Cuando se presentó en la audiencia imputativa de este lunes, Alexis Oscar “Tato” o “Blanco” Romero, acusado como uno de homicidas presuntos de Lorenzo “Jimi” Altamirano, dijo trabajar en la agencia de autos de su tío. A la par de ese empleo, a este joven de 27 años con apariencia de “pibito normal” y domiciliado en barrio Bella Vista, la fiscalía le atribuye una saga criminal que ya fue ventilada semanas atrás durante la imputación al grupo bautizado como “La Mafilia”, un nombre que, en realidad, pertenece al universo de las letras del cumbiero L-Gante.

Romero, que ya se encontraba en prisión, fue imputado por el fiscal Matías Edery como uno de los integrantes del grupo que, bajo las órdenes de los reclusos Leandro “Gordo” Vilches y Pablo Nicolás Camino, robó un vehículo para, luego, secuestrar al voleo y matar a Jimi Altamirano en la noche del 1º de febrero frente al Coloso Marcelo Bielsa. Un asesinato vil para utilizar un cuerpo como sobre y, de esta forma, dejar un mensaje a los capos de la barra brava leprosa: Leandro “Pollo” Vinardi y Damián “Toro” Escobar, ambos ligados a Ariel “Guille” Cantero y retratados en la bandera que la barra desplegó en la despedida al ídolo Maxi Rodríguez.

Romero, de remera amarilla, en Cochabamba al cero bis, previo a robar el auto utilizado para matar a Altamirano.

En la audiencia, Edery también imputó a Daniel Mateo Bommer en calidad de partícipe del crimen y como miembro de la asociación ilícita. Se trata del joven que fue detenido días atrás en un centro de rehabilitación en la localidad bonaerense de Villa Bosch, a donde se refugió luego de que intentaran matarlo –o acallarlo– tres días después del homicidio de Jimi.

La caída de Romero en Eva Perón y Circunvalación.

Las causas de Romero no terminan allí. Cuando fue detenido el pasado 22 de junio circulando en avenida Eva Perón y Circunvalación, en un operativo de personal de la Unidad Especial de Investigación del Crimen Organizado (Ueicro), tenía pedidos de captura por dos intentos de robo violentos en barrio Belgrano. En esa ocasión, su celular terminó secuestrado y el peritaje arrojó datos de interés para los investigadores de esa unidad, a cargo del comisario Maximiliano Bertolotti.

Para la Fiscalía, no hay dudas de que Romero es quien fue captado por cámaras el 6 de mayo en las cuadras Pampa al 5500 y Chubut al 5600, donde automovilistas fueron abordados por un asaltante.

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En el segundo caso, las imágenes son cruentas, ya que el sicario disparó sobre la familia cuando el conductor quiso escapar. “Empecé a gritar y a cubrir al nene. Mi marido volantea para salir y le disparan. Tiró a matar, no es que fue para que se asustara y nos bajáramos”, dijo en Radio 2 la mujer que llevaba en su regazo a su hijo de un año.

Los fiscales también imputaron a Romero por un ataque mafioso que tuvo lugar en San Lorenzo, cometido el 7 de mayo.

Según la investigación, fue un encargo del recluso del penal de Rawson Leandro Vilches, con quien Romero tenía trato directo, en represalia por un crimen, el de Vicente del Valle Silvera, un hombre de 75 años muerto a tiros el día anterior, en una saga ligada a los conflictos del negocio del narcomenudeo en el Cordón Industrial.

De esta secuencia existe una grabación recuperada del celular del propio Romero. En medio de la noche, un grupo de encapuchados patea la puerta del domicilio de Islas Malvinas al 3248, ingresa y desata un vendaval de disparos. Uno de los plomos impactó en el brazo derecho de Paola P.

Como si la trama criminal fuera un rompecabezas que se va armando con la evidencia que surge de celulares secuestrados, a Romero también le atribuyen el crimen de Pablo Sebastián Latorre, un hombre que fue asesinado gratuitamente el 20 de febrero durante en la cochería “Casa Colonial” de Teniente Agneta al 1700.

Esa tarde, se desarrollaba el velorio de José Maturano, muerto en su casa de Santa Lucía horas antes. Para los fiscales, Romero actuó como un sicario freenlance o autónomo porque, según la evidencia, estos crímenes fueron encargos de Pablo Camino, el socio de Vilches. Romero, dijeron los acusadores, tenía agendado a Camino como “Flaco N”.

En una charla con una tal Lore, Romero se jacta de haber cometido una serie de hechos criminales que tomaron trascendencia mediática y por eso envía captura de pantallas de titulares de noticias y cierra el intercambió: “También me mandé la del velorio jajsj! Caímos a un velorio, matamos un loco y le dimos en la cabeza a una mina embarazada jaja”. 

La lista de sucesos criminales que la Fiscalía le atribuye a Romero la completa una tentativa de homicidio cometido el 24 de mayo en Pérez, en la que –según el legajo fiscal– también participó su cómplice Osmar “Omi” Benítez, quien filmó el hecho. Una balacera del 16 de marzo que tuvo como blanco una vivienda en Villa Flammarión; una tentativa de homicidio del 7 de mayo en Benito Juárez al 1200, según la fiscalía, un encargo de Vilches. Un hecho de “intimidación pública” (cinco tiros al aire acompañados de una nota amenazante) el 9 de mayo en Ludueña. Un intento de asesinato del 13 de mayo en Génova y Colombres, en el que la víctima quedó con pronóstico reservado.

A este universo también pertenece la grabación de una balacera que filmó, presuntamente, otro integrante de la banda: Jorge Damián “Porteño” Camargo, quien fue asesinado el pasado 18 de abril frente a su novia Daiana Becerra. Camargo, según la evidencia, oficiaba de sicario de La Mafilia y tenía el fetiche de vestirse de policía. Su novia fue ejecutada el 10 de julio en un pasillo de Rueda al 3900.

Los investigadores aún desconocen cuál fue el blanco del ataque filmado. Sólo se alcanza a ver la cara de Camargo y quien efectuó los disparos no sería otro que Omi Benítez, según la Uiecro, fuerza a la que fue delegada la causa que instruye la fiscal Georgina Pairola.

Camargo, el sicario que se disfrazaba de policía.