Este sábado a las 21, en el Espacio Subsuelo de Plataforma Lavardén, Sarmiento y Mendoza, se presenta aSombra, obra de danza y percusión afrobrasilera.

La apuesta con María Laura Corvalán, Betina Pellegrini, Yamila Frisón y Silvana Saavedra, también subirá al escenario este lunes, a las 20, en La Sonrisa de Beckett, Entre Ríos 1051

La presencia de los músicos Carlo Seminara y Alfredo Tosto completan la apuesta de creación colectiva que dirige Virginia Brauchli y produce Iró Baradé.

“Es una obra de danza percusión en la que montamos a partir de ritos, mitos, relatos, danzas y músicas, historias de una presencia afroamericana que ha sido invisibilizada”, explicó Laura Corvalán, integrante del colectivo, a Rosario3.com.

"Abordamos lo afro desde su presencia en América y en Argentina", completó.


“La invisibilización empezó a interpelarnos desde el ritmo y la danza, pero no desde la forma sino desde los elementos, desde los cuerpos; cómo pensarlos en relación con nuestra cultura”, reseñó la también doctoranda en Comunicación.

Esa “cultura” a la que alude Corvalán encuentra su andamio intelectual en la llamada Generación de los '80 y en las acciones de “blanqueo”.

“Hay una argentina blanca, europeizada que lavó su historia negra. Los conceptos de «raza» y «negro» como algo peyorativo lo demuestran. Hubo todo un plan de inteligencia estratégica en política, en educación, en lo social para lavar nuestra cultura”, abundó.


Tanto la dualidad como el ascetismo propuesto como modelos para «el hombre (y la mujer) occidentales», quedan expuestos en el modo en que se expresan los cuerpos.

“Lo notamos en el tango, en el folclore, por ejemplo: la pelvis y el cuerpo no se mueven. Más allá de esto, en las danzas afro, el baile tiene un discurso. Y es a partir de ellas que encontramos otra manera de relacionarnos con el cuerpo. Por eso digo que esto va más allá de la forma, es un modo de estar en el mundo”, apuntó Corvalán.

Tras un año y medio de trabajo, el grupo pudo montar aSombra que estrenó el último junio en el CEC.

“Lo interesante fue cómo poder lograr la integración de la música con el relato y la danza. En lo afro, música y danza tienen el mismo grado de compromiso (…) No se trata de ser una bailarina, sino de bailar la vida. Y para eso se necesita un trabajo corporal previo que rompa con la dualidad cuerpo-cabeza. Creo que lo más difícil fue lograr eso en un montaje que incluya al público.”