A las 20.33 del último sábado, Andrés Calamaro se subió al escenario del Anfiteatro Municipal Humberto de Nito para cumplir con el primero de los dos recitales –con localidades agotadas– en Rosario.

El show comenzó con “Output-Input” y cerró, dos horas después, en las que mediaron una veintena de canciones, con “Los chicos”. Los discos El Salmón y La lengua popular marcaron no solo los puntos extremos del setlist sino también, de algún modo, el pulso de un concierto en el que Calamaro rockeó mucho –con más o menos sutilezas–, apiló éxitos y tuvo su réplica en el coro humano de unas cinco mil personas en las gradas.

Más allá de lo musical, el destino y el calendario electoral hicieron que El Salmón ofrezca este primer show en el día previo a una elección presidencial. Para el caso, un balotaje.

“Sobrenatural”, dijo Andrés desde el escenario para, al rato, dedicar el recital al fallecido periodista Mauricio Maronna y su familia: “Se nota su ausencia en Rosario. Hay más boludos por metro cuadrado, pero menos música”. La mención al fallecido periodista del diario La Capital precedió a “My mafia”.

Hasta entonces, la seguidilla “Cuando no estás”, “A los ojos”, “Verdades afiladas”, “Me arde”, “Rehenes” y el medley “La parte de adelante”/”Loco”/”Corte de huracán” habían dado algunas pistas de la intenciones de Calamaro y su banda.

Mientras los “dedos mágicos” del tecladista Germán Wiedemer subían la vara con cada intervención, el guitarrista Julián Kanevsky auguraba una velada rockera y el bajista Mariano Domínguez se afianzaba como la principal voz de apoyo para el artista, más allá de que los otros dos músicos también sumaran la suyas. El baterista Martin Bruhn completó la formación en la que El Salmón fue de los teclados a la guitarra, con traje y anteojos negros, y vincha de calaveras. Un rockero crooner.

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Poco antes de que se cumpliera la primera hora de recital, se escuchó una intro de guitarra (no teclados) de “Lunes por la madrugada”, la canción con la que Andrés evoca a Miguel Abuelo. No fue el único guiño a Los Abuelos de la Nada, también hubo una cita a “Mil horas”, sobre el final de “Tuyo siempre”, pero la inclusión de la canción que abre la placa Himno de mi corazón no formaba parte del repertorio previo del músico.

Después de “Estadio azteca”, llegó la invitación “al secreto mejor guardado del rock”, Coki Debernardi que sumó su voz en “El salmón”, “Alta suciedad” (también en guitarras) y “Maradona”.

De ahí en más, la voz de Calamaro se mezcló con la del público en una suerte de revival festejado en el que se pogueó chiquitito (en el lugar) con el medley “Mi enfermedad”/”Todavía una canción de amor”/”Te quiero igual”/ “Dulce condena” y “Sin documentos”.

La celebración parecía inagotable pero había un límite: el tiempo, la veda en la noche previa a una elección presidencial.

Con “Flaca” y “Paloma”, la banda se tomó un breve tiempo que desembocó en los bises “Crímenes prefectos”, el cover de Ricardo Iorio “Justo que te vas” y el mencionado “Los chicos”.

Con capa y gesto de torero Andrés Calamaro de despidió del público en la primera de las dos noches en el Anfiteatro. La segunda fecha será este lunes, con nuevo presidente electo.