Dos jóvenes oriundos de la provincia de Tucumán fueron demorados este jueves al mediodía en pleno centro de la ciudad. En una requisa, el personal policial les secuestró dos lápices de widia, una herramienta que, más allá de su uso profesional, es un instrumento utilizado por motochorros para romper cristales. La dupla quedó alojada en la Comisaría 2ª para averiguaciones. Las detenciones de tucumanos por robos o sospechas en el centro volvieron a ser comunes, señalaron fuentes policiales, a más de seis años del anuncio de la desarticulación de una banda con integrantes de esa provincia que supo asolar el centro con osadas salideras bancarias.

El procedimiento tuvo lugar en Paraguay al 700 por personal de la Brigada de Orden Urbano que identificó a Axel Alejandro F. y a Franco Simón F., los dos con domicilio en San Miguel de Tucumán. Ambos se movían en dos motos de alta cilindrada, modelos Honda Tornado y CG.

La demora de los sospechosos tucumanos no fue azarosa, ya que la policía los tenía en la mira, indicaron voceros policiales a Rosario3. Incluso, investigadores señalaron el uso del lápiz cortacéramicos –de vidia o widia– es un clásico de delincuentes oriundos de Tucumán que operan en el centro rosarino, a diferencia de los motochorros locales, más adeptos al uso de bujías para estallar lunetas.

Lo mismo ocurrió en septiembre del año pasado en 9 de Julio y Paraguay cuando la Policía identificó a dos tucumanos de 26 y 36 en una moto Honda CBX 250 que llevaban un lápiz de vidia. El uso del lápiz cortacerámicos para fines non sanctos se remonta, según el libro Conexión Bogotá del periodista especializado en policiales Nahuel Gallota, a la década del 80 por parte de ladrones colombianos nómades: “Con un largavista, marcaban a algún joyero y lo seguían. Cuando estacionaba el auto, en plena calle o en un garaje, le rompían el vidrio y se robaban los maletines”.

Dos tucumanos detenidos en el centro con una bujía y un lápiz cortacerámicos.

El mote de “banda de los tucumanos”, en tanto, tuvo sus apariciones en la crónica policial a fines de la década pasada, y la supuesta desarticulación de una gavilla, en 2017, ameritó una conferencia de prensa presidida por el entonces gobernador Miguel Lifschitz y la plana mayor de la antes llamada Policía de Investigaciones (PDI). Al grupo le atribuyeron jugosas salideras bancarias en el microcentro, pero el desenlace de las causas no tuvo repercusión.

Como si fuera un deja vu de aquellos años, el 29 de agosto fue detenido el tucumano Jorge Rodrigo Ledesma al cabo de una persecución que se inició en el centro y terminó en Ayacucho al 4000, en barrio Tablada, en la misma cuadra donde hace seis años la PDI allanó un domicilio utilizado como aguantadero por la banda, según un jefe policial que en su momento le siguió los pasos al grupo.

“Los tucumanos vienen, cometen los robos y se van. Tienen una tarifa que le pagan a gente de Ayacucho al 4000 y Centeno 200. Es por la constatación de domicilio y, también, para que les lleven comida a la comisaría si es que caen”, aseguró una fuente a este diario sobre la complicidad local con los ladrones audaces del norte del país.