En la novela El último viaje del Fenicios, el modelo de producción capitalista y la ficción se cruzan para narrar las historias de las y los desplazados: personas que son empujadas a dejar sus territorios, sus familias y comunidades por distintas razones que, en la búsqueda de un empleo, se enfrentan a la explotación laboral.

Los cinco desplazados de la trama, cuyas historias reflejan las de otros cientos, son reclutados en un buque de guerra devenido en factoría textil. El anhelo de un futuro con otra suerte se desmorona en esta “Babel de ultramar” capaz de producir las 24 horas sin que importe el costo humano.

Una etiqueta, un grupo de gitanos y una mutualidad más allá de las lenguas y dialectos serán los aliados frente a la pronta certeza de que son “los nadies”.

Puede estar pasando en cualquier parte. Me refiero a la miserabilidad de ciertas industrias en un mundo en el que cada vez son más las personas desplazadas y vulneradas”

El último viaje del Fenicios es un thriller sobre los nuevos esclavos que viven en países en vías de desarrollo y que emigran en busca de trabajos, pero lo que encuentran es explotación laboral”, explica la escritora rosarina Alejandra Rey sobre la novela que coescribió con el ingeniero Horacio Massacesi y que publicó Plaza & Janés el último marzo.

La también periodista señala en la charla telefónica con Rosario3 que “si bien es una ficción y los personajes también son ficticios, esto puede estar sucediendo en cualquier parte. Me refiero a la miserabilidad de ciertas industrias, en este caso la textil, en un mundo en el que cada vez son más las personas desplazadas y vulneradas en todos los continentes”.

“Es un thriller global –abunda la entrevistada–, pero a la vuelta de mi casa o de la tuya seguro hay alguien que está siendo vulnerado por alguna forma de explotación laboral que no queremos ver”.

El punto de partida de la novela fue la compra de una prenda de vestir en una tienda de otro país. A la sensación inicial de “haber conseguido una oferta” le siguió la pregunta: ¿cómo podía tener un precio final tan bajo?

"Esa idea empezó a dar vueltas en la cabeza a Horacio, me la comentó y comenzamos a trabajar. Sabemos que hay esclavitud en el mundo, pero no se la quiere ver. Y la industria textil lidera algunos de esos rankings”, añade la entrevistada.

Una casa de alta costura en Milán tiene prendas hechas en villas, en favelas. Sabemos que existe, pero no queremos verlo porque es nuestro peor espejo"

Anane Deng's, Ramiza Bojda, Rigoberto Mamani, Timmia, Anatoli Kohut, Tizziana son algunos de los nombres de estos “nadies”, como los llama Rey: “Son personas a las que nadie busca, gente que huye que puede ser captada por alguna organización mafiosa y luego esclavizada bajo engaño”.

“Hablamos de la esclavitud como si fuera algo del pasado. Un horror de otra época perpetrado y permitido por personas que nada tienen que ver con nosotros”, se lee en El último viaje del Fenicios.

La escritora y periodista rosarina Alejandra Rey.

"La idea era contar historias de distintos lugares, remotos y distantes entre sí –añade Rey–. Además, para que este barco (Fenicios) tuviera éxito con unas 2.000 personas a bordo, más o menos, entre trabajadores textiles y custodios, tenía que ser una especie de Babel en la que nadie se entendiera. Así funciona la extorsión. No nos consta que existan esos barcos, pero la posibilidad de una fábrica en Altamar con «fabricantes de algo» puede estar sucediendo".

—En esa línea, la de decir “esto es una novela, pero algo pasa” es que decidieron citar fragmentos de informes de organizaciones como Break the chain, Acnur o Cost of War?
—Es parte de la investigación que hicimos sobre explotación laboral antes de escribir el libro, cómo una casa de alta costura en Milán tiene prendas hechas en villas, en favelas. Le cambiás el nombre, le pones una piedrita más o un par de lentejuelas y listo. Sabemos que existe, pero no queremos verlo porque es nuestro peor espejo.

Esto sucede porque alguien hace la vista gorda por corrupción o por negocio y porque se tiene la sensación de que al ser «los nadie», nadie los va a buscar"

—Pero sí miramos las etiquetas, algo tan pequeño que puede decir mucho sobre el origen de las prendas
—Los marbetes están en la hechura y la marca es clave en ese lenguaje común de quien vende y quien compra. Lo que se ve y se busca es eso porque, creo, estamos todos etiquetados. En este caso, un marbete tiene que ver con la supervivencia del grupo.

"Hay que entender que para que esto ocurra, tiene que haber un silencio cómplice entre la gente, los empresarios, los Gobiernos. Es decir, sucede porque alguien hace la vista gorda, por corrupción o por negocio, y porque se tiene la sensación de que al ser «los nadie», nadie los va a buscar y nadie va a protestar. Con este libro, en parte, quisimos visibilizar lo que ocurre", cierra Rey.