Después de haber pasado por una primera exhibición multitudinaria a comienzos de año, la gran obra Panorama de Rosario, del artista Daniel Santoro, quedará instalada de manera permanente en el Centro Cultural Contraviento (Rodríguez 721). El próximo miércoles 12 de noviembre, a las 19, el pintor regresará a la ciudad para inaugurar oficialmente esta nueva versión del trabajo que realizó especialmente sobre Rosario, y que podrá visitarse en forma libre y gratuita.
La pieza, compuesta por seis dibujos en papel acuarela de grandes dimensiones, fue concebida entre enero y mayo de 2025 y constituye la primera vez que Santoro —reconocido por su mirada crítica sobre la historia argentina, el peronismo y la modernidad— dedica una obra completa a esta ciudad. “Rosario es una ciudad mítica. Como todo territorio mítico, está y fue habitada por grandes personajes y a la vez por inescrupulosos seres primitivos. Este dibujo en forma de panorama intenta dar cuenta de esa condición”, expresó el artista.
Una ciudad entre el mito y el colapso
Santoro eligió representar a Rosario como un paisaje postapocalíptico en el que conviven los restos de distintas épocas: el esplendor industrial y su decadencia, la política como espectáculo y la vida cotidiana que resiste. A través de sus símbolos, escenas y personajes, la obra arma un relato visual sobre las crisis, los derrumbes y las reinvenciones que marcaron a la ciudad.
En Panorama de Rosario hay ruinas, máquinas, barcos encallados y una constelación de figuras humanas que parecen debatirse entre la fe y la supervivencia. La mirada del artista combina ironía y compasión, como si el dibujo fuera al mismo tiempo una advertencia y un homenaje. No hay nostalgia sino reconstrucción: una invitación a pensar cómo se edifica sentido después del fuego.
La obra fue presentada originalmente en el auditorio central de Contraviento, en una instalación de 18 metros lineales que recorrió los muros del espacio y se convirtió en uno de los hitos culturales del año. La potencia simbólica de la muestra impulsó la decisión de darle continuidad.
La nueva versión mantiene la esencia del proyecto —la mirada panorámica sobre Rosario y sus tensiones—, pero adopta otro formato: seis piezas de 150 x 80 centímetros realizadas con pigmentos naturales obtenidos de la tierra y carbonilla, el residuo que deja la madera después de pasar por el fuego
El resultado es una serie de imágenes densas, matéricas, que dialogan con la idea de la ciudad como territorio vivo y herido. Cada trazo parece un registro de esa combustión entre historia y presente.
Una muestra para quedarse
Desde este mes, Panorama de Rosario pasará a formar parte del acervo permanente del Centro Cultural Contraviento y podrá visitarse en el segundo piso, de martes a viernes de 16 a 21, los sábados de 10 a 13 y de 16 a 21, y los domingos de 10 a 13.
La entrada será libre y gratuita, con la intención de que tanto los rosarinos como quienes visiten la ciudad puedan encontrarse con una obra que, más allá de su valor artístico, funciona como espejo colectivo.
“Se puede decir que Santoro se queda en Rosario para siempre”, señalan desde el espacio, que define la muestra como un gesto de pertenencia y reconocimiento mutuo entre el artista y la ciudad que inspiró su mirada
En una entrevista que Santoro brindó a Rosario3 durante la presentación de la obra, el artista definió a Rosario como “una ciudad salvaje por naturaleza, donde las pasiones sociales y los contrastes conviven a cielo abierto”. Esa percepción se materializa ahora en esta versión definitiva, donde las marcas del dibujo dialogan con las huellas reales del territorio.
En ese sentido, Panorama de Rosario puede leerse como un gran mapa emocional de la ciudad: no una representación exacta, sino una síntesis de sus mitos, su violencia, su energía creativa y su resistencia. Santoro —que en sus obras anteriores exploró el imaginario nacional, las alegorías del peronismo y los íconos de la cultura popular— desplaza aquí su foco hacia una escala local, pero sin perder su tono universal.
Un artista, un espejo
Panorama de Rosario no es una postal ni un homenaje complaciente. Es, como toda la obra de Daniel Santoro, una pregunta abierta sobre lo que somos y lo que dejamos de ser. Al recorrerla, el visitante se enfrenta con los fantasmas y los sueños de una ciudad que sigue buscando su forma definitiva.
Tal vez por eso, más que quedarse en Rosario, Santoro parece haberse instalado en el imaginario de la ciudad. Su trazo, hecho de tierra y fuego, respira la misma mezcla de tragedia y esperanza que define al río, al puerto y a la gente que habita este territorio.



