La semana previa al clásico se había vivido con mucha calma en la gente. Por supuesto ayudaron las declaraciones de los jugadores cuando realizaron la conferencia en conjunto, para que fuera de esa manera. Exceptuando el incidente en el predio de Malvinas, donde juegan las inferiores de Newells, lo demás fue con mucha tranquilidad y todos aguardaban el encuentro más importante de la ciudad con deseos de ver una hermosa fiesta. 

Y la fiesta fue fantástica, extraordinaria, con mucho color, con la bandera mas grande del país, con mucho público dentro del estadio y también muchísimos simpatizantes afuera que no pudieron ingresar. Este encuentro de la sexta fecha, Central-Newells, tuvo lo bueno y lo malo. Entre lo negativo quedaron los incidentes graves ocurridos en el ingreso al Gigante en varias puertas y la represión policial donde hubo corridas, balazos de gomas y heridos que tuvieron que ser atendidos por los servicios de emergencias. Hasta el hijo de un integrante de la seguridad del encuentro tuvo que ser asistido por dos disparos que le impactaron en el estomago y la pierna. Todo se descontroló. Un hincha relató que en la puerta 5 nadie pedía nada, ni carnet, ni entrada y que la policía solo intentaba despejar a los que se acercaban. 

No es la primera vez que ocurre en Arroyito un hecho de estas características. En esta ocasión llama la atención que habían vendido todos los boletos, que solo podían asistir socios y se notó que hubo sobreventa de entradas porque hasta los pasillos de las plateas estaban invadidos. Evidentemente fallaron los controles. Algunas fuentes muy cercanas a la institución, que conocen muy bien el tema, deslizaron por lo bajo que se trata de una "interna policial".

No solamente estaba el responsable de los espectáculos deportivos como es habitual su presencia en cada evento, sino también Maximiliano Pullaro para garantizar que todo lo que se planificó en la semana con los directivos se llevara a cabo. Pero nada se cumplió. Represión policial, internas, hinchas que no pudieron ingresar además lo triste de los heridos.  En definitiva, un clásico opacado por la violencia que no tiene explicación concreta, o nadie la quiso dar: solo tiene damnificados.