Más que el paro en sí, lo importante del desafío de las centrales sindicales al presidente Javier Milei, con la CGT a la cabeza, fue la movilización. Por lo masiva –cientos de miles de personas marcharon en todo el país y en Rosario y Buenos Aires los actos fueron desbordantes– y por lo diversa: estuvieron los sindicatos, el kirchnerismo, la izquierda, movimientos sociales, ambientalistas, feministas, sectores de la cultura, asociaciones de inquilinos, profesionales y también ciudadanos sueltos, no pertenecientes a agrupamiento alguno, que sienten en el bolsillo el impacto de las primeras medidas del gobierno. Ese movimiento variopinto entiende que no hay margen de espera, a pesar de que solo van 45 días de gestión, porque si el jefe del Estado obtiene los instrumentos legislativos para consolidar su modelo económico se nubla de manera terminal el futuro del país.

La contundencia y la diversidad de la movida de este miércoles clausura un debate sobre ese tema que anidaba al interior de ese colectivo que busca impedir el avance del ómnibus de Milei, y al que Facundo Moyano le agregó el reclamo de una autocrítica de la CGT que conduce su hermano Pablo por no haber hecho ningún paro contra el lamentable gobierno de Alberto Fernández: si no era apurar los tiempos realizar una huelga a tan poco de iniciada la nueva gestión.

Lo cierto es que las centrales sindicales y los sectores políticos que vertebraron la protesta, en su mayoría referenciados en un peronismo que está sumergido en una crisis de liderazgo, representatividad y prestigio, encontraron a pesar de eso un lugar desde donde dar batalla a un gobierno encabezado por un presidente que se mueve como pez en el agua en la virtualidad: la calle. La convocatoria desbordó a las centrales sindicales que la convocaron.

El gobierno no se quedó de brazos cruzados frente a lo que el periodista Pablo Ibáñez definió como el duelo analógico que le plantearon los gremios. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, puso otra vez en acto su protocolo antipiquetes y montó un operativo muy intenso en los accesos a la ciudad de Buenos Aires, que de todos modos no afectaron la masividad de la movida. 

Pero la doctrina Bullrich no prendió en otras jurisdicciones. De hecho, funcionarios de la cartera nacional se quejaron porque según ellos no había efectivos de la policía porteña y en Rosario, por caso, apenas si se vio un puñado de agentes durante las marchas al Monumento a la Bandera, a pesar de que el gobernador Maximiliano Pullaro salió temprano a cuestionar el paro y a plantear que hay que darle tiempo y respaldo a la gestión Milei.

La multitud que se movilizó en Rosario desbordó el Monumento (Alan Monzón).

La ministra de Seguridad fue quien, desde el gobierno, también dio con mayor elocuencia la batalla verbal contra el paro, al tildar de “sindicalistas mafiosos” a los dirigentes que lo convocaron y cuestionar con dureza al gobernador bonaerense Axel Kicillof por haberse plegado a la movilización en lugar de cumplir con su trabajo de, justamente, gobernador bonaerense. No solo eso: también montó una puesta en escena para las redes sociales con la intención de mostrar, desde el barrio de Flores, que la actividad comercial era normal.

Desde las redes el oficialismo atacó con el hashtag #yonoparo la representatividad de la protesta y de sus convocantes. Uno de ellos, Pablo Moyano, les dio un argumento perfecto para desacreditar la movida al sugerir que si el ministro Luis Caputo sigue con las medidas de ajuste “los trabajadores lo van a tirar al Riachuelo”.

La película, está claro, sigue. Y la calle es la locación desde la cual la resistencia al gobierno de Milei recuperó protagonismo. ¿Dará el gobierno la disputa política en el espacio público con su propia “plaza del sí” como en su momento sugirió Mauricio Macri, cuando dijo que “los jóvenes no se van a quedar en casa y los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran hacer desmanes en la calle”? ¿O seguirá manejando el tema solo como un problema de seguridad?

Por lo pronto, el terreno donde ahora el oficialismo da la disputa es en el Congreso y espera obtener a más tardar la semana que viene la media sanción de Diputados a la ley Ómnibus. En su camino hacia ese objetivo consiguió un dictamen de mayoría en el plenario de comisiones en alianza con una oposición amigable que en el camino sufrió fisuras internas que ponen en duda el resultado de la votación en el recinto. Tanto, que el debate quedó postergado para la semana que viene. Pero el plan oficialista también sumó algo de músculo peronista: los tres diputados del PJ que responden al gobernador tucumano Osvaldo Jaldo anunciaron la formación de un bloque por fuera del peronismo y se manifestaron dispuestos a respaldar el proyecto libertario.

¿Podrá la fuerza del colectivo que se movilizó este miércoles poner freno a nuevas fugas y limitar el apoyo de otras fuerzas al ómnibus que pretende sacar Milei del Parlamento?

A pesar de la intensidad que lleva, la película recién empieza.