El ruido del tráfico incrementa los casos de ansiedad y depresión, de acuerdo a un estudio realizado en Madrid entre 2010 y 2013 por expertos de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ENS-ISCIII).

El trabajo, publicado en la revista “Science of the Total Environment” y reproducido por Infosalus, explica que la capacidad de la contaminación acústica urbana para estresar el sistema nervioso se determina en dos niveles. En primer término está el impacto psicológico ligado a la excitación del hipotálamo tras la llegada del sonido a las estructuras talámicas auditivas.

Pero además están las alteraciones orgánicas en el eje hipotalámico pituitario adrenocortical (HPA) y el sistema simpático adrenal medular (SAM). De allí que se haya analizado la influencia de los indicadores de contaminación acústica en los ingresos urgentes diarios por ansiedad y depresión. Además, se estudiaron las concentraciones diarias de contaminantes como el NO2, PM10, PM2,5 y O3, y las temperaturas en olas de frío y de calor, cuya relación con sus impactos sobre la salud está más consolidada.

A partir de estos análisis, los investigadores comprobaron que los ingresos por ansiedad y depresión están relacionados con los niveles de ruido equivalente (LEQ), y que también se producen más casos de ansiedad ligados a temperaturas extremas en olas de frío. Sin embargo, no se encontraron vínculos entre los contaminantes químicos y estas patologías.

Estos datos corroboran una hipótesis ya observada en investigaciones previas: que la contaminación acústica podría tener un mayor impacto en la salud que la contaminación química urbana, tanto en el número de enfermedades a las que afecta como en el riesgo atribuible a este contaminante.