Una cinta impide acercarse a un cuerpo que yace sin vida sobre el asfalto. Alrededor hay policías con chalecos de la "AIC" levantando rastros o vainas. Y detrás, vecinos que se asoman. Varios registran con sus celulares lo que pasa y lo comparten. Otros, vigilan a nenes y nenas que están distraídos jugando.

La escena, que se repite en los barrios más alejados o vulnerables de Rosario, parece cotidiana. Antes se perdían en la madrugada, hoy recrudecen cuando cae el sol. Y cada vez son menos los que se espantan. Al otro día, la rutina sigue.

"La naturalización de la violencia es uno de los grandes riesgos en términos de fractura social. Cuando como sociedad empezamos a describir procesos de naturalización y de «justificación» de ciertas muertes que ocurren en determinados sectores sociales o urbanos como algo que no se puede modificar, genera inmovilidad para pensar e innovar en procesos de abordaje de la violencia. Debe llamarnos la atención a la sociedad en su conjunto y en particular a todos los sectores del Estado", explica Gustavo González, director de Política Criminal y DDHH del Ministerio Público de la Acusación.

La violencia está latente y en alza, más aún que en 2020. Con 104 homicidios al 3 de junio de 2021, se superaron por 30% los 79 del mismo período del 2020.

Se consolida así un proceso de ascenso que llevó a ser el año pasado el más violento de los últimos cinco. La circulación y el uso de armas quedó expuesto además este viernes con balaceras con carteles extorsivos en comercios de barrio Luis Agote (este sábado la vecinal reaccionó). 

Algunos hechos, incluso, son filmados por los propios autores. "Eso está marcando que en determinados grupos o franjas hay formas de identificarse y reconocerse como algo que los diferencia en los territorios. Es claramente una violencia expresiva, por eso es necesario mostrar este tipo de práctica a través de la viralización", advierte el abogado, doctor en Ciencia Política y docente investigador de la Universidad Nacional del Litoral.

Pandemia y exclusión

 

"Como todo fenómeno social es posible observar dos dimensiones: una coyuntural y otra de larga duración. En la primera dimensión hoy nos encontramos con ciertos indicadores o emergentes críticos de la violencia en el departamento Rosario y en la ciudad de Rosario en particular, como son el aumento del 30% respecto del mismo período de 2020, que se da en un contexto de relativa disminución de la circulación urbana y con menor presencia en el espacio público por las restricciones vinculadas con de la pandemia", remarcó.

"Por otro lado, la violencia letal viene anudada a otros emergentes como un amesetamiento alto en en la cantidad de heridos de arma de fuego y particularmente que la violencia afecta y se hace extensiva a los entornos familiares. Ya no es una cuestión de vínculos interpersonales sino que vemos cómo se afectan cada vez más parejas, niños y niñas en la ciudad de Rosario", agregó.  

Los crímenes violentos se incrementan en Rosario y afectan a niños y niñas

Consultado por Telenoche (El Tres), González explicó que "este crecimiento de la violencia c oincide con un contexto de crisis económica estructural y con un repliegue de la presencia del Estado en todos sus niveles de los territorios por el aumento de la cantidad de casos de coronavirus; eso implica el retiro de la presencia que el Estado tiene habitualmente en los territorios".

Y aborda una dimensión analítica. "Esa dimensión da cuenta de ciertos factores del despliegue de la violencia que son de carácter estructural. Por un lado, la desigualdad social. En los últimos diez años en América Latina el crecimiento de la desigualdad social coincide con el aumento de los homicidios o de la violencia letal", sostiene.

"Además -sigue- hay un solapamiento. Los territorios donde se concentran los homicidios coinciden con los territorios con mayores índices de pobreza, acceso limitado a los servicios públicos, depresión e informalización del mercado de trabajo y la degradación de las condiciones de habitabilidad".

Los distritos sur, oeste y sudoeste son los que más hechos concentran. "Más allá de la amplificación de la violencia que a veces es percibida como un fenómeno que afecta a la ciudad en su conjunto, la violencia letal en Rosario sigue mostrando patrones de concentración territorial en el sentido de que los homicidios se concentran y solapan en territorios con indicadores de exclusión y fragmentación social", sostiene González, parte del Observatorio de Seguridad Pública.

"Otro punto es la lógica de encadenamiento: muchos homicidios en Rosario son como respuestas de homicidios sobre homicidios", indica, sobre el espiral que incluye venganzas. Según su consideración, "hay que abandonar una explicación simplista entre homicidios y narcotráfico. Hay otras dimensiones al momento de comprender".

En los hechos, la presencia de armas de fuego es una constante y se usan en 8 de cada 10. Las víctimas se concentran mayormente en varones menores de 30 años y el desenlace, en el espacio público.

La respuesta del Estado

"Cuando aumenta la violencia letal, los índices del sistema decrecen en su respuesta", advierte González, que además señala que "la respuesta penal tiene limitaciones en términos de abordaje".

Y recurre a las cifras: "De 2008 (3798) a 2020 (7598) se duplicó la cantidad de personas privadas de la libertad en Santa Fe. La punitividad aumentó exponencialmente en la provincia y eso no condice con la disminución de la violencia. Eso es porque hay factores que no se resuelven con la respuesta penal", explicó.

"Las condiciones económicas, sociales y culturales actuales requieren del Estado en su forma integral, con las áreas sociales y urbanas actuando en forma conjunta con la respuesta más dura del Estado, que es la penal, pero que recién actúa sobre las consecuencias", concluyó Gustavo González en El Tres.