ansiosos se les recomienda observar los movimientos de Juan Schiaretti. El gobernador cordobés encara con nuevos bríos la idea de ser candidato a presidente ahora que Cristina renunció a cumplir ese rol.