Clarita tiene 4 años y está frente a un pequeño televisor blanco y negro con tres canales en su casa de barrio Saladillo, zona sur de Rosario. Mira un programa sobre Galileo Galilei que dan en la TV Pública. Las estrellas, la galaxia, aquello tan extraño la cautiva pero algo le genera un calor nuevo en el cuerpo. Siente como suya la pasión de ese hombre capaz de mirar al sol en su telescopio hasta quedarse ciego. Tiene que hacer algo ella también y sale decidida de la pieza gritando.

–¡Mamá, quiero ser astrónoma!

La curiosidad de la niña se mantiene y crece con los años. La pared de su habitación se convierte en un sistema solar. “Me había intrigado qué era lo que tanto miraba Galileo. A Copérnico también lo re seguía”, cuenta Clara Micheletti, que ahora tiene 15 y es la protagonista del documental “El Universo de Clarita” (se estrenó en el Bafici y se presenta el próximo viernes 16 y miércoles 21, a las 20, en el cine El Cairo).

“Estaba siempre curioseando y quería saber qué era lo que ellos miraban, lo que buscaban, quería ver”, sigue la hoy adolescente rosarina. Hizo algunos talleres de astronomía y en 2015 conoció a Yako Ekdesman y Sofía Méndez, los coordinadores del Proyecto Miradas que hacían una capacitación para chicos y chicas en la Sala Lavardén.

“Con mi hermana Natalia siempre seguimos los talleres de la ciudad, en la Casa Arijón y otros lugares. Para hacer este, que era medio tarde, tenía que salir antes de la escuela y había que convencer a mis papás. Me dejaron y así empecé a ir”, recuerda.

Miradas es un proyecto de Yayo y Sofía que nació como un recorrido por Latinoaméricapor escuelas rurales y comunidades de pueblos originarios. Esa experiencia siguió con diversos encuentros y espacios experimentales y lúdicos en Rosario y el país.

“Entré a un cuartito de la terraza de la Lavardén y había pelotas de goma que eran los planetas, como en tamaño real –dice Clara y se ríe de su exageración–: Júpiter era enorme y la luna re chiquita. También había telescopios y por una puerta se pasaba a una sala oscura con lana fluorescente y tornillos. Podíamos armar constelaciones con la lana, engancharla a los tornillos. Era poder tenerlo entre tus manos, formarlo vos, agarrar los planetas y separarlos”.

Road movie

 

En ese espacio cultural del centro de Rosario, Miradas y Clarita se conocieron y Tomás Lipgot, el director de la película nacido en Neuquén, los encontró. "Tenía la idea de hacer un documental de astronomía para niños, protagonizado por un chico, pero sin conocer a nadie. Investigué y descubrí el taller de Yayo y Sofía: me gustó la forma de acercamiento con los chicos que tenían", afirma el titular de la productora Duermevela.

A la salida de los talleres, ya de noche, cuando Clarita esperaba que la pase a buscar su hermana Natalia para volver a su casa, se quedaba charlando con Yayo en la escalera de la Lavardén y se creó una relación especial. "Tomás me llamó y buscaba a un niño carismático y extrovertido. Nosotros habíamos montado un dispositivo para las vacaciones de invierno en la Sala y después seguimos haciendo talleres. En octubre apareció Clarita y le dije: «No busques más» Tiene una personalidad que te enamora", suma Yayo sobre esa constelación de voluntades.

Clarita, ya con 10 años, y su familia, los talleristas y el director se pusieron de acuerdo. Habría que viajar por todo el país y contar mil historias. Yayo recordó que la idea inicial era filmar solo con ella pero "Tomás es muy democrático, escucha a todos y toma las ideas", entonces él y Sofía se metieron en el guión y se sumaron al rodaje, con apoyo del Conicet.

La primera travesía fue a Mendoza en 2011. Clarita tenía 11 y era su primer viaje sin sus padres. “Me fui con Yayo y Sofía, y los del equipo de cámaras y sonido. Fuimos a un encuentro de «Jóvenes astrónomos». Había personas de Buenos Aires, del Bolsón, de todos lados, de facultades y de escuelas. Pero yo no estaba en ninguno de esos lugares, éramos «Proyecto Miradas y Clarita», estaba escrito literalmente así”, remarca la adolescente y repasa cómo de a poco fue incorporando la idea de protagonizar la película.

Yayo aporta: “Después nos fuimos a Malargüe y a San Juan, nos ayudaron las dos provincias, y terminamos en el eclipse, en el epicentro de Bella Vista. Había gente de todo el mundo y nos tocó hablar en un escenario ante 10 mil personas y a Clarita la entrevistaron de canales de todo el mundo. Todo en un predio enorme en medio de la nada, fue muy muy loco ese viaje”.

Clarita aún recuerda su emoción en “Campo del cielo”, Chaco, donde impactó una lluvia de meteoritos metálicos hace unos 4.000 años. “Está el segundo meteorito más grande del mundo y yo lo abracé. Siempre me pregunté ¿cómo caen a la tierra, de dónde vienen, por qué caen? Había uno afuera del museo, ahí estaba como un oso parado, así de alto y de ancho, como un elefante de frente”, describe.

Conoció también a descendientes de los Mocoví que le contaron sobre su cultura, de los mitos en torno a ese hecho astronómico y le dijeron que usaban el metal del meteorito para hacer armas y puntas de lanza. “Aprendí mucho sobre cómo las personas de otras épocas lo usaban”, dice y revela un dato más: “Ellos le decían «caca del sol» en lengua mocoví”.

Los viajes siguieron por La Plata, Buenos Aires y también en lancha hacia las islas frente a Rosario con Gabriel Cepeda, un experto en la cultura chaná, el pueblo de los humedales. “Los conocimientos en todos esos viajes me representan, me gusta todo lo que aprendí en esa película y lo que conozco del universo”, resume la protagonista.

Para el director, “fue un desafío pensar cómo acompañar ese crecimiento de ella y ves el paso del tiempo en la pantalla, es interesante para ir retratando”. Los rodajes transcurrieron desde 2016 hasta el eclipse de julio de 2019. El audiovisual se iba a estrenar en el Bafici 2020 pero el festival se suspendió por la pandemia y estuvo “un año guardada”.

“La astronomía es un viaje interno, de preguntas, te confronta con lo que somos, tiene una cosa muy existencial y el rodaje estuvo repleto de esas cosas: de revelaciones, conocimientos nuevos y emociones que tienen que ver con el contacto, con mirar el cielo o un eclipse de sol”, define Tomás.

Seguir girando

 

La película, está claro, presenta el mundo de la chica que se hizo adolescente mientras buscaba respuestas en el cielo pero ¿cómo es ese universo de Clarita? “Como la película”, responde ella, en un loop infinito, mientras se prepara para nuevos misterios.

La niña ahora tiene 15 y es Clara. Está en tercer año de la secundaria y eligió la especialidad humanidades. No dice que quiere ser astrónoma, que sueña con ser astronauta o viajar a las estrellas. Evita la lluvia de lugares comunes que una pregunta puede encerrar y dice, fiel a sí misma, libre también: “No sé”.

Explica que creció, que la película ya es parte de su vida pero quizás la astronomía se convierta en algo amateur, como Víctor Buso, menciona, el rosarino que registró una supernova (explosión de una estrella). “Él es cerrajero y es un amante de la astronomía”, aclara.

Además de su hermana Natalia que la llevaba al taller, su otra hermana Julieta participó en la música de la producción, su mamá Gabriela, feriante de la ciudad, sigue apoyándola (incluso para soplar datos durante una entrevista) y la figura, susurran ellas divertidas y cómplices, fue Julián, su papá docente: “Al final aparece bailando, es lo mejor de la película”.

Algo de eso, pero con otras palabras, valora Yayo como síntesis del encuentro entre Clarita y su familia trabajadora de la zona sur con el mundo de la astronomía y del cine. El tallerista y comunicador de la ciudad destaca “el grupo humano que se formó y que convivimos mucho tiempo” y también “la maravilla de comprobar las múltiples facetas desde las cuales se puede abordar la cuestión astronómica, que es inacabable desde lo más duro en términos científicos (estuvimos por ejemplo en el Centro de Malargüe de medición de ondas cósmicas) hasta los arrieros trashumantes que encontraron figuras en cuevas”.

“Vimos cielos increíbles y el eclipse, pero lo mejor son las personas que hacen la astronomía, la gente que está atravesada por historias. Lo más maravilloso es lo que está pasando en la tierra cuando miramos el cielo; lo terrenal de los astros”, agrega.

Ficha técnica

Guion y Dirección: Tomás Lipgot
Producción: DUERMEVELA SRL- Con apoyo del INCAA- CONICET- GOBIERNOS DE LAS PROVINCIAS DE CHACO, SAN JUAN Y MENDOZA-
Cámara y Dirección de fotografía: Javier Pistani
Música: Pablo Urristi
Montaje: Emiliano Serra
Director de sonido: Hernán Severino (ASA)
Color: Lucila Kesselman
Timelapses: Lucas Guardincerri
Conicet Documental: Nicolás Martinez Zemborain, Pablo Kühnert y Bernadette Saunier Rebori
Asistente de producción: Nicasio Fernández
Canciones: Lucrecia Aragón y Julieta Micheletti
Productor Asociado: Hernán Severino
Efectos Visuales: Cristian Tonhaiser
Duración: 73 minutos

Proyección en El Cairo: viernes 16 y miércoles 21 a las 20. Habrá cinco funciones más en mayo.