A un año de tener que elegir nuevo presidente el camino para llegar a ese momento resulta indescifrable. Un año en esta Argentina equivale a una eternidad pero sobre una montaña rusa. El alto nivel de incertidumbre en el que se desenvuelven la economía y la política, impiden cualquier pronóstico sobre si serán unas presidenciales como la de 2019, dominadas por dos grandes coaliciones que aspiran el 90% de los votos dejando restos muy marginales para terceras fuerzas, o si las tensiones que agitan al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio terminarán por generar desprendimientos y una fragmentación de la oferta electoral.

Juntos por el Cambio aparece hipertensionado pero en un escenario de crecimiento y fortaleza. Tras perder el poder en 2019, fue la floja performance del Frente de Todos la que le permitió estar en carrera de nuevo, como quedó demostrado en las legislativas del año pasado. Pero esa es apenas la introducción de una película que tiene altos niveles de confrontación, que se desarrolla en una trama principal de tensión PRO-UCR y subtramas en torno a los espacios internos y de los dirigentes con aspiraciones presidenciales.

El incidente ocurrido esta semana con Facundo Manes después de que criticara el gobierno de Mauricio Macri demuestra que está vigente un pacto de no agresión entre las cúpulas partidarias que el neurocirujano pareciera haber puesto en peligro con sus declaraciones. Lo esperable era que desde el PRO salieran a cruzarlo pero se sumó gran parte de la UCR, e incluso la conducción nacional con un comunicado en el que lo llama al orden para “cuidar la esperanza que construyó Juntos por el Cambio”.

Excepto que Manes esté explorando si hay vida por fuera de JxC, que no pareciera ser el caso, el disciplinamiento de la conducción partidaria puede leerse como una invitación a dar la discusión sin nombres propios, porque de lo contrario pasa lo de esta semana: por convencimiento o por compromiso, pero todos hicieron cola para pegarle. 

Manes intenta encarnar la versión antigrieta de Juntos por el Cambio. Ese es el andarivel por el que se mueve y quiere cultivar. La historia de los últimos años dice que afuera de la grieta no hay vida, pero cualquier cambio, como por ejemplo una suspensión de las elecciones primarias como empuja parte del peronismo, podría abrir oportunidades inesperadas. Otros que predican en esa línea son el intendente de Rosario Pablo Javkin y el radicalismo de Rosario. No es casualidad que hayan invitado al neurocirujano a venir a la ciudad el 29, vísperas del aniversario de la histórica elección de 1983, para un acto homenaje. Cuatro días después sucederá otra visita de significación política similar: el historiador y ex funcionario alfonsinista Pablo Gerchunoff.

Manes no dijo sobre Macri algo muy diferente de lo que piensan muchos radicales de este país. Pero la reprimenda que recibió habla de lo que Macri significa para Juntos por el Cambio y no por ser un ex presidente, sino porque tiene poder. Mucho o poco, pero si en 2023 pretenden volver a la Casa Rosada esa posibilidad no tolera sacrificar a Macri, por más incómoda que sea su figura, sus amistades y, por supuesto, los resultados de su gobierno.

El pacto de no agresión que a duras penas contiene la áspera interna entre radicales y macristas no cuenta hacia dentro de cada uno de los socios. Mientras Horacio Rodríguez Larreta apuesta a mixturar sectores del PRO y la UCR en todos los distritos confrontan con Patricia Bullrich con un voltaje extraordinario. 

A ambos los sobrevuela Mauricio Macri, que se pone el traje de jefe y, de más está decirlo, no renuncia a la esperanza de ser el candidato. “Lo importante es lo que decida la gente”, devolvió Larreta cuando Macri dijo que si veía que alguno de los dos no garantizaba “el cambio” él jugaría, se entiende que como candidato o inclinando la balanza a favor de uno u otro.

Los números de Macri no son mejores que los de Cristina Fernández, claramente la dirigente con más intención de voto en el peronismo. Si las elecciones fueran hoy, ambos ganarían sus internas pero a la vez reúnen mucho rechazo cuando la cuestión es por fuera de los límites de sus espacios electorales. Suena paradójico, pero si no llega a ser el candidato, Macri aspira a convertirse en la Cristina del PRO. Es decir, conservar su cuota de poder y capacidad de veto. 

Si en Juntos por el Cambio las tensiones se desarrollan en un escenario de expectativa y fortaleza, las del Frente de Todos ocurren en el sentido opuesto.

Eso explica que la idea de suspender las elecciones primarias haya adquirido tanto vuelo, por más que por cuestiones estratégicas se haya decidido postergar la presentación del proyecto de ley en el Congreso para darle prioridad al presupuesto 2023. 

El gran damnificado sería Juntos por el Cambio porque las Paso son la herramienta con la que cuenta para resolver la potente interna por la candidatura presidencial entre Macri, Morales, Manes, Larreta o Bullrich. Sin Paso le queda como alternativa armar una interna de emergencia, lo que implica una serie de dificultades y complejidades contrarreloj que es más factible que terminé haciendo implosionar todo antes de que logren ponerse de acuerdo sobre si interna abierta o cerrada, con qué padrones, bajo qué condiciones, quiénes podrán votar y quiénes postularse, más la correlación con las candidaturas con provincias y municipios.

Si el primer beneficio para el peronismo sería que la suspensión mete en serios problemas a la oposición, el segundo es que le permitiría ganar tiempo. Si no hubiese primarias el cronograma electoral se retrasaría lo más a fin de año posible (las provincias peronistas harían lo mismo, las que puedan, no Santa Fe) y el ministro de Economía tendría algunos meses más para torcer las expectativas económicas y frenar la inflación si acierta.

Es una de las razones por la que Sergio Massa es el más activo operador de la suspensión de las Paso. La Cámpora también empuja, pero Cristina aún no dio una palabra final. La Casa Rosada y sus aliados se oponen. Temen que ocurra como en 2021, cuando el kirchnerismo bajó más de 70 listas en provincia de Buenos Aires para evitar la competencia y se quedó con todo. El escenario podría ser más hostil en 2023 con Máximo Kirchner en persona al frente del PJ Bonaerense. Pero hay otra variable abierta: ¿qué pasa si la suspensión se vuelve un bumerán y, más allá de cómo afecte a JxC, termina roto el Frente de Todos? No es descabellado. Quizás por eso Cristina, la peronista con mayor intención de voto, todavía no da su veredicto.

Es compleja la situación del gobierno del Frente de Todos. Con un presidente con poder acotado que a duras penas resiste el lugar de mandatario protocolar que quieren para él el cristinismo y el massismo.

El politólogo Federico Zapata dijo, a propósito de la hiperpolarización de la elección brasileña entre Lula y Bolsonaro, que el escenario argentino para las presidenciales de 2023 “está muy abierto” como para aventurar si se mantendrá lo de 2019, cuando el Frente de Todos y Juntos por el Cambio se llevaron entre los dos el 90% del electorado.

“Las dos coaliciones que concentraron el grueso de los votos en 2019 hoy están con un nivel de conflictividad interno muy alto. En el caso del Frente de Todos con menos conflictividad pero con mucha debilidad electoral, y en el caso de Juntos por el Cambio con mucha fortaleza electoral pero mucha conflictividad interna. Si no logran gobernar esas tensiones, es posible que en 2023 tengamos una elección más fragmentada; si lograsen administrarlas tendremos un escenario más estable”, sostiene Zapata.

El consultor político y de opinión no descarta un escenario de acá al año próximo en el que las dos coaliciones principales "se desgranen y tengamos una fragmentación”, pero su acento lo pone en “la debilidad electoral” que manifiesta el FdT. Desde su punto de vista, si el oficialismo no lograse remontar en intención de votos, queda un espacio para el surgimiento de una tercera fuerza que sea competitiva. “Hoy no es descabellado que un Milei pueda sacar 15 o 20 puntos en ese escenario, porque sigue muy metido en la conversación pública”.

Se podría complejizar más el análisis proyectando una elección sin primarias. En ese caso podría ocurrir que alguna candidatura presidencial que hoy no termina de tomar vuelo atraiga heridos y exiliados de las dos grandes coaliciones que no están dispuestos a quedarse de brazos cruzados mientras los que tienen la manija de los partidos digitan quién puede y quién no puede ser candidato.